Fundador de Universidad de Medellín
“En este oficio reporteril, siempre somos principiantes; que lo diga yo, que llegué a la casa del doctor Castaño con grabadora y varias pilas pero con un solo casete, el cual, ante la avalancha de recuerdos del doctor, no alcanzó para toda la entrevista y la tuve que terminar a punta de lápiz. Es que el ambiente campestre de su vivienda, su digna esposa doña Olga, escuchando y asintiendo con la cabeza y las obras de arte de ella por toda la casa, inspiraban hasta al más callado de los habitantes y entrevistadores. Corría el año 2006 y mi encuentro, pese a lo inmenso del personaje a entrevistar, estuvo lleno de cordialidad, dada por el doctor Ramón Abel y doña Olga Yepes de Castaño”.
RAMÓN ABEL CASTAÑO TAMAYO
Fundador de Universidad de Medellín
(Transcripción del economista Francisco Hoyos Hoyos, codirector de la Revista Granada. Muchas gracias).
Una cascada de recuerdos y ejecuciones.
– Con las buenas tardes, doctor Ramón Abel Castaño, ¿usted nos puede informar en qué parte de Granada nació?
– Soy de origen campesino: nací en la vereda de La Honda. Y allí viví hasta que cumplí cinco años. Si usted quiere le voy diciendo el desarrollo de mi vida, quiénes fueron las personas allegadas a mí desde mi origen…
– Sí, doctor, precisamente la entrevista es….
– Mis padres fueron Pablo Emilio Castaño Gómez y Ana Julia Tamayo Gómez. Mis dos abuelas eran primas entre sí, hasta el punto de que mi papá y mi mamá tuvieron qué pedir dispensa para contraer matrimonio, por parentesco. Mis abuelitos paternos eran Bertulfo Castaño y Dolores Gómez; y mis abuelos maternos Jesús Tamayo y María de Jesús Gómez. Ma de Jesús y Dolores Gómez eran primas hermanas. Nací en la Vereda de La Honda. Yo creo que la Vereda de La Honda debió ser de mis antecesores Tamayos. Mi bisabuelo paterno era Jesús María Tamayo, lo llamaban “Marucho”, y tuvo como hijos a mi abuelo Jesús, a Ladislao, que fue maestro famoso en Granada, y político; y a Antonio. Me imagino que era un hombre bastante acaudalado, porque la finca de La Honda, donde yo nací, inicialmente fue de mi abuelo paterno, que la heredó de mi bisabuelo. La heredó él con una hermanita que se llamaba Rosa Tamayo, casada después con Francisco Gómez y la mamá de Antonio Tamayo Arcila. Entonces la finca era prácticamente la mitad de la vereda. Y supongo que él le vendió a mi abuelo paterno, Bertulfo Castaño, una parte de su finca. La finca donde yo me crié fue la herencia de mi madre, la sucesión de su mamá, porque mi abuelito fue casado dos veces. Entonces mi casa estaba equidistante de la casa de mi abuelo paterno y de la casa de mi abuelo materno. Y mi niñez transcurrió entre mi casa y las casas de mis dos abuelos.
– Un ambiente maravilloso: campestre, bucólico podríamos llamarlo, ¿cierto?…
– Exacto. Nací prácticamente en contacto con la naturaleza, como los animales domésticos, en contacto absoluto con la tierra.
– Sus estudios…
– No, hablemos de otras cosas: quisiera hablar un poquito del carácter de mis antecesores, de mis ascendientes… El emperador Marco Aurelio en su biografía tiene un largo capítulo que habla de lo que él recibió de cada uno de sus ascendientes, qué virtudes y qué defectos. Yo soy una suma de caracteres genéticos muy dispares: mi abuelo paterno y mi padre eran personas muy recias, de carácter muy fuerte. Mi abuelita materna y mi mamá eran personas muy bondadosas. Mi abuelo materno era un hombre muy bondadoso. No conocí a mi abuelita materna, porque murió cuando mi mamá tenía dos años, mi mamá misma no la conoció. Todo lo que sé de ella es que era una persona muy bondadosa. Mis dos abuelas eran de la gran familia Gómez, que descienden de Camilo Gómez la parte de mi abuela paterna; y de un hermano de Camilo Gómez, Rafael Gómez, llamado Rafael Mellizo, por el lado de mi mamá. Rafael Gómez “Mellizo” era un hombre supremamente bondadoso y amable y familiar y caritativo con todo el mundo. Era el hombre que estaba atento cuando había algún problema familiar… era tío de Pastorita Arcila, la mamá de Francisco Luís Jiménez y tío de mi mamá. Todo lo que yo le oí decir a Vicente Arcila, un tío de Francisco Luís Jiménez, es que Rafaelito Gómez estuvo siempre dispuesto a resolverle los problemas de familia, todas las dificultades que había entre las familias de ellos, o sea que era una especie de buen componedor… Eso es importante porque… en fin, yo no he sido sectario, a pesar de que fui víctima del sectarismo. Y creo que el no haber sido sectario dimana de esa conjunción de genes de gente muy amable, muy sociable, muy cariñosa, muy jovial, que no me permitió ser sectario.
