Esta es la historia de un gallinazo, gus o gual granadino en la que nos cuenta sus dichas y desventuras, desde que comenzó a tener uso de razón:

Esta es la historia de un gallinazo, gus o gual granadino en la que nos cuenta sus dichas y desventuras, desde que comenzó a tener uso de razón:
-Nací en una de las cúpulas de la iglesia filial, desde donde, antes que los cantos solitarios de Esther Castaño en el templo, me aprendí casi toda la música de Darío Gómez, el Charrito Negro, Jorge Celedón, Carlos Gardel y otras que ponían en el kiosco.
Me parecía muy raro, pero bonito ver que mi papá y mamá tenían vestidos negros y en cambio, a mí, comenzó a salirme una lana toda blanca, de manera que creí que era que mi pobre mamacita, había tenido amores con un palomo que rondaba también la misma torre. ¡Qué pesar!
Después, cuando comencé a tomar un color como cafesusquito, empecé a sospechar fue del gallo; pero luego, ya algo mozo, comencé a batir unas alas negras, como las tenía mi santa madre que tan buena era.
¡Qué bello era yo!: delgadito, con piquito aguileño y con la cabecita y el cuellito todo pelaíto, -alguito parecido al autor de este artículo-, pero más avispado.
En la otra torre había también nacido otro gallinacito y entre los dos salimos a dar un paseo por la vereda Las Vegas.
Vimos dónde había sido fundada Granada; una quebradita (la Santa Bárbara, dicen por ahí), que sigue para abajo y tiene una caída lo más de vacana en una vereda que se llama La Cascada.
Subimos y descansamos abriendo las alitas sobre los tejados del cementerio que a nosotros nos olía muy sabroso. Pero era lo más de raro, porque la gente que entraba se tapaba las ñatas, justamente donde nosotros disfrutábamos tanto.
Después de un rato de divisar la panorámica de Granada, nos fuimos cada uno para su torre. Allí, mi mamá comenzó a contarme cosas y a prepararme para la vida:
Me contó que Noé, el del Arca, después de pasar cuarenta días de una llovedera miedosa que inundó toda la tierra, mejor dicho el Diluvio Universal, mandó a un antepasado mío a ver si había escampado. Esperaron y nada que volvía, porque con esa mortandad tan grande que hubo, tenía comida para toda la vida. Es que Noé ni se acordó que ese abuelo mío comía era pura carroña, y ¿quién y a qué iba a volver? ¿Ah?
Me dijo que no me acomplejara y que estuviera preparado porque los muchachos comienzan a afinar la puntería, tirándonos piedras.
Me advirtió que me cuidara mucho cuando fuera a pasar cerca de las líneas primarias de la energía, porque si con las alas tocaba dos de esas, quedaría chamuscado y tendría que comerme como a una mortecina.
Me avisó también que, si un día de estos iba al Aeropuerto José María Córdoba, pusiera mucho cuidado de unos aparatos que también volaban, porque en las alas tenían unas turbinas o motores por donde se habían metido algunos de nuestros vecinos y que nunca volvieron ni a deshacer los pasos.
También me dijo que no sabía si porque éramos negros o guachipelados, siempre se referían a nosotros en tono de burla: Por ejemplo, cuando un tipo tenía muchas mujeres le decían que era un gallinazo, siendo que yo ya creo que mis papás no son polígamos.
Además, estaba toda sentida que porque el símbolo del Espíritu Santo y el de la tal paz era una paloma, viendo que nosotros la paz la tenemos hasta en nuestro género: Rapaz (como dice Sabas Mandinga).
Estábamos conversando así, cuando llegó mi papá con un esparadrapo en la nuca y la peladura del cuello ya le llegaba a la cola. Era que se había encontrado con un pájaro cinco veces más chiquito que él, pero más bravo que un “verraco”.
Era un sirirí que nos la tiene velada a los gallinazos y cada que nos ve, se nos avienta como una bala. Lo más raro es que la bronca que nos tiene no es porque comamos lo mismo, porque ese es insectívoro y a nosotros ni los insectos que se comen a los animales muertos, nos gustan. iAntes nos dan asco esas moscas verdes tan feas!
Después de juagarse las patas en aguasal caliente para quitarse el molimiento, papá que es más resentido que mi mamá, nos contó lo de la pelea y estaba todo envidioso que porque un primo de él, estaba posado en el escudo de Colombia: era el Cóndor de los Andes. “Ese puesto se lo ganó de puro grande y “acabarropa”, porque la misma carroña come él que nosotros”. -dijo.
