
Antes de 1807, empezó a llegar gente como desplazada (pero no), a una finca que tenía don Juan de Dios Gómez Castro. ¡Eso llegaba gente de El Santuario, de Marinilla, de El Retiro! ¡Hasta de San Pedro (Antioquia), comenzaron a llegar!
Les pareció como sabrosito un sector llamado Las Vegas y comenzaron a hacer casitas de tapias o de bahareque y se fue conformando un caserío.
Al dueño de la finca le pareció que era gente como bacana y laboriosa y en vez de chocarle y sacarlos ventia’os, antes los animó y les dijo:
Pidamos permiso pa’ hacer una capillita y, ¡Tranquilos que yo regalo el lote pa’ la iglesita y pa’ que ustedes no sigan por ahí vagando sin rumbo, como creo que va a pasar dentro de doscientos años por aquí!
Ahí mismo le escribieron al Gobernador, quien dijo que: ¡Ah, bueno! Y el obispo de Popayán dijo: ¡Que ahí mismo, que tranquilos! Y que así era como le habían contado que eran los paisas y los autorizaron a hacer la capillita.
El 31 de enero de 1807, ya la tenían y llamaron al párroco de Marinilla que para que les celebrara la primera misa, ya que la primera piedra, hacía ya tiempo que la habían puesto ellos mismos.
El padre JORGE RAMON DE POSADA, que era un curita de esos echa´os pa lante, celebró la Primera Misa, justamente en esa época cuando ya Simón Bolívar, Córdova y demás patriotas, estaban todos piedros por la dominación española y planeaban acabar hasta con el nido de la perra y con esa pendejada de impuestos que los tenían ya, como más o menos nos tienen en el día de hoy: en la ruina.
Fueron primeras pobladoras y fundadoras las siguientes familias:
Gómez: 8 habitantes.
Giraldos: 7 habitantes.
Tamayo: Que eran cinco (5) hermanos venidos desde San Pedro, Antioquia.
Alzate: 5 habitantes.
Con cuatro personas, estaban los siguientes apellidos:
Herrera, López, Duque, Vergara, Castaño.
Con tres personas, fueron los siguientes:
Aristizábal, Jiménez, Serna, Zuluaga.
Con dos representantes estaban:
Garcías (uno de ellos del Retiro); Buitrago, Arias, Urrea, Hoyos.
Con una sola persona por apellido estaban:
Los Gutiérrez; González, Yepes, Boteros, De la Serna, Franco, Aguirre, Montes, Pineda, Ocampo, Rivas, Bravo, Valencia, Quintero Ramírez, Agudelo, Quiceno,
Este Jorge Ramón era un sacerdote emprendedor, que les enseñó a los cocornenses a cultivar la tierra, y a los granadinos (que ni ese nombre tenían todavía), a explotar las minas de sal de Cruces, y a otros paisas a beneficiarse de las minas de oro. Era idéntico de progresista al Padre Clementico quien después trabajaría en éste pueblo durante 62 años de su vida.

Pasó el tiempo.
Ya llevaban unos añitos y notaron que los niños se ponían como embucha’os y lombricienticos; como que era poco lo que pelechaban y que los hombres se iban poniendo más desnutridos, pero más hacedores de familia, (¡porque la desnutrición como que es el Viagra o el borojó más efectivo que hay!). Notaron que las casas se mogociaban y había muchas filtraciones en ellas, porque el terreno era muy pantanoso. ¡Y que hasta gusanos Santa María y muchos moscos había por allá!
Hicieron un censo en 1812, para ver qué tan grande se necesitaba el pueblo y Granada solo tenía 834 personas.
Miraron para arriba y vieron que antes de llegar al filito (de Minitas), había un morrito, aunque algo faldudo pero al que no era sino espalmar para hacer la plaza.
Con esa cantaletica de trasladarse estuvieron, hasta que el gobierno les dio permiso para que se trasladaran para donde ellos querían.
