
TESTIGO MUDO DE HISTORIAS INEDITAS
-Hágale pues al disco “Que la tortilla se vuelva” o, “Qué Culpa Tiene el Tomate”, pide Jorge Alberto Gómez, ebrio de amor por su tierra. -No haga sino poner “Porqué no tomo más”, del Indio Duarte… y traiga otra botella de aguardiente, –dice el aprendiz de declamador.
Nota inicial: Gracias, a Mazamorro por la bella foto.
Ante el cambio físico y urbanístico desde 1965 de La Variante, también el aspecto comercial de la calle que empezaba en el bolsillo y terminaba en el muro detrás de la iglesia de arriba, comenzó a cambiar y aparecieron negocios más grandes.
En esa especie de plazuela surgieron entonces, entre otras, la cafetería La París, La Familiar y una carpintería de Fernando Giraldo Piedrahíta en el sitio donde hoy está La Heladería La Junín.
-Muy populares especialmente en Cali, Valle, las Fuentes de Soda eran locales idonde se vendía y servía principalmente agua carbonatada con sabores (hoy gaseosa o refrescos), pero también helados; luego fueron conocidas como heladerías. Eran lugar de encuentro de la gente- .
Y eso fue lo que pensaba colocar Don Horacio Giraldo “Patillas” en ese local, donde vendería refrescos y conos, galletas heladas de La Fuente, la que luego administraría el mismo Fernando, carpintero, quien con el garbo que lo ha caracterizado, le dio un toque similar al de un elegante restaurante con manteles y todo. Posteriormente, la administración del negocio pasó a manos de Don Miguel Gómez; para ubicarnos, era el papá de la maestra Ninfa.
Pero el negocio comenzó a cambiar drásticamente y fue mostrando que la gente necesitaba dónde tomar traguito en familia; pero que no fuera una cantina o el kiosco, que eran muy visibles.
(Pausa)
Mientras esto sucedía en la naciente Junín, en el vecino restaurante La Familiar, el niñito Augusto Urrea o Pollo, en un apuro de Claver Giraldo Patillas, propietario que no alcanzaba a atender a la clientela, fue llamado a que le colaborara lavando los pocillos, porque el voleo o demanda era muy grande. En ese entonces no era prohibido que los menores trabajaran; estaban aprendiendo, forjándose el futuro; para la familia era un honor, no un delito.
Él demostró que podía hacer las cosas bien y el dueño estaba muy contento; tanto, que le ofreció trabajo en La Junín, la que había comprado recientemente y Augusto alternaba el trabajo con su estudio hasta el punto de graduarse como maestro superior, profesión que no ejerció.
Allá estuvo 4 años trabajando como mesero muy exitoso entre los clientes hasta que en el año 1975 y ya crecidito, demostró sus habilidades como comerciante y, especialmente su talante como persona:
Amable y respetuoso, entendió que las personas ya “tomadas”, “copetonas” o borrachas eran distintas: unas alegres, otras depresivas, otras resabiadas y por lo tanto, no se les debía parar muchas bolas.
Su forma de ser y el buen trato lo han reconocido los numerosos clientes que por generaciones visitaron la Junín; pero lo más increíble es su memoria prodigiosa para la música.
Porque, un joven salía de Granada y podía volver a los 15 años ya hecho y derecho y Augusto sabía cuál era el disco que más le gustaba… y se lo colocaba, como recibimiento, lo cual halagaba mucho al visitante. Incluso le brindaba el primer trago y, lógico, un abrazo fuerte de reconocimiento como paisano.
También es de resaltar, las historias que cuentan algunos paisanos que venían, bebían, se emborrachaban en otros sitios y llegaban a La Junín a pedir fiado porque se les había acabado la plata y, Augusto, les fiaba, y hasta el pasaje de regreso se lo prestaba, pagadero cuando volvieran, que podría ser en ocho días o muchos años!
La música ha sido la impronta de La Junín y en ello tienen que ver mucho la Emisora Radio 15, La Voz de Colombia y los paisanos Alberto Zuluaga Hoyos y Gustavo Benjumea quienes, cuando venían de Cali le traían a Augusto, listas de tangos, salsa y boleros que eran muy exitosos allá.