Bueno, yo pasé pues mis primeros años en la finca de La Honda. Luego nos vinimos a vivir al pueblo… Yo en mi niñez me ufanaba mucho de que era un campesino rico: mi papá, pues, tenía casa en el pueblo, tenía la finca en La Honda, una finca en Tafetanes para engorde de ganado, y una finca en Quebradona para panela y café y yuca. Entonces yo me sentía muy rico… Resulta que eran cuatro minifundios, cada uno con 20 hectáreas. Pero mi papá era un hombre acomodado, tenía “gansito”, bestias… y de negocios. Y eso nos permitió vivir con cierta holgura. Vino la crisis del 30, entonces mi papá estaba debiendo una plata con hipoteca en una finca…. Cuando eso vino una devaluación, una revalorización del peso, o sea una depresión, de tal manera que las cosas de un año para otro resultaron valiendo la décima parte, en función de una moneda revalorizada. Entonces mi papá tuvo qué entregar una finca y todo lo que tenía prácticamente de capital de trabajo. Entonces nos quedamos con unos inmuebles que producían muy poquito, y nos tocó una época muy dura. En esas condiciones me tocó terminar mi tiempo de escuela y mis años en el Colegio de San Luís Gonzaga. Mi mamá me enseñó a leer y a escribir; y a sumar y a restar, de tal manera que cuando yo llegué a la escuela a mediados del año, el profesor de primero y segundo, que era Francisco Gómez, a quien llamaban “Rabanito”, me promovió a segundo, o sea que yo hice mi escuela primaria en 3 años. Terminé mi escuela primaria en 1930 y entré al colegio de San Luís Gonzaga, que era un colegio privado, allá pagábamos una cuota. Lo dirigía don Juan Francisco Duque. Al año se jubiló don Juan Francisco y entonces entró el Padre Ricardo Mejía. Buena parte de mi formación se la debo al Padre Mejía: era un hombre muy ilustrado, muy estructurado, muy buen maestro. Sobre todo, me inculcó unas bases, unas creencias muy profundas. Él nos daba clases de religión siguiendo un texto de un Padre Iler, que se llamaba “La Religión Demostrada”, que era una especie de apologética.
Llegó un momento en que yo ya no tenía nada qué hacer en el colegio. Me sentí, pues, dando vueltas como un corcho en un remolino. Aprendí lo que me podían enseñar en el Colegio y entonces el Padre Mejía para retenerme me nombró profesor de castellano, ad honorem, ahí empecé yo a dictar clases. Yo creo que mi actividad fundamental en la vida ha sido la docencia. Y debe venir de ancestros muy antiguos: años después fui amigo del profesor López de Mesa, fui su albacea, y varias veces él me mencionó que había tenido un profesor Gabriel Castaño, muy eminente, que si yo era pariente de él. El hecho es, pues, que en Granada fueron maestros de apellido Castaño: Pachita, Ananías, su hermana, Francisco Luís Castaño y sus hermanos, fueron todos maestros de escuela. Y yo tenía una vocación por la docencia, y sin proponérmelo, por puro azar, creo que la mitad de mi vida la pasé dando clases… El antecedente lo tenemos ahí.
– Miremos que de todas maneras la persona cuando escribe libros y quiere que todas las personas sepan las ejecutorias, sepan aprender, está haciendo magisterio, cierto? Doctor Ramón Abel Castaño: ¿En qué universidades vino a estudiar entonces y a qué ciudades?
– Cuando yo agoté mis posibilidades de estudiar en Granada, mi papá hizo un esfuerzo enorme por conseguirme una beca en la Normal Antioqueña, que era donde había becas, en la Universidad no había becas. El era miembro del Comité Liberal de Granada, entonces era muy amigo de los políticos, tanto aquí del Departamento como… por ejemplo era gran amigo de don Rafael Arredondo, y con todo y esas palancas no fue posible conseguir una beca y él no estaba en condiciones de costearme los estudios en Medellín, porque lo cogió la crisis del 30. Yo vine a estudiar a Medellín en el 36.
