LAS TUMBADAS Y COSAS DIVERTIDAS EN LOS 60´S
…Y, es que no eran gratuitos los temores sobre la ciudad, porque a donde llegaban, hace más de 60 años las flotas de los pueblos e incluso de las ciudades, era conocido por la radio como el “tenebroso sector de Guayaquil” donde podía pasar de todo. Por eso, tener precaución era tan importante ante tantos malandros juntos:
A MEDELLIN POR PRIMERA VEZ
LAS TUMBADAS Y COSAS DIVERTIDAS EN LOS 60´S
Continuación.
¿Estos en qué pensaban?
Dos hermanos, dicen que granadinos ellos, negociaban con huevos que llevaban a Medellín y cierto día se les arrimaron dos tipos que sabían que en el local donde los vendían, les habían entregado plata; y le dijeron a uno de ellos:
-Somos de Seguridad y Control y estamos tras la pista de ese negocio, ya que parece que allá están pagando con dinero falso; por lo tanto, necesitamos que usted nos muestre la plata que le entregaron, para poderla revisar.
¡Él la entregó muy agradecido! El agente del DSC, se alejó para hacerla revisar en El Permanente o inspección de policía más cercano.
Pasó el tiempo, y nada que aparecía el bondadoso representante de la ley; pero ellos estaban tranquilos charlando con el otro agente que les decía que era que el sitio era un poco alejado del centro; pero que esperaran.
Rato después, el acompañante les dijo, mirando su reloj:
-Ya ha pasado suficiente tiempo y parece que esa plata está como malita, porque aquel no regresa. ¡Espérenme aquí que voy a buscarlo!
Entonces, el otro de los hermanos, le dijo, emocionado y agradecido:
-Oiga señor. Ya que va para allá, ¿por qué no me hace revisar también esta platica? -Y se la entregó también.
Comentario: me da la pequeña impresión o pálpito de que toda la plata salió mala.
Y antes que agradezcan que no los metieron a la Guandoca por aturdidos.
El sombrero robado:
Llegan los bisoños pueblerinos al Guayaquil de los años 60. De pronto un tipo le agarra una oreja al parroquiano quien mira para el lado de donde fue jalado; inmediatamente, por el lado opuesto, otro le agarra el sombrero Barbisio y arranca a correr a mil por hora.
En la esquina, comienza el ladrón a mostrarle el sombrero a su víctima, para que vaya por él.
El pobre don Emilio se queda más confundido que Adán en el dia de la madre, pues calcula, con razón, que si va por el sombrero, lo más seguro es que le pegan la atracada más berrionda.
De ésta ingeniosa forma, le quitaron los sombreros y el dinero a más de uno de nuestros paisanos.
Fotos y más fotos casi gratis
Un hermano mío preguntó a un fotógrafo callejero por el valor de cada foto. Este le dijo sólo el 10% de lo que valía, que era su comisión. Por lograr la ganga, se hizo tomar una cantidad enorme de fotos, montado en una motoneta Lambretta, Eso se las tomaron haciendo carrizo, con la mano debajo de la cumbamba, o en la cintura tipo jarrón, pero con la mera cuota inicial, lo dejaron pelado y buscando a hermano para que le prestara con qué volverse para Granada. Sobra decir que las fotos nunca fueron reclamadas, porque hubiéramos tenido que hipotecar la casita, para poderlas pagar.
Paquete muy real
Con el mismo hermano, que al parecer atraía a los pillos, iba por Amador con Bolívar, cuando se arrimó un tipo que nos ofreció un paquete de tela, que según la etiqueta que le colgaba, medía 5 metros. Yo lo negocié y mi hermano, todo emocionado, lo pagó. Entonces, le advertí:
-Mucho cuidado, hermanito; agarre bien ese paquete que por aquí hay muchos ladrones.
Y, claro que si los había; porque ya estábamos tumbados o timados. Era que el tal gran corte no era más que una brinchita de tela que envolvía periódico húmedo que le daba peso y además no sonaba raro al apretarlo.
Claro que el maganzón ya había pensado venderle a otro hermano, dos metros de tela por lo que le habían costado los supuestos cinco. Ese pedacito de corte terminó sus días, tapando la jaula de un pájaro.
Pero, qué diáscotes; así es que se aprende: a la berraca.
¡Allá voy, muchachas!
Aunque este no es un cuento de tumbadas, se puede se puede decir que sí, porque al protagonista casi lo tumban, pero de otra parte. Es interesante pues, contar, aunque sea ahí por encimita lo que le pasó a un paisano quien muy arrecho le dio por entrarse a El Sótano, un bar subterráneo situado en la calle Pichincha, cerca de la esquina que da con la carrera Bolívar. Su plan era conquistar a una de las damiselas que se ofertaban en el sitio.
La única que le paró bolas fue una mujer grandotota, que más bien parecía una luchadora de Sumo japonés. Colgó el sombrerito y la ruana de un clavo… y comenzó la faena.
La mujer, quien era toda una profesional en ese oficio tan antiguo en el mundo, lo sacudía de la manera más horrible: Eso lo abrazaba y apretaba hasta dejarlo sin aire; lo oprimía hasta casi dañarle las coyunturas; eso lo tiraba hasta el techo como a un muñeco de trapo, con peligro inminente de ser agarrado por el ventilador.
De pronto, el paisano, jadeando, más por miedo, que por emoción, le suplicó:
–Ya no me aviente hasta tan arriba, que es que de pronto me ven desde Granada, por esa ventana, y qué pena.

Serie Completa

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.