Hola; soy la Pulga Caliche y les cuento que llegué a Granada metida en una calorosita ruana Marulanda que Adán había comprado en una de sus idas a Guayaquil en Medellín.De pronto, se levantó la mujer de Adán y aparecí fue dentro de sus calzones todos inflados y con resorte que los ajustaban a las piernas, por lo que el marido le dijo: -“Mija… ¿cuándo te vas a comprar otros cucos y botás esos atrapapulgas que se me están volviendo unos matapasiones?”-

Hola; soy la Pulga Caliche y les cuento que llegué a Granada metida en una calorosita ruana Marulanda que Adán había comprado en una de sus idas a Guayaquil en Medellín. Antes de coger el carro para volverse se metió al Bar Yanuba a tomarse una Malta y ahí fue donde me bajé de una de las muchachas meseras o coperas y me le subí a su ruana.
Cuando el carro iba por Belén en Marinilla, se subió una muchacha a quien todos saludaban: “Hola Eulalia… ¿Qué más, Eulalia?” y me antojé de probar a qué sabían las granadinas. Me le aventé y le pegué tres picones en el brazo; pero apenas medio se rascó y comenzó a charlar lo más de animada con el conductor y el fogonero del carro.
Abastecido y con la panza llena, me dormí. Hasta ronqué en el viaje y desperté llegando al cementerio; pasé por el colegio de Granada cuando justamente salían las estudiantes y me dio la ventolera de saltar sobre la más bonita y caricoloraíta y de trenzas, pero me contuve, para ver qué pasaría después en mi nuevo domicilio; pero pensé: ¡después le caigo!
Al fin llegué a la casa de Adán y allá me encontré con una pulga, pero femenina, ojizarquita la cosa más bella y quedamos en salir al otro día a conocer al pueblo. Así de arrecha estaba.
En la noche comencé a sentir frio y hambre y me pasé a la pareja que dormía con una cobija muy calientica. Allí bebí y dormí de la manera más embriagadora. “Qué vacano que es Granada” pensé, como algunos forasteros que llegan, se amañan y se quedan.
Escuché, entre rasquiñas de la pareja que sufrió mi presencia, que había unas pulgas montañeritas que dormían en esteras al lado de las odiosas carangas y niguas que competían por la sangre del flacuchento hombre en que se alojaban. Mejor dicho, ya tenía más líquido la escupa de una momia (como dice el trovador Cacao), que ese tipo, al que entre todas estaban acabando.
De pronto, se levantó la mujer de Adán y aparecí fue dentro de sus calzones todos inflados y con resorte que los ajustaban a las piernas, por lo que el marido le dijo: -“Mija… ¿cuándo te vas a comprar otros cucos y botás esos atrapapulgas que se me están volviendo unos matapasiones?”-
Ella le dijo que con lo que le daba para el mercado no le quedaba ni para comprar un grano de maíz; que se los regalara él que era el interesado en verla con esas tangas brasileras por las que tanto desviaba la mirada cada que alguna jovencita pasaba por La Variante.
La Pulga Caliche brincó a una bibliotequita que tenían en su nuevo hogar y se puso a ver títulos que le interesaron. Encontró un libro llamado Los Sueños de Luciano Pulgar de Marco Fidel Suárez y más allacito, el cuento de Pulgarcito, lo que le levantó la moral porque no sabía que era tan importante hasta en la literatura.
De pronto leyó en El Colombiano que una muchacha, también morenita, era la campeona mundial de salto de longitud, salto de altura y triple salto. Recordó que ella era una tesa para eso de saltar y que si hicieran campeonatos de pulgas, ella sería la Caterine Ibargüen, porque ya había ensayado y era capaz de saltar hasta 17,8 centímetros verticalmente y 33 centímetros horizontalmente. Que comparado en tamaño, era como si Caterine saltara a una altura de un edificio de 65 pisos y cayera a las cuatro cuadras o cuatro canchas de fútbol; o que en sólo 16 zancadas llegara hasta El Ramal.
Como verán, mi vida con los humanos es distinta a la del piojo y la nigua que viven pegadas como parásitos (Qué abusivas) de la víctima; porque vivimos y dormimos donde vive y duerme pero no trepadas en él, como mis vecinas.