Entonces Arturo Hoyos, el médico, que era muy amigo de mi papá y del Directorio Liberal, le dijo: Llévelo a Medellín por su cuenta, un año, haga el sacrificio de sostenerlo un año, que él es capaz de sostenerse después solo. Mi papá me matriculó en la Universidad de Antioquia, en el Liceo Antioqueño, con esa condición, me dijo: “Le voy a pagar este año, el año entrante usted verá cómo se las arregla…”
Bueno, yo fui un protegido de la Providencia, como lo somos todos: resulta que en el Consejo Directivo de la Universidad ese año estaba en representación de los estudiantes el doctor Alonso Herrera, hijo de Luís Herrera, sobrino de Chepe Herrera. Domingo Castaño, que fue uno de mis patrocinadores, de los que más me ayudaron a salir adelante en Medellín, consiguió con Alonso Herrera que él a su vez me consiguiera puesto en una pieza en la Casa del Estudiante, una pieza que pagaba la Universidad. Entonces me consiguieron la dormida. Luego el mismo Alonso Herrera me consiguió que la Universidad me pagara el almuerzo. Luego, como estaba viviendo en la Casa del Estudiante, allá había una biblioteca arrumada, unas vitrinas llenas de polvo. Entonces le dije a Teresita Santamaría, que era la patrocinadora de la Casa del Estudiante y quien iba todos los sábados a revisar las cuentas allá, entonces le dije: Teresita, déme la comida, yo tengo el desayuno y el almuerzo, déme la comida y yo le organizo la biblioteca. Listo, me aceptó Teresita. Entonces le hice los catálogos de todos esos libros, libros que nadie leyó, porque a nadie le interesaban. Pero hice una cosa muy buena: le escribí a los gerentes de todos los diarios del país, solicitándoles que nos mandaran el periódico gratuitamente a una casa con un conglomerado de estudiante. Y durante 4 ó 5 años estuvieron llegando gratuitamente a la Casa del Estudiante todos los periódicos de Medellín, de Cali, de Manizales y de Bogotá… Así terminé mi bachillerato. Luego vino la entrada a la Universidad. Yo aspiraba a ejercer la carrera de abogado, sin saber lo que era eso. Cuando yo estaba en la escuela en Granada, nos mencionaban siempre como paradigmas los nombres de Jesús María Yepes, de Francisco Luís Jiménez, de Ramón Obdulio Arcila, que eran eminentes abogados de Granada. Entonces mi aspiración era llegar a ser como ellos. Y más o menos al azar me decidí por la Facultad de Derecho. En el año en que fuimos a ingresar a la Facultad de Derecho, por primera y única vez el decano, que era Eduardo Correa Villa, estableció el examen de admisión para la Facultad de Derecho y señaló un cupo máximo de 25 alumnos. Nos inscribimos 25 y creímos que no nos iban a hacer examen de admisión. Sin embargo Eduardo Correas Villa hizo el examen de admisión, hizo una entrevista y nos dejó pasar a 12 de los 25, nos llamaba el grupo de los 12 apóstoles, por lo que le voy a contar:
Cuando llegamos allá nos encontramos una Facultad de Derecho completamente anquilosada: todos los profesores eran de cátedra: abogados que eran o magistrados o funcionarios administrativos o abogados en ejercicio, que iban a dictar clases de 6 a 8 de la mañana, antes de ir a la oficina, y de 5 a 8 de la noche, cansados, o a abrir un librito, una traducción de un libro extranjero y a sentar cátedra magistral…
– Y qué sentido de pertenencia podía tener una persona de esas, ¿cierto?, o una institución y con los alumnos…
– Y qué sentido de investigación, y qué inquietud académica. Y entonces al fin del año presentamos los exámenes… Todos los 12 Apóstoles sacamos 5 en todas las materias, hubo quien sacara 5 admirado, 5 con palomita… Entonces dijimos: esto es una vagabundería. Entonces al principio del 2º año hicimos un memorial que allá llamaron Memorial de Agravios, por comparación con el de Camilo Torres en la época de la Independencia, un memorial hablando de todas esas fallas de la Facultad, allá no había tiempo de investigar, no había monografías, no había absolutamente nada distinto de dictar una clasecita. Ese memorial produjo lo que se dice un terremoto: renunció el decano, renunciaron todos los miembros del Consejo Directivo, todos los profesores. Un gran debate… Como consecuencia de ese gran debate la Universidad contrató los primeros tres profesores de tiempo completo: tres eminencias que se dedicaron a enseñar como una profesión, y a investigar y a enseñarnos a investigar. Entonces vinieron las monografías, las tesis, los seminarios, los debates en clase. Todo eso duró hasta que salimos nosotros en 1945. En 1946 vino el cambio de régimen, que perdió el Partido Liberal, volvió el Partido Conservador, centralizó la universidad, acabaron los contratos de los profesores de tiempo completo y volvió otra vez la rutina de siempre. En esa etapa, digo yo, nació la Universidad de Medellín, yo soy miembro fundador de la Universidad de Medellín, yo escribí el acta de fundación. Cuando me preguntan en qué momento nació el acta de fundación, yo digo que nació entre 1941 y 1945, una época en que nosotros, los llamados 12 Apóstoles, hablamos de universidad, de problemas de la universidad. Por ejemplo, nosotros propusimos que cerraran las escuelas de Derecho por 10 años, porque había una superabundancia de abogados. Propusimos que crearan una escuela de Petróleos para que le recibieran a la Tropical Oil Company, la Concesión de Barrancabermeja, que estaba para vencerse. Propusimos que se fundaran escuelas de economía. Nada de eso se hizo, pero quedó la inquietud. Cuando se fue a fundar la Universidad de Medellín, todo eso influyó para consignar esas ideas en los contenidos y en los estatutos.