Me cansé de que mis padres estuvieran tan preparados contra todo mundo y me prometí que al otro día, conocería otra versión de las personas, que al fin y al cabo no eran tan animales como nosotros, creo.
Dormí, aunque las campanas me despertaban cada media hora y por mi lado se sentían volar los murciélagos, a los cuales no les tengo miedo, pues sé que son insectívoros; también pasaban las lechuzas que miraban con unos ojazos grandotes, la cosa más miedosa, pero llevaban en el pico puros ratones y lagartijas. Gracias a Dios no soy ninguna de esas especies. (¡Así pensaban los humanos, hasta que llegaron por ellos!).
Muy de mañana me tocó salir a buscar comidita con mis papás; en un potrero cercano habían votado un perro y nos lo echamos a la barriga.
Volaron mis progenitores a un pino cercano y yo, que había quedado de encontrarme con mi amigo de la otra torre, me fui para La Variante.
Allí escuchamos a un mancito que iba a contarle un chiste a uno de sus amigos. Empezó el hombre, lo más de gracioso a decir:
“Oiga pues, la chiva que me cogí”:
“Un gallinazo estaba vomitando de la manera más miedosa en El Carmelo; eso miraba para arriba y soltaba tamañas bocanadas de comida. Esto que ve uno de sus amigos y muy preocupado y con la frente arrugada, le preguntó:
– ¿Qué hubo pues, amigo Gallinazo?-
¿Qué es esa vomitadera tan horrible que tiene?- ¿Es que está su novia embarazada o qué?-
– ¡Nada de embarazo!– contestó el enfermo-. ¡Usted sabe que yo casi no soy “gallinazo”!; -ipero si le contara, llavecita!-
– ¡Cuente, cuente pues, después que deje esa arquiadera tan horrible!-
-iEs que no quiero ni recordarlo! Estaba yo tranquilamente en el matadero comiéndome las cochinaítas que tanto me gustan, y yo, que soy tan cismático, soy tan demalas… ique me salió un pelo en la comida! ¡Gáaaaaas, carajo!
¡Y ya fueron dos los gallinazos vomitando en El Carmelo!”
Soltó la carcajada el muchacho y se emocionó contando más chistes:
“Qué le parece hombre, que volaba una bandada de gallinazos detrás de otro que llevaba su presa que le colgaba del pico. Por maldad, uno de ellos le pregunta:
– Oiga, hermano. Usted que es tan avispado, ¿de dónde es?
El gallinazo que tenía la presa se llenó de orgullo y dijo: iSoy de Caramanta!, y al abrir su pico, soltó la presa.
Ya con ganas de vengarse, le preguntó a quien tomó su presa:
-¿De dónde sos vos?
-De Titiribí, contestó el otro, apretando muy bien su pico y dejando al otro, esperando que soltara su deliciosa presa.
Siguió el muchacho contando chistes, pero me fui para otra parte, para no escuchar cosas tan perversas y bobas contra nosotros.
A pesar de ser animal, me estaba interesando en la lectura y especialmente en la zoología, que me encantaba, pues me sentía parte de ella.
Desde los tejados de la Casa de la Cultura, por una rendijita, vi el texto que Mario Gómez degustaba en esos momentos y supe que yo soy de la especie de los buitres, que son mucho más grandes que yo y eso me dolió mucho, porque tienen una fama de carroñeros y hasta pandilleros, miedosa.
Pero, lo que me ofendió fue al ver la foto de un gallinazo grandísimo con cara arrugada, que le llaman Arpía; y más soberbia me dio cuando supe que así le decían a una mujer que fuera chismosa, mala, fea y flaca.
Comentario:
Se fue muy triste para su torre, dispuesto a lanzarse de allá; pero se acordó que tirándose no se suicidaría, pues sabía volar y muy bien. Entonces se le hinchó el buche de orgullo al recordar que esa virtud la envidiaba hasta el más inteligente de los hombres, quienes, ¡pese a ser tan vivos no tenían vuelo autónomo y se metían a esos tales aviones que tantos amigos suyos se habían tragado en los famosos motores que tienen en las alas.
Glosario:
Gual, gus: Así se conoció al gallinazo en Granada, lo que originó algunos apodos.
Cafesusquito: Color café clarito.
Las ñatas: Las narices.
Guachipelados: Con el cuello sin plumas.
Molimiento: Dolor muscular después de caminar mucho o hacer ejercicio.
Buche: Estómago del ave.
Mancito: Hombre.
Llavecita: Amiguito.
Arquiadera: Movimientos del esternón antes de trasbocar.
Avispado, vivo: Hombre muy despierto.

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.