En 1817 declararon municipio a esa brinchita de Pueblo.
Y a’i mismo se trastiarion para allá (¡o para acá!). Era el año de 1822.
Ya antes le habían puesto al pueblito un JUEZ POBLADOR, (el que había regalado el lote de las Vegas, o sea JUAN DE DIOS GOMEZ DE CASTRO). Este podía resolver bobaítas de linderos y de marranitos que se pasaban a los otros ara’os.
Era la gente tan hermanada, que casi no consiguen un muerto para poder inaugurar el cementerio. Entonces le pusieron al caserío el nombre de SANTA BARBARA DE LARISSA, por la historia que más abajito les contaré.*
Hicieron una capillita (¡la segunda!) que sería luego la iglesia filial. (No la de abajo, porque tampoco había la de arriba). En esa iglesia bautizaron a gente importante como al después monseñor, Gregorio Nacianceno Hoyos, al también Monseñor Tiberio de J. Salazar y Herrera, Francisco Luis Jiménez el cooperativista y a todos los tatara tatara abuelos de nosotros los que nacimos aquí.
¿POR QUÉ EL NOMBRE DE SANTA BÁRBARA?
Resulta pues, que un señor que cargaba trasteos y señoras en la espalda (o sea terciador) y que vivía aquí cuando todavía éramos vereda, era muy devoto de Santa Bárbara de Larissa y le rendía honores en una capillita que había donde hoy está el Municipio de El Santuario.
Eso le pedía a toda hora que cuidaíto lo dejaba morir sin recibir los santos óleos, o el Sacramento de la Extremaunción.
¡Y preciso!
Una vez que venía con mercancía desde el río Magdalena (Nare) para Rionegro (¡Siempre era como lejitos!), comenzó a sentir como unos temblores y mareos, se le subió la fiebre y le comenzó una tiritadera que se le derramaba hasta un banano y no tenía ni una aspirina para los dolores (porque todavía no la habían descubierto).
Comenzó a pedirle pues a Santa Bárbara para que se acordara de lo mucho que le había rezado para que no lo dejara morir sin confesión, y se maluquió.
En ese mismo momento, como por telepatía que decimos hoy, a un padre que estaba en Bogotá y que se llamaba José María Pineda, le dio como una ventolera (parecida a esas que les da a las embarazadas) de venirse para Marinilla.
Eso se voló hasta sin permiso del convento y se vino con un acelere el verraco.
Cogió hasta Honda (Tolima), agarró un champán (barca) y navegó por el río Magdalena hasta Islitas. Allí le contaron que el terciador Agudelo estaba que paraba los tarros y que pedía, como soñando, a un sacerdote; pero que por esas soledades no se encontraba uno ni pa’ remedio.
Agarró el padre para allá y lo encontró con unos emplastos de hierbas en la cabeza y oliendo a pura infundia de gallina y ya casi muerto. Eso lo confesó, le aplicó los santos óleos y entregó el alma del terciador al señor.
Los campesinos que acompañaron al padre, dijeron luego, que don Agudelo se había muerto con un color hasta bonito: amarillo. ¡Claro, era fiebre amarilla!
A’i mismo que se murió el pobre señor, al padre se le quitaron las ganas de seguir para donde iba y pensó que ¡después se comería la arepa de mote y los frisoles cachetones que su mamá le hacía en Marinilla! y se devolvió para Bogotá, donde de seguro se las ganó con sus superiores; pero él les explicó lo raro de esa corazonada que le había dado y que tanto bien le hizo al humilde señor Agudelo, tanto que hasta se murió dichoso.
Esta es la historia del por qué a la que hoy es Granada, se le llamó SANTA BARBARA DE LARISSA. Después tuvo otros nombres como VAHOS Y GRANADA, que es el que ahora tiene; porque el de Vahos les parecía que era como feo y hasta oloroso.
Bibliografía: Basado en datos del Periódico Voz Escolar, de Granada l936

José Carlos
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