Cómo subsistí yo en la Facultad de Derecho… Pues un profesor mío era Elías Abad Mesa, profesor de Derecho Constitucional y director de la Oficina de Registro. Entonces él me dio unas horitas allá para trabajar, para pagar mis costos en la Casa del Estudiante. El Mono López de Mesa, Francisco Luís, que después fue mi compañero en la fundación de la Universidad de Medellín, era concejal y me consiguió… el Concejo creó una beca de $30 mensuales para un estudiante de derecho y esa beca prácticamente la crearon para mí. Con eso subsistí los primeros dos años. Al tercer año, Elías Abad Mesa me consiguió en el Departamento un puesto de oficial escribiente en la Sección Primera de Gobierno. Poco después renunció el jefe y me ascendieron a jefe de la Sección Primera de Gobierno, que era más o menos lo que es hoy la Secretaría General de la Gobernación. O sea, era la oficina de trámites para los negocios de las Secretarías de Gobierno y de Hacienda; de la Dirección de Caminos, que era en ese entonces la Secretaría de Obras y algo de la Secretaría de Higiene. Yo tenía 6 oficiales escribientes. En ese cargo me tocaba revisar todos los actos municipales, de los alcaldes y los concejos. Entonces fue una ocasión que se me presentó para prestarle servicios a mi gente de Granada, claro, de todos los municipios. Ese fue un puesto en que yo entré en contacto, estando en tercer año de derecho, con los políticos, con todos los abogados que gestionaban, con los funcionarios públicos. Eso me abrió el mundo de la política. En la Sección primera de Gobierno estaban las puertas abiertas, allá no había qué pedir audiencia. Ni Lolo Salazar, ni don Martín Aristizábal, ni Miguel Hoyos, que eran los funcionarios en Granada en ese entonces para venir a tratar asuntos municipales.
– Lógicamente hacían parte del Partido Conservador, ¿cierto?
– Ellos eran los jefes políticos, los que manejaban la política, pero todavía no había ni sospechas de que fuera a haber la violencia política que hubo más tarde. Entonces allá los granadinos que venían a Medellín a hacer gestiones, ahí tenían su oficina, tenían café, tenían secretaria que les hacía sus memoriales. Ese fue un tiempo muy bonito en que yo tuve oportunidad de servirle a Granada. Allá lo reconocieron, cuando me gradué me hicieron un gran homenaje, me ofrecieron una copa de champaña, con banda, con orquesta, muy bonita.
Bueno, entonces cuando yo terminé carrera, mi aspiración era ejercer la abogacía. Ya tenía socios para abrir oficina profesional. Quiénes eran esos socios: tres compañeros, Hernando Agudelo Villa, que después fue Ministro de Hacienda; Jorge Fernández Santamaría, que fue Senador de la República y hombre de negocios muy importante; y José María Echeverri Lozano, un chocoano muy inteligente que después fue secretario de Peldar. Entre los cuatro fundamos la oficina. Yo era el único que se había graduado para poner la oficina. En abril de 1946, cuando me gradué, cuando presenté mi tesis, presenté mi renuncia en la Sección Primera de Gobierno. El gobernador era Germán Medina y el Secretario de Gobierno era Campo Elías Aguirre y me llamaron al despacho: “Cómo se le ocurre a usted renunciar, si usted tiene todo el campo abierto para hacer una gran carrera política”. (Yo no tuve nunca aspiraciones de poder ni aspiraciones de dinero). “Está aquí en la antesala de la Secretaría de Gobierno o de la Secretaría de Hacienda… es el puesto que sigue, el que Usted quiera. Usted tiene el apoyo del Partido Liberal”. Yo estaba, pues, en el curubito con los políticos que dominaban la política en ese entonces. Les dije: “no señor, yo me gradué para ejercer la profesión”.
