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¡BALDOMERO A LAS CARRERAS!

Retazos de un juglar

(Lectura: 3 minutos y medio)

Pequeño, descalzo y por lo tanto patiancho; sombrero alicortico y grasoso; él, andariego y declamador. Un costal de cabuya o fique con ropa, atravesado desde el hombro izquierdo hasta el lado derecho de la cadera, por la espalda, es su distintivo.

¡Siempre de afán!

“¡Baldomero, cuéntenos, La Tragedia del Ocho!, esa que comienza así:  ¡Qué desolada se siente la parroquia de Cocorná!” – le decimos.

Entre mordisco y mordisco que le da a una tostada o a un bizcocho, desgrana a pedazos una larga poesía, relato del accidente que pasó en el sitio El Ocho, de Cocorná: “Señores voy a contarles una historia que pasó…/ “…un carro con pasajeros, en El Ocho fracasó…” dice Baldomero.

Al pronunciar cada frase, de su boca sale una lluvia de harinas  la cual cae justamente en nuestra cara infantil. “…Allí al pasar el puente, mucha gente se bajaba, ese día no se bajó…”

¡Y sigue la lluvia de harinas cayendo de su desdentada boca! Otro mordisco y: “… así les dijo el chofer:/ agárresen ligerito, que vamos a perecer…/…Perecieron del Santuario y también de Cocorná, / y el número de los muertos, no se sabe cuál será…”

Deja inconclusa la poesía y arranca con sus versos preferidos: “Al escribir estos versos…/ al escribir estos versos… (repetía cerrando los ojos, como recordando)

…Un domingo en la oración, / se me ocurrió en la memoria/ y puse esta comparación: después de ser misionero / y que tanto he presenciado,) solo yo considero/la desgracia del casado”.

“El hombre que está soltero/ y no se ha podido casar…” (Lo dice como preámbulo o explicación). “El hombre cuando se casa, /se declara prisionero, /sin saber lo que le pasa, /va a toriar un avispero.”

“Casi digo del casado, /lo que digo del chofer, /el chofer maneja el carro/y él maneja a la mujer”.

Comentario. Creeríamos, según el verso, que Baldomero era soltero, pero no. Además, eso de “manejar” a la mujer…pues, inténtelo pa’ que vea mijito quién es el manejado.

Muerde, (si eso es morder), otro pedazo de pan tostado, estira la mano esperando una limosna y declama: “El hombre que enviuda viejo/ y pretende matrimonio, /si no lo tentó el diablo, /lo tentó fue el demonio”…/ “Casi digo del chofer/ la desgracia lo domina /que tampoco le anda el carro/si no le echa gasolina.”

Lo insistimos en que “le diera una maluquera en inglés” y torció los pequeños ojos mirando al cielo, mientras comenzó a fingir unas contorsiones lo más de raras, y a decir: “pen, pencil, iés, not, cat, orenlls, tumorro…

Le pedimos que nos diga el plural de algunas palabras “gringas” y nos dice: “De pencil: penciles; de book, buques”; y el más divertido: el plural “¡de pen: penis!”

Ya, casi sin recoger las pocas monedas, sale por la, en esa época, polvorienta calle del Zacatín, recitando La Tragedia del Ocho y llevando dentro del costal atravesado, las tragedias del pobre artista andariego.

Granada, mayo 7 de 2001

Posterior a esta edición; en el año 2011, se recuperan los siguientes versos, gracias a Héctor Gómez Salazar y a Consuelo Salazar Giraldo, empleada de Coogranada en su momento. :

LA CONFESIÓN

A tus pies, mi sacerdote,/ yo me acuso de mis pecados;/ yo no quiero ir al infierno,

casa de los condenados.

Contrito mi corazón,/ vencido por el pecado,/ es ésta mi confesión;/ mi padre,

yo no he robado.

El domingo en la mañana/ fueron cayendo en mis manos,/ no sé si por equivoco,/

o por suerte, dos marranos.

Una cajita con libros/ de una cómoda saqué,/ como la casa estaba sola,/ esos sí

(fue que) me los encontré.

Me acuso también, mi padre,/  que me robé tres cinchones,/ tres calzoncillos, tres

pantalones;/ y hasta la perra de mi tía Pacha.

El padre, después de analizar la situación, en versos que se pierden de la memoria, impone la penitencia al pecador:

“…. por los tres marranos, si no llevaban cabuya,/ rece cinco padrenuestros por

cada cuatro pezuñas…

… (El penitente replica):

…Si me despacha ligero, / voy por otros dos marranos/ y así quedarle debiendo/ otros catorce rosarios.

En la tradición popular hay un personaje inédito que se fue a confesar, muy arrepentido de haberse robado hacía muchos años una cabuyita.

El sacerdote le preguntaba por todos los pecados, pero el que lo mantenía preocupado era el haberse robado una cabuyita de unos tres metros de larga.

El padre le decía que, comparados con los otros pecados que le había confesado, ese era uno tan minúsculo que no llegaba ni a venial.

De todas maneras, él seguía con la insistencia de la cabuyita que se había robado hacía varios años y no lo dejaba dormir en paz.

El padre, ya intrigado, le preguntó que qué era esa insistencia por la tal cabuyita y por qué lo mantenía tan apesadumbrado y de pronto, le contestó:

Padre, es que en la otra punta de la cabuyita había un marranito…

La tragedia del ocho.

Glosario:

Patiancho: Con el pie muy ancho de caminar sin zapatos.

-Alicortíco: sombrero de ala corta.

-Agárresen: Agárrense, asegúrense.

-Toriar: Alborotar.  

-Tostada: Producto plano y muy tostado de panadería.

-Maluquera: Desmayo, vahído. 

-Cinchones: Cinturones, amarras para las bestias.

-Ligero. Rápido.

-Cabuyita: Tira o cuerda hecha de la fibra de la penca del maguey, fique  o cabuyo.

-Marranito: Cerdo.

-La Tragedia del Ocho: Por los años 50, en jurisdicción de Cocorná, Antioquia, un carro tipo escalera debía de pasar por un puente que estaba fallando. Por eso, antes de pasar, el chofer o conductor hacía bajar a todos los pasajeros para pasar solo con la carga. Para no perder el puesto, la gente salía detrás del carro lo que agravaba más la situación por la vibración producida por las carreras de los pasajeros. Ese día, el puente cedió y se fue al río con todos los que iban detrás de él y algunos que no pudieron bajarse  y hubo gran cantidad de muertos y heridos. 

José Carlos

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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.