
UNA RESEÑA DE CÓMO VIAJAR EN UN CARRO DE ESCALERA, LO QUE PASABA DENTRO Y LA LLEGADA AL PEDRERO.

A MEDELLIN POR PRIMERA VEZ
A fines de los años 60.
Ya ha salido el carro de los negociantes que llevan huevos y mantequilla de campo; todo lo cual tiene sus clientes fijos en Medellín.
ahí van, entre otros, Pedro Lunarejo, Ramón Conejo y Tomás Mocho, todos ellos carniceros; también Liborito Quintero, negociante de granos y abuelo de Los Cocineras o Bilorios.
La camioneta, carro escalera pequeño y con la parte superior roma o redondeada adelante y atrás, se ha estado llenando de gente desde las tres de la mañana, hora en la que los menores de casa van a cuidar los puestos para los hermanos mayores, o para los papás.
Mi hermano y yo no hemos podido dormir debido a la emoción del viaje, por lo cual estamos desde las 4:30 ya montados en el carro.
5.00 AM. La camioneta, manejada por El Viudo, sube por la calle Boyacá, va por el cementerio, pasa por el retén de El Ramal y se interna por la carretera destapada, rumbo a Medellín.
Dentro van los granadinos que han venido al pueblito a pasar el fin de semana; vamos también nosotros, Florencio Salazar y Amadorcito García, quien sin ningún miramiento comienza las oraciones y los rosarios que entonará en las casi cuatro horas que durará el viaje.
Va también la encopetada señora que lleva empuñado el billete de un (1) peso, hasta que el sudor lo despinta por los dobleces. ¡Otras llevan el dinero en el brasier!
¡Es la primera vez que vamos pa’ Medellín!
Unas niñas, entre ellas la que luego sería mi esposa, son tapadas con l ruana del papá, porque están aterradas y creen que se van a caer de por lo cual pegan tamaños alaridos de miedo.
Los postes del telégrafo pasan en contravía; se comienza a sentir que de la camioneta se pone caliente… entra a El Santuario, a Marinilla y a Rionegro, donde cogemos pavimento. Los postes corren ligero a nuestro lado. En las rectas parece que el carro está quieto y que la que corre es carretera, como una banda sin fin, por debajo de él!
8:00 a.m. Pasamos por la vereda Santa Helena, zona rural de Medellín:
Largos cercados de pinos adornan las fincas cercanas al retén de la Police, una lluviecita trata de opacar el paisaje que, presumimos, se verá desde la loma.
Alguien, dentro de la camioneta, burlescamente aconseja a los narizones que se hagan en la banca de atrás, para que la nariz no se enrastroje en cada curva de la falda que habremos de bajar. Florencio Salazar logra, en una dormida de Amadorcito, entonar también sus oraciones. Todo es tranquilidad entre los más duchos y curiosidad en los primerizos, quienes estiramos la nuca para ver cómo es la ciudad que inspiró a Jaime Sanín Echeverry, autor de Una Mujer de Cuatro en Conducta, salida justamente de esos lados y que, según mi hermano de al lado, es una belleza de novela.
Por las calles de Medellín, baja rauda la camioneta rumbo a Amador con Tenerife donde, en pleno Guayaquil leemos: “FLOTA GRANADA. Tel: 41 27 14” RAUL BEDOYA (Gerente)
ahí nos bajamos más asusta ‘os que un mico recién cogido y vemos en el Bar Yanuba, a las primeras mujeres coperas que hayamos conocido, pues ese oficio en el pueblo era exclusivo de los hombres. Y lo más berraco es que charlan con paisanos lo más de sanos en el pueblo, pero lo más de confianzuditos con ellas.
Debemos entonces subir por pleno Pedrero a coger el bus que nos llevará a donde el tío que vive en Medellín; no propiamente en el centro, como cree uno que viven todos los de allá.
Los ayudantes de carro gritan las rutas:
–Berlín, Aranjuez; Aranjuez, Berlín”. Buenos Aires, Buenos Aires. Villa Hermosa.
Las vendedoras anuncian sus productos:
-¡Tengo la arepa delgada. Morcilla de l’angosta y de l’ancha!
-Tenemos el Casao que es un buñuelo grandísimo y un pedazo de natilla.
-Oiga mi don; no me toque la papaya que me la malluga. Todo ello gritado al compás de la música guasca o de carrilera que, ya a esa, hora sale de las cantinas y prostíbulos de El Pedrero.
Y uno todo asustado porque, se decía, Si sale de ahí sin ser atracado, es un milagro
Al fin logramos salir a Bolívar y coger ligerito el carro pa’ onde el tío de Medellín.
Gracias a Dios no nos habían robado los zapatos Grulla que aposta eran de un hermano, ni la platica que la habíamos repartido en las medias y los bolsillos para que, si la robaban de una parte, quedara al menos el pasaje para volvernos pa’l pueblo… (Continuará).
Parte 2: Las “tumbadas” en el centro
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José Carlos
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Navegando por Granada
Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.