Entonces abrimos oficina, yo era el único abogado, el que firmaba los poderes. Esa oficina se disolvió muy rápido porque a Hernando Agudelo lo nombraron director de la Fenalco de Antioquia. Después fue director nacional de la Fenalco. A Jorge Fernández Santamaría lo nombraron Secretario de Gobierno; José Ma. Echeverri se consiguió un juzgado. Entonces yo me quedé encartado con la oficina, abriendo trocha en el ejercicio profesional. Esa oficina se llamaba Legalco. Yo mantuve el nombre de Legalco porque lo registré como propiedad intelectual. Lo mantuve y organicé una oficina con sucursales en Bogotá, Manizales, Barranquilla y Cartagena. Entonces yo podía ofrecer a mis clientes atención jurídica en esas ciudades, y cada uno de mis corresponsales ofrecía a sus clientes atención en Medellín, una cosa muy interesante porque establecí relaciones muy importantes con unos abogados de mucho prestigio en ese entonces: Alberto Mendoza Hoyos, de Manizales, que fue Ministro de Gobierno; Julio Salgado Vásquez, en Barranquilla, que fue Magistrado de la Corte; César Fayad, un libanés, un costeño de Cartagena; y Carlos Jaramillo Latorre, un hombre eminentísimo…
Eso me llevó a otro campo muy importante, que fue el de las relaciones jurídicas. Ya en mi oficina empecé a pasar trabajos: yo me casé muy joven, entonces… para empezar a sostener un hogar con unos ingresos inciertos como en una oficina profesional. La Providencia siempre… Cómo fui saliendo adelante: realmente yo terminé carrera de derecho, pero hice trabajos completamente ajenos a la profesión, además de la profesión, o sea….
…
Por la moralidad de la profesión, a ese colegio no podían pertenecer ni jueces ni funcionarios públicos, para conservar su independencia. Yo fui miembro del Colegio, fui presidente un tiempo, fui su secretario general y director de su revista, la Revista Derecho, durante 5 ó 6 años. Fui su secretario general en una época crucial, que fue la época de la dictadura de Rojas. Rojas Pinilla prácticamente dominó todo el país, incluso la opinión pública, tuvo una fuerza de opinión incontrastable, de liberales y la mitad del Partido Conservador. La única institución que siempre vetó la ilegalidad del mandato de Rojas Pinilla fue el Colegio de Abogados de Medellín. El Colegio sacó una serie de documentos públicos condenando la dictadura. ¡Famosos! Yo después imprimí un folleto muy extenso, “El Colegio de Abogados de Medellín frente a la dictadura”. Cuando vino ya el golpe final contra la dictadura, 1957, se formó el Comité de los 14, que fue un comité de 14 empresarios, 7 conservadores y 7 liberales, que fueron los que le dieron el puntillazo final a la dictadura. Yo fui secretario del Comité de los 14. Después fui secretario del Comité del Frente Nacional, que eligió a Lleras Camargo como presidente. Tuve ocasión otra vez de hacer política. Después, cuando las elecciones parlamentarias, yo pude ser parlamentario. Sin embargo no lo hice porque tenía un desdén por la política, por su ejercicio, por lo que llaman la politiquería. Pero a raíz de esa relación con el Comité de los 14…, en el comité estaban Carlos Echavarría del lado conservador, y Vicente Uribe Rendón, del lado liberal. Entonces crearon en la Andi un puesto de asesoría de la presidencia para las comunicaciones. Yo estaba en tercer año de economía… Entonces Vicente Uribe Rendón me propuso para ocupar ese puesto. Yo nunca había pensado en dejar mi oficina profesional, mi empeño era ser profesional independiente. Pero esa oferta era tentadora: primero, porque estaba terminando mi carrera de economista, y lo que me ofrecían era una atalaya para ver funcionar la economía del país. A la Andi de Medellín llegaban todas las semanas copias de las actas de las juntas de las sucursales de la Andi del país, donde se trataban todos los problemas nacionales y todos los problemas locales. Entonces, con el criterio de aplicar mis conocimientos de economía y de aprender, de ver cómo funcionaba la economía, acepte ese puesto. Ahí me vinculé no sólo con los empresarios de Medellín sino con los de las otras ciudades de Colombia, donde había juntas de Andi. Pero yo realmente añoraba mi oficina profesional. Entonces al cabo del año yo renuncié a la Andi y volví a la oficina profesional. En ese momento entraba Eduardo Fernández Botero como Rector de la Universidad de Medellín, fundada en 1950. Yo cumplí mi misión como fundador, di las clases que me tocaba durante 2 años y prácticamente me marginé de la universidad. Poco después de salir de la Andi nombraron a José Roberto Vásquez Gobernador de Antioquia. Él era el jefe del Departamento Jurídico de la Andi cuando yo estuve allí, y nos hicimos amigos. Entonces él me ofreció la Secretaría de Gobierno. En ese momento la Secretaría de Gobierno era prácticamente la mitad de la Gobernación, porque en el Frente Nacional si el Gobernador era conservador, tenía qué nombrar Secretario de Gobierno liberal, y eso era así en todos los puestos. Entonces lo que había era una especie de cogobierno, el Secretario de Gobierno no era sólo el subalterno del Gobernador sino que era el representante del Partido Liberal en el gobierno del Departamento. Además el doctor José Roberto Vásquez fue un hombre muy amplio, de una visión extraordinaria, de una caballerosidad sin límites y él me dio todas las atribuciones que usted quiera en el ejercicio de la Secretaría de Gobierno. Allí estuve un año. En ese entonces los gobernadores eran nombrados por el Presidente. Al cabo de un año hubo una crisis política, yo salí de la Secretaría de Gobierno y fue en ese momento que me llamó en doctor Fernández Botero como Decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Medellín. Estuve allí un año como decano.
