Un fuerte olor a cerveza mezclada con aserrín en el piso del Bar El Pielroja de Heliodoro Pelao y Miguel Pinche; cuatro dormidos en una mesa; una guitarra quebrada y con una cuerda rota; un yeso antes blanco, colgando del pie de Polviao, y, en el tocadiscos, suenan, esas sí muy afinadas y con bajo volumen, El Esquinazo, Mañana es Mentira, Engañera pa’ onde vas, Mi Mazatlán y otras bellezas.

 

Vean pues lo que me contaba un Merendero de lo que era una serenata en la Granada de los 70s.: 


“Estamos en mayo 30 de 1975 y hay alarma general en la calle de Los Pichingos:

¡Se están robando las gallinas de la casa de los Giraldo, y aposta las más gorditas!

Esa misma noche, a las 11:00 p.m., para mayores señas, estamos afinando las voces y la única guitarra. Olores a chocolate, aguardiente, cigarrillo y caldo de gallina invaden el ambiente de la casa de Jorge Quintero quien, junto con Efraín Giraldo, el de la gallina perdida y Horacio Parra, el de Ramón, ponen cuidado a lo que se cocina!

Entre tanto, Polviao y yo, ensayamos las canciones que habremos de cantar esa noche de serenata.

Polviao es un muchacho peli liso y mono, a quien se le quebró un pie, razón por la cual, los médicos le enviaron a Granada a descansar y a cuidarse guardando cama. En los ratos de ocio, le dio por aprender a zurrunguiar la guitarra, y algo se le pegó. Lo cierto es que, si no aprendió mucho a cuidar la pata, mal que bien, al poco tiempo ya tocaba la guitarra. Con lo que sabía de ella y uniendo mi voz a la de él, arrancamos pues, a dar serenatas.

12:30 de la noche:

Salimos a la calle. Los borrachos pasmados que llegan de Las Gardenias, el Kiosco, La Donald, La Junín, El Salón Granada y otros negocios, y hasta los policías, se pegan al grupo y al cabo de pocos minutos, ya somos 15 personas las que iremos a dar la consabida serenata.

Subimos, primero que todo, a la casa de mi novia, al frente de la cual, en fila, los borrachitos se sientan todos juiciosos, con la cabeza entre sus manos y codos sobre las rodillas, a oír casi con devoción la serenata, la cual, no se sabe si emocionaba a la novia, o entristecía a los desvelados suegros; lo cierto es que, siempre asomó su cabecita con trenzas por la terraza, recortándose su imagen contra la loma de la cruz!

Si estaban juiciosos, era por la promesa de que a sus mujeres también se les llevaría serenata y gratis. 

Seguimos andando el pueblo. Las campanadas de la iglesia de arriba vuelven a la realidad del deber a cumplir.

2.00 a.m. El trago y la infundia de la gallina perdida de Efraín comienza a causar sus efectos post eufóricos en uno de los merenderos que deja semidigerido alimento al pie de un paral de la luz, en la falda de iglesia. Seguidamente, se enlaguna el guitarrista y segunda voz, quien, riéndose, intenta subir toda esa loma, con la guitarra en una mano, la muleta en el sobaco, el pie enyesado y una rasca de padre y señor mío.

Como podemos, lo agarramos de manos y yeso (que no pie) y lo subimos hasta el frente de la casa de Jorge Congo, donde en la acera, empieza a recobrar el aliento, más no el sentido y tira lejos la guitarra ¡Menos mal que no estamos concursando en guitarra flamenca!

3.30 a.m. Los pasmados siguen tras de nosotros, ayudándonos a lidiarnos la perra que todavía tenemos.

Como podemos trepamos hasta más arriba de Pispirís, donde tenemos que dar otra serenata a una linda muchacha de Ramoncito el Personero, muy apreciada por uno de los borrachos acompañantes.

Empezamos a desgañotarnos interpretando canciones como: Nadie Me Espera, Sueño y dicha, Hurí, Las Acacias, El Limonar, dejando en cada una de ellas, lo mejor que se puede después de una rasca, donde ya da asomos el famoso Guayabo.

5:30 am. Bajamos a la plaza. Saludamos a José Regueros, quien es profesional en eso de cuidar carros y despertar dormilones que debe madrugar.

Un fuerte olor a cerveza mezclada con aserrín en el piso del Bar El Pielroja de Heliodoro Pelao y Miguel Pinche; cuatro dormidos en una mesa, una guitarra quebrada y con una cuerda rota, un yeso antes blanco, colgando del pie de Polviao, y, en el tocadiscos, suenan, esas si muy afinadas con bajo volumen, las canciones El Esquinazo, Mañana es Mentira, Rancho Chileno, Engañera (pa’ onde vas?), Mi Mazatlán y otras bellezas.

Tarde, muy tarde ya ese día, nos dimos cuenta de que la última serenata se la dimos a una casa equivocada, pues debido a los efectos del licor, la nomenclatura esa del “más arribita del pino”, se trocó, en la de “más abajito del pino”. De manera que la lista de canciones escritas en un calendario, a falta de tarjeta, se perdió esa noche por debajo de la puerta de un salón vacío, al que solo se abría muy de vez en cuando o sea, cada año por la cuaresma.

Ahora, muchos matrimonios de los que aún subsisten (o subsistimos). agradecen su unión a este ata’o de locos a quienes un dia de 1975, les dio por ser BOHEMIOS Y JUGLARES.

Dibujo de carátula: Rafael Álvarez Tobón. RAFA 

Glosario:

-Merendero: Persona que cantaba en las serenatas lo aprendido de manera autodidacta y sin técnica y que lo hacía por una pocas monedas o por el licor y comida (merienda) que le daban. 
-Zurrunguiar: Tocar torpemente la guitarra
-Borrachos pasmados: Ebrios con síndrome de abstinencia, por no haber dónde comprar el trago.
-Infundia: Grasa de la gallina.
-Enlagunar: Fase de una borrachera en la que se pierde el juicio momentáneamente.
-Tocadiscos: Tornamesa para colocar los discos de vinilo donde estaban grabadas las canciones.
-Una rasca, una perra: Borrachera muy fuerte.
-Desgañotarnos: Gritar desaforadamente. Desgañitarse

-Guayabo: Efectos posteriores muy desagradables, de una tomada de trago, que nos hace sentirnos a veces,  vecinos de la muerte,  Tanbién llamado Ratón, en la costa. 

Atao: Montón. Un par de panela generalmente envueltas en hojas de plátano secas. 

 

Granada, 28 de Octubre de 2000

José Carlos

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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.