O LOS INICIOS DEL AMOR

…Tiritando de frío se recuesta a la entreabierta puerta y siente que algo blando la atranca. Sospechando quién pudiera estar detrás, con más gusto se recuesta; hasta que sin aire y morada sale de su escondite la suegra, quien, para no hacer ruido, había llegado calzando unos tenis, que son el arma letal de los novios…

Estamos en la Granada de los años 70’s.

Desde hace un algún tiempo a Eduardo se le va la respiración y comienza a sudar cada que mira a una monita, alguito pecosa, que vive cerca de su casa.

Cuando la ve, pese a su timidez, le mata el ojo, le hace monerías y ella se hace como si no se diera cuenta de ello.

Él se rasca la cabeza, pensado cómo lograr arrimársele, pero sin que note mucho su afán, para que no se vuelva muy creída.

A punta de regalarle mecato, se hace amigo de uno de los hermanitos de la muchacha y le “manda saludes”, esperando que “se las retorne”; pero ella, tímida a sus 15 años larguitos, ni atina a comprender la magnitud del mensaje.

Nuestro héroe (ique harto de hombría se necesita!), insiste mandándole razones con el futuro cuñado y le manda a pedir la arrimada, la cual, luego de un tiempo, logra al fin.

Se viste para la ocasión lo mejor que puede, se unta la loción Tricófero de Barry que usa su papá y se afeita las pocas lanas que le han nacido; pero qué gracia, si con una punta del lado izquierdo de la ruana que se echó al hombro derecho, se tapa hasta el bigote y sólo se le ven los ojos y el copete.

Un amigo lo acompaña hasta la esquina y llega a la puerta de la casa de su traga.

Con una capul que cae sobre su frente, aparece la tímida jovencita; sonríen bajito y el diálogo es como sigue:

-¡Buenas pues, monita! ¿Cómo estás? ¿Estudias o trabajas?

Y aunque el hombre sabe de sobra que la casa es la de ella, le pregunta temblando:

-¿Vives por aquí?

-Ella a todo le responde con palabras cortitas:

-Bien, Estudio; sí; ajá; claro.

Después de este largo (?) diálogo, quedan de encontrarse al día siguiente, para ir a misa de seis, y luego entrar a la heladería, pero sin que los suegros lo sepan, porque está muy niñita y se madura biche, entrando a esas partes que son para los mayores. le dicen-.

Semanas después ya están ennoviados y adquieren más deberes que derechos, al pronunciar un Sí de compromiso.

 

En cada esquina, después de despedirse, esperan darse la última, antes de perderse cada uno por su lado, llevando en su mano, pedazos del cono Fuente, que han comprado en las Gardenias, de plaza principal.

Ya nuestro galán lleva tres meses de ir a la casa de la novia y aún no lo han dejado entrar, por lo que tiene que aguantarse unas noches frías y lluviosas en plena acera.

Tiritando de frío se recuesta a la entreabierta puerta y siente que algo blando la atranca. Sospechando quién pudiera estar detrás, con más gusto se recuesta; hasta que sin aire y morada sale de su escondite la suegra, quien, para no hacer ruido, había llegado calzando unos tenis, que son el arma letal de los novios.

Pero la suegra aún no hubiera podido escuchar o ver nada, pues los novios ni siquiera se cogían de las manos, pues andaban sugestionados: Era que donde las monjas veían películas donde una pareja se había cogido de la mano y sin besarse siquiera, la novia había resultado embarazada.

Eduardo entraba ya hasta la sala, y no se mojaba al menos; pero seguía la suegra metiendo las narices en toda parte y para ello se ingeniaba tretas increíbles:

Se sentaba en una pieza del corredor y apenas dejaba asomada la punta de los zapatos, para que supieran que estaba ahí. Muy tarde se dieron cuenta que sólo estaban los zapatos, pues la dueña, ya estaba acostada hacía rato.

El suegro, en cambio, no intervenía mucho, pero con los cuentos de su mujer se mantenía enterado de todos los movimientos e intenciones de la pareja. A las 10 de la noche, éste comenzaba a toser de la manera más miedosa, señal inequívoca de que ya era tiempo de que el novio se fuera para su casa. Para él, también, estaban reservadas otras tareas: ver si el novio era de buena familia, apurarlo para que se casara jalándole la ruana o ponerlo a moler caña con una máquina manual de cilindros y manivela de madera llamada justamente: mata yernos. Si aguantaba esa prueba, era porque el hombre sí era varón y estaba interesado en la muchacha.

Por fin, exponiéndose a un embarazo no deseado, se dieron un beso sí deseado, con el cual sellaron un amor que, se esperaba, sería eterno.

Hoy, 30 años después, los veo otra vez solos por la plaza; pues los hijos de la pareja están estudiando ya en la ciudad y han semi abandonado su nido, como en la canción El Camino de la Vida del maestro Héctor Ochoa. La vida sigue su marcha.

Glosario:

-Monita: De cabello y piel color blanco

-Mecato: Panes, confites, golosinas. 

-La arrimada: Mandar a pedir permiso para acercársele.

-Copete: Mechón de cabello al frente de la cabeza. 

-Traga: Mujer de sus sueños; amor a veces solo imaginario. 

-Capul: Cabello en la frente recortado horizontalmente y parejo. 

-Biche: Aún sin madurar, pero que tiene delirios de grande. 

-La última: La última mirada antes de doblar la esquina. Era una señal de que se había ido tranquilo, sin rencores. 

-Jalar la ruana: Costumbre de el suegro de pegarle un tirón a la ruana novio que llevara mucho tiempo  con su hija sin definir nada de matrimonio, para luego, dejarla solterona y triste. Era casi un ultimátum.-

 

José Carlos

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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.