Qué hice yo principalmente en la Andi: hasta 1958 en Colombia no había ninguna preocupación por la administración, la administración era empírica, no había administración científica. Cuando llegué a la Andi dio la coincidencia de que Hernán Echavarría, en mi concepto uno de los hombres más ilustres, un fenómeno, le propuso a la Andi que organizara un seminario de administración científica y me pusieron a mí a organizar el Seminario con Hernán Echavarría. Organizamos el seminario, al cual invitamos cuatro gerentes de grandes empresas norteamericanas, en plan de vacaciones. Los trajimos a Medellín, los reunimos con 80 gerentes antioqueños durante dos semanas. Luego los llevamos a Bogotá, los reunimos con otros 80 gerentes durante dos semanas. De ese seminario nació el Incolda. Yo fui el primer secretario ejecutivo del Incolda, que es Instituto Colombiano de Administración Científica. Yo saqué la personería jurídica del Incolda. La Andi, en asocio con el Incolda y con la Universidad Nacional, cuyo rector era Mario Laserna, crearon esa carrera de administración científica en la Facultad de Minas. Entonces a mí me encargó la Andi de organizar con el decano de Minas, que era Luís de Greiff, la carrera de administración científica. Trajimos un profesor que nos ayudó a hacer el pénsum con los industriales, para atender a las necesidades de ellos. Ya en ese momento Luís de Greiff me dijo: usted ya se metió en este paseo, es miembro del comité fundador de esta carrera, ha ayudado a elaborar el pénsum, hágame el favor y se me queda aquí como profesor de cátedra. Entonces me metí como profesor de cátedra de economía. Después me nombraron profesor de Introducción al Derecho.
Mi decanatura en la Facultad de Economía de la Universidad de Medellín terminó con una gran crisis, hubo una huelga que duró como 50 días, una toma de la universidad por los estudiantes y al terminar esa huelga, yo renuncié a la universidad, pero mi Diosito no me dejó salir de la educación: cuando renuncié a la universidad llegó uno que era en ese entonces director de la Escuela de Ingeniería Administrativa, Francisco Vélez Arango, y me dijo: “venga, que lo necesito como Director del Departamento de Administración en la Facultad de Minas, carrera de Ingeniería Administrativa”. Me vine de medio tiempo a la Facultad de Minas y el otro medio tiempo ya volví a mi oficina profesional. Mientras tanto, en todo ese intervalo, cuando estuve en la Secretaría de Gobierno y en la decanatura, la oficina había quedado en manos de Horacio Yepes Zuluaga, mi paisano, que fue mi socio hasta que me jubilé. Entonces volví a la Oficina con Horacio Yepes. En la Facultad de Minas me dediqué a todas las clases de economía de la Carrera de Ingeniería Administrativa, en todos los niveles. Allí me hice a una cantidad de amigos, ingenieros y profesores eminentes, otro campo de acción muy importante y muy edificante para mí. Con esto le quiero decir que casi no ha habido en mi vida cosas que me haya propuesto hacer, sino que fueron resultando. Yo he sido un fervoroso creyente y la Providencia me fue llevando, de tal manera que se me ha adelantado a mis necesidades.
Estando en la Facultad de Minas, yo ya había terminado mi carrera de economista. Y aquí hay otro paréntesis interesante: en la carrera de economía yo no era muy bueno en matemáticas, cuando hice bachillerato, los profesores de matemáticas eran muy malitos. Cuando hice mi carrera de economista, precisamente para darnos herramienta matemática, trajeron unos profesores españoles para dictar matemáticas avanzadas. Yo era muy malito para eso y tenía qué estudiar mis clases con Jorge Vélez Ochoa, compañero de la Facultad, que era muy bueno para matemáticas. Él era miembro de la Congregación Mariana y todos los sábados venía con unos “bonitos” de sopas para los pobres, en el edificio para los pobres, que era donde es ahora la Clínica Cardiovascular. Me entró curiosidad por eso y le pregunté qué era la Congregación Mariana y me dijo: “Si quiere yo lo llevo y lo presento al Padre Juan Escobar”. Estando en la Congregación Mariana vino la Gran Misión, que la organizó el Arzobispo Botero Salazar en 1960, con un grupo de sacerdotes españoles. Eso fue una empresa que tuvo como Gerente a Gonzalo Restrepo Jaramillo, que recaudó recursos para pagar los gastos de la Gran Misión. Con lo que sobró de la Gran Misión, el arzobispo y Juan Guillermo Restrepo Jaramillo organizaron la Arquidiócesis de Medellín en 3 ramas: la de sacerdotes, la de religiosos y la de laicos. En la rama de laicos nombraron a Gilberto Londoño Mesa como Vicario de laicos, que había sido presidente de la Compañía Colombiana de Tabacos. Un buen día el Padre