Nos gusta, eso sí, vivir, pero especialmente en los perros, que nos llevan a la casa y cuando comienzan a rascarse, como si estuvieran aprendiendo a tocar guitarra, nos tiran lejos y tenemos que sobrevivir ¿o no?
Incluso somos acusadas de que producimos enfermedades, sin ver que simplemente somos un vehículo, víctima o mula del bacilotráfico que llevamos a los humanos para causar peste bubónica que ha asolado a la humanidad; como pasó por allá en Europa entre los años 1348 y 1361 por la tardecita, y a la que se dio el nombre de -muerte negra- porque acabó casi con el 90% de sus habitantes. ¡Qué pecao!
Esto estaba pensando la Pulga Caliche, cuando sintió que algo se movía y buscaba en los pliegues de la cortina donde ahora se albergaba. Se acurrucó más y vio un enorme dedo con una uña sin hacerle manicure y tuvo que saltar lejos, porque ese era un pulgar que estaba dispuesto a destriparla y dejarla como a un mamoncillo reventado.
Viendo que había sido descubierta y que Adán había llegado con unos baños de veneno Folidol, recogió los pocos chiros que tenía, los colgó en un palito y de un salto estaba ya en la calle del Zacatín buscando otro hogar menos peligroso.
Estaba de buenas, porque en esos momentos pasaba el perro Rumbimbo y se subió en él, mientras recordaba con nostalgia un cuento que la mamá le había dicho sobre su tía Isabela con la que un científico loco hizo un experimento:
-Este le dijo a la pulga: “Salta pulga”, y la pulga saltó quince centímetros.
Le quitó una pata, le dijo lo mismo y entonces la pulga saltó ocho centímetros. Así el muy bárbaro le fue quitando una a una las patas a su tía que cada vez saltaba menos.
Cuando Isabela ya no tenía patas, el científico le gritó varias veces salta pulga, salta pulga pero, obviamente, no saltó.
Entonces, emocionado gritó: ¡Eureka! Y anotó en su libreta el descubrimiento del año:
¡Una pulga sin patas, es sorda!
También le contó su mamá, que conoció una imitación del poema La Abeja de Enrique Álvarez Henao, que apareció en los años 60 en los libros de la Biblioteca del Campesino, que don Jesús María Purina entregaba en Granada a cambio de un huevo y que decía así:
Consentida del teatro colombiano/y entrometida como el mismo viento/loca se sube en busca de alimento/sin importarle quién será el marrano/.
Llega a la pierna, sube hasta la mano/siempre en ágil y continuo movimiento/ va y viene y se acomoda en el asiento/ o en la cadera de cualquier fulano/.
Si se cansa picando a los señores/se le sube a la dama distinguida/ y le causa terribles escozores/…
Y así, la pulga en su vaivén incierto/pica en forma tan fuerte y atrevida/que uno sale de cine medio muerto/.
Extasiada estaba la Pulga Caliche recordando, cuando en una de las múltiples rascadas de Rumbimbo, salió ventiada, sin percatarse que estaba al borde de una tasa de peltre o lociada de una pucha que contenía un poquito de agua.
Levantó las cejas como pensando en la pulguita zarquita y plásss… se fue al agua de la taza.
Comenzó a chapaliar y nadando de ladito se arrimó a la lisa pared de la taza y comenzó a subir pegada (por la humedad) de lados y empujándose hacia arriba con las largas patas traseras. Ya de nuevo en el borde, se sacudió, botó un poquito de agua de su boquita y listo.
–Tranquilo, hombre José Carlos. Sólo fue un pequeño chapuzón, Le dijo bajito al autor, quien quedó con una rasquiñita por todo el cuerpo y se la adjudicó a la pulga macho que en esos momentos saltaba de nuevo y subía al colegio montada en su perro, a esperar a la estudiante más bonita y caricoloraíta y de trenzas, que le dañó su corazón pulguiento desde que la vio, al llegar a Granada en esa ruana deliciosamente calientica.
Glosario:
Calorosita: Calientita
Cucos: Ropa interior femenina, calzones.
El fogonero: El ayudante del carro.
Caricoloraíta: Con la cara colorada como una manzana
Ojizarquita: Con los ojos azules.
vacano: Muy bueno; excelente, sabroso.
Tangas brasileras: Atrecvida ropa interior femenina
Ventiada: Disparada.
Chapaliar: Nadar desesperadamente, sin control.

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.