Por eso, en noches de farra, en medio del humo del cigarrillo Marlboro y Pielroja, era muy común escuchar estos pedidos desde las mesas llenas de aguardiente y cerveza, rodeadas de los tradicionales taburetes de tubos galvanizados y con los asientos y espaldares tapizados de cuerina roja, que aún están:
-Hágale pues al disco Que la tortilla se vuelva o qué Culpa Tiene el Tomate, pide Jorge Alberto Gómez, ebrio de amor por su tierra.
-Póngame Diecisiete por mil… ¡Cuáaaal! es: Decídete por mí. ¡Tan gracioso el pegajoso este! – le dicen al humorista improvisado.
–No haga sino poner Por qué no tomo más, del indio Duarte… y traiga otra botella de aguardiente, dice el aprendiz de declamador.
Llegó a ser de tal magnitud la discoteca de La Junín, que se necesitaba ser un malabarista para encontrar temas en discos LP de 33, de 45 y de 78 revoluciones por minuto, ya blancos de tanto colocárselos al borracho de turno; Después llegó el casete que, mientras no se enredara suplía en parte los pedidos urgentes de la clientela ebria.
-Póngame la canción del volquetero, esa que dice: “Con la tierra enciiiimaaaa”. –Reclama el arenero de El Ramal
– Quihubo pues, póngame el disquito “Paciencia” que le pedí hace rato… o me voy de aquí. -Dice un gorrero pasmado.
-Póngame A Desalambrar, de Ana y Jaime, dice de nuevo Jorge Alberto, mirando encandilado al Carmelo.
-Yo sólo pido que me pongan Shalom de El Puma y Betinotti de Corsini, para quedar con el cupo completo.-dice José Carlos Tamayo.
Casi a ciegas, con un pocillo en una mano, Augusto encontraba todos los discos para colocarlos en la radiola y poner la aguja exactamente en el disco seleccionado. Esto no lo entienden los jóvenes que sólo buscan el título o el artista, dan clic y listo.
Tengo los mismos discos en la casa, pero no suenan lo mismo que aquí, en La Junín. -Dice Gildardo Tamayo, contagiado del ambiente familiar en que se convierte La Junín, porque el trago es el común denominador –Anota.
La Junín, esa testigo por más de medio siglo de historias juveniles, de noviazgos, amores y desamores, de esperas interminables de los granadinos. De buenos y malos borrachos, de pendencieros; de los mala pagas, de los pegajosos; la Junín es emblemática en el corazón y el alma de los granadinos.
Ese era el lugar que se le venía a la mente a la esposa que esperaba al marido que no llegaba a casa: Ella, Marta Nelly, sabía que su marido estaba tomando trago allá, porque había salido de la casa a las 11 de la mañana a comprar la leche y ya eran las 10 de la noche y no había vuelto el muy Maganzón.
De fijo se encontró con algún paisano que llevaba tiempo sin venir al pueblito. –Se dijo resignada, la pobre –
Pero como en todo, el éxito no se construye solo; porque alrededor del líder, tiene que haber gregarios y en este escrito, al referirnos a La Junín, no pueden faltar Dorancé Aristizábal Hoyos (que nació con apodo), Tarcisio López, el maestro que reabrió sus puertas después de dos meses de cierre en la tragedia del año 2000 de Granada, y el actual, Alexander Arcila Zuluaga, ese sí llamado cariñosamente Surullo, que, tal como lo hiciera Augusto Pollo, me ofrece un tintico o un traguito… lo que quiera para que se inspire!
Glosario:
-La Variante: Avenida principal de Granada, que lleva hacia San Carlos, Santa Ana y San Luis.
-Patillas: Apodo de una familia muy conocida en Granada.
-Tomadas”, copetonas, prendidas: Medio ebrias, rumbo a la borrachera.
Discos: De vinilo donde venían grabadas las canciones que se escuchaban mediante una aguja que se deslizaba por los surcos a velocidad variable por minuto, de acuerdo al tamaño del disco.
-Gorrero, pegajoso, goterero: Personaje que toma mucho y no compra nada.

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.