Lombardi en una conferencia en la basílica dijo: “no se retiren del micrófono, que tengo dos noticias muy importantes para darles al final de esta charla: las noticias son estas: primero, que el Señor Arzobispo de Medellín ha donado su casa, una linda residencia que tenía en el Poblado, para un instituto obrero; segunda, que hemos establecido en la Arquidiócesis un banco de servicios, para las personas que quieran prestar servicios gratuitamente”. Yo estaba en la Congregación, yo tenía mi untadita de apostolado con el Padre Juan Escobar, me madrugué para allá a las 8 de la mañana para la Curia, creyendo que iba a hacer cola para entrar al Banco de Servicios. No había nadie. Me encontré con Gilberto Londoño, con Jorge Restrepo Uribe, que era colaborador del Arzobispo también y les dije a qué iba, a atender el llamado del Padre Lombardi. Se alegraron mucho y dijeron: “listo, vamos a colaborar”. Entonces el arzobispo nos presentó el organigrama de la organización de la pastoral. En el organigrama había una casillita que decía Oficina de Planeación. Y dije, esta es la mía, vamos a organizar la oficina de planeación de la Arquidiócesis de Medellín. Me puse a buscar compañeros míos, condiscípulos de la Facultad de Economía, profesores de clase. Nos reunimos como 8, la mayoría menores que yo. Y empezamos a organizar la Oficina de Planeación, con un criterio de empresarios, con un criterio de eficiencia, como si el Reino de Dios fuera una empresa de este mundo. Muy ufanos, pues, a mandar circulares, a hacer organigramas, como si fuéramos a organizar de nuevo la Arquidiócesis de Medellín. Eso estableció una resistencia muy grande de parte de los clérigos, que eran en su mayoría viejos. Lo curioso es que Monseñor Botero al final no me puso en cuestiones económicas. Le propuse a Monseñor la fundación del ICAP, Instituto Corporativo de Acción Pastoral, que es una especie de banco, de asesoría de las parroquias, pero Monseñor no me nombró en el ICAP, me nombró director del Obrero Católico, que estaba en crisis, que estaba para acabarse. El Obrero Católico estaba editando 20.000 ejemplares, que los compraban las empresas para regalárselo a los obreros. Imagínese cómo leerían los obreros un periódico regalado por las empresas. Yo le dije, Monseñor, le acepto esto a condición de que me deje organizar una cosa más amplia, que es el Instituto de Medios de Comunicación Social, IMECS, para incluir en eso, prensa, radio, cine, televisión. Me dijo: “listo” , me nombró director del IMECS, me aportó una pequeña suma de la Arquidiócesis, y yo financiaba el resto con cursos, con publicaciones… Eso me llevó a una actividad muy importante, que fueron las comunicaciones. Yo digo que tengo 2 carreras académicas por estudio y una tercera por ejercicio, que es la Comunicación Social. A raíz de ese puesto en el IMECS empecé a ser invitado a congresos internacionales de comunicación social. La Iglesia Católica tiene ingerencia en la comunicación social, así: en la UCIP, que es Unión Católica Internacional de Prensa; en la ….UNCAR que es la Unión Católica de Radio y Televisión. Entonces yo empecé a ser invitado a congresos internacionales de comunicación social de todo el mundo. De allí nació la inquietud de escribir este libro (La Publicidad, un Freno al Desarrollo). Organizamos una cosa que se llamaba el Foro de la Opinión Pública, que consistía en conferencias que se dictaban en el salón de actos de la Curia y reuniones anuales de expertos de comunicación social del país. En la segunda reunión, que tuvimos en Manizales, yo presenté una ponencia sobre la Propaganda y eso me sirvió de base para sacar este libro.
– Sigamos entonces, doctor, sobre su vida pública: ¿cómo resultó usted Gobernador encargado?
– Realmente yo he tenido un desdén por la política. Cuando vino la lucha contra la dictadura, yo hice parte del Comité de los 14. A raíz de eso en relación con los miembros de ese comité fui llamado a la Andi, allí conocí al Dr. José Roberto Vásquez, que era el Asesor Jurídico. A mi salida de la Andi, fue nombrado Gobernador el Dr. José Roberto Vásquez. El me nombró Secretario de Gobierno. Ese nombramiento fue muy accidentado: el Directorio Liberal objetó mi nombramiento dizque porque yo no tenía pasado político. El Gobernador…, yo no pensaba aceptar esa Secretaría. El Dr. José Roberto les dijo: “El doctor Castaño no me ha aceptado la Secretaría, pero si por presión de ustedes él tiene que renunciar a aceptarme, yo renuncio a la Gobernación”. Y renunciar a la Gobernación implicaba que les nombrarían un Gobernador muy sectario. Entonces el Directorio Liberal en pleno fue a mi oficina a suplicarme que aceptara la Secretaría de Gobierno.
– El Dr. Ramón Abel ha sido muy reiterativo en cuanto que no ha tenido aspiraciones políticas, menos aún politiqueras; que las cosas que se le han presentado han sido casi siempre como muy de la Divina Providencia, que ahí está siempre presente, para ponerle retos, que siempre los ha aceptado y los ha sacado avante… ¿cierto?
– Entonces yo ejercí la Secretaría de Gobierno con mucha actividad, en ese entonces había mucha guerrilla todavía en el Suroeste, en el Norte, en la zona del Magdalena, nos tocó una situación de orden público muy grave. Y la desempeñamos, salimos airosamente. En una de sus ausencias de la Gobernación, él me nombró Gobernador encargado, nada del otro mundo, una cosa ahí muy burocrática, muy normal, yo no hago alarde de haber sido Gobernador, ni mucho menos.
– Dr. Ramón Abel Castaño: la Universidad Católica del Oriente ha hecho una función enorme, ha sido como un bastión para los estudiantes del lejano Oriente, ha sido una solución. Usted es cofundador de ella, ¿cierto?
– Pues no digamos cofundador, el fundador fue Monseñor Uribe Jaramillo. Y la Diócesis, que fue el sustento de la Universidad. Siendo yo profesor de economía política en 1980 en la Universidad de Medellín, asistí a un seminario que organizó Antonio Mazo, rector del Ceipa, en cumplimiento de los 10 años del Ceipa. Allá me encontré con Monseñor Luís Alfonso Londoño Bernal, que era el Rector del Proyecto de Universidad Católica. Pues a mí el Oriente me duele, es mi provincia, es mi tierra, entonces yo le dije que quería colaborar con él. Me dijo: “bienvenido”. Entonces en junio de 1982 me fui a Rionegro, a la Casa Cural del Padre Antonio Gallo, en Jesús Nazareno. Me dio una habitación en la Casa Cural, a organizar proyectos de reglamentos de la universidad que estaba en proyecto de fundación. En 1983, ya con Belisario de Presidente, le consiguieron la personería jurídica. Ya empezó a funcionar la universidad y yo entré ya en forma, primero como director académico y Decano de Administración. Y luego tuve qué pasar por todos los puestos, para empezar a abrir… porque en Rionegro no había recursos humanos para organizar una universidad. ¿Cuál fue mi papel allá? Aportar una experiencia que había tenido en la fundación de la Universidad de Medellín, que había tenido por 20 años en la Universidad Nacional y que había tenido también como organizador de la Escuela de Ingeniería Administrativa de la Facultad de Minas. Tal vez sí tuve un papel importante: me tocó elaborar los proyectos de reglamentos internos, manuales de funciones, manuales de procedimientos, y ponerlos a andar. En lo demás, creo que tuve una actuación valiosa en la organización misma del gobierno. Los estatutos que aprobó el gobierno habían sido elaborados por unos asesores de la Universidad de Antioquia. Según esos estatutos, el Consejo Directivo, que es la suprema autoridad de la universidad, estaba conformado por el Rector, 2 representantes de los profesores, 2 representes de los estudiantes y todos los decanos, con el agravante de que cada carrera tenía un decano. Hoy la universidad tiene como 14 carreras. Con esos estatutos tendría 14 miembros del Consejo Directivo solamente por decanos. Entonces la universidad hoy sería ajena, sería de cualquier movimiento, de izquierda o de derecha, menos de la Diócesis de Rionegro. Entonces yo introduje una reforma consistente en reducir el Consejo Directivo a lo siguiente: el Rector, un representante de los estudiantes, un representante de los decanos, un representante del Obispo y el Obispo mismo. Así el Consejo Directivo de la universidad está bajo la mano, bajo la dirección del Obispo.
– Dr. Ramón Abel Castaño: su relación con el Padre Pedro Antonio Gómez…
– Una de las grandes preocupaciones del Padre Pedro Antonio Gómez era buscar el apoyo de los granadinos que vivían fuera de Granada, o sea las colonias. Entonces en desarrollo de ese propósito, él hizo contacto con la colonia de Granada en Medellín. En una de esas reuniones él me invitó, nos conocimos, nos hicimos muy amigos y empezamos a trabajar juntos..
– ¿En Cooperativismo?
– Primero que todo en actividades de la Parroquia.
-Cómo nació Coogranada, o la Cooperativa San Pío… El Padre Jaime…. Jaime…. un Jesuita bogotano que fue fundador del Cesde y de Coodesarrollo, … Jaime Martínez Cárdenas. El vino un sábado aquí a mi casa y me dijo: “acompáñame a una gira que voy a hacer por el Oriente”… Era la idea de fundar unas “cajas” de ahorros. Baste decir que de todo el Oriente, el único que se interesó fue el Padre Pedro Antonio Gómez que ya tenía ideas con un grupito que se estaba formando. Esa fue la San Pío X…” Hoy Coogranada (Agregado nuestro)

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.