
DETRÁS DE ESCENAS
“…Adelante de mí comenzó a caerse la gente lo más de raro: por mirar a las muchachas que desde un balcón estaban vacilando, cachando o llamando la atención de los varones , no vimos un hueco en la acera y caímos de ñatas encima de la espalda de el de adelante. Cinco hombres ahora seguíamos la procesión cojeando por el golpe en las espinillas, con las ruanas chamuscadas, llenas de esperma y de sobremesa, embarrados…
(Lectura: 7 minutos y medio)
José Carlos: Estoy en el sector de El Hueco, de Guayaquil en Medellín, donde me encontré con Chepe, que había regresado de la Semana Santa en Granada. Con la consabida pregunta de si había ido gente como el año anterior, le pedí que me contara la Semana Santa, pero especialmente lo que ocurrió aparte de los sermones y las procesiones. Comenzó a contarme, muy emocionado:
“Desde las horas de la mañana del jueves se comenzó a ver más de la gente acostumbrada. Cada persona calculaba a su modo la cantidad de gente que llegaría:
“Siempre ha llegado como gentecita, ¿cierto? -se decían los unos a los otros, mientras de los buses y carros particulares comenzaban a bajar los visitantes en la Variante y corrían presurosos a la casa donde irían a pasar los días santos.”
José Carlos: Contáme hombre, Chepe, cómo estuvo la Procesión del Prendimiento, que tantos hombres de distintas edades llevaba y que salía de los lados del cementerio:
“Esa vez, desde el atrio de la iglesia de arriba, comenzaron a desfilar sólo los hombres, hacia la parte de atrás del templo, como dos serpientes iluminadas.
Desde las aceras y balcones, las mujeres hacían un inventario de todos los hombres que desfilábamos esa noche:
-Aquel de la ruana blanca, es lo más de zalamero.
-Oíste pues, ¿Huber Tatús, Birucho y Pistiador estarán todavía en la banda de los judíos?
-Lo que soy yo, no me quedo solterona; hay muchos pa ‘escoger, mija.
-Oíste vos ¿Y Jaleo y Darío Caravana sí vendrán en este desfile? O será que vienen más atrás.
José Carlos: Pero que esperen las muy graciosas, digo yo, que el sábado, en la Procesión de La Soledad, en la que sólo desfilan mujeres, nos toca la criticadera es a los hombres. ¡Y pobrecitas si de pronto llueve, porque a ellas sí se les dañará el peinado y se les correrá el maquillaje! ¡De manera que ni las conocerá nadie!
-No se ponga a pensar malas cosas, que vengo arrepentido de Semana Santa- Dijo Chepe.
Sigo pues: De pronto comenzó a oler como a chamuscado y todos nos miramos la ruana y los buzos de lana, para ver si era la ropita que estaba quemando. ¡Claro! ¡Era que como también iban niños, sus manitas con las velas tenían exacta la altura para comenzar a quemarnos las puntas de las ruanas y los codos de los busos!
Llegó el aguacero:
Comenzó entonces a largarse un aguacerito lo más de maluquito y las dos largas culebras de gente se deformaron. Los apóstoles también empezaron a mojarse y, por supuesto, a ponerse más pesados. Los muchachos se metieron a escamparse debajo del anda o tablado comiendo chicle, mangos y bolis, lo que hizo mucho más difícil la marcha de los penitentes. Los cirios, prendidos hasta ese momento, comenzaron a inundarse y apagarse.
José Carlos: ¿Y no hubo algún incidente mayor en la marcha?
“Delante de mí comenzó a caerse la gente lo más de raro: Por mirar a las muchachas que desde un balcón estaban vacilando, “piropiando” o, llamando la atención de los varones de la procesión, y “encandelilla’os” por la luz de las velas, no vimos un hueco en la acera y sólo lo sentimos cuando caímos como fichas de dominó, de ñatas en la espalda del de adelante, que apenas se estaba comenzando a parar.
Las carcajadas de las muchachas hicieron que el desfile en ese trayecto se transformara en una fiesta, mientras cinco hombres, antes sanos, ahora seguíamos la procesión cojeando por el golpe en las espinillas, con las ruanas llenas de esperma y de sobremesa, embarrados.
José Carlos: Bueno, eso es lo del Jueves Santo; pero, siga contándome lo del Viernes Santo, que la otra vez, siempre se iba la luz en las horas del desayuno, porque todos estaban cocinando y planchando o desarrugando la ropa para la procesión y generaban sobrecarga.
Esa vez ya la luz no se fue. Desde las primeras horas del día la gente empezó a hacer ligerito el desayuno, para ir a las 10:00 a “La Sentencia” en la plaza, donde los Piedrahítas lideraba la hechura de los Monumentos.
Estrenando “percha”, ropa o “encapilla ‘o” la gente en la calle siguió cuadrándose el vestido, mirándose las medias veladas, medio cojeando por los zapatos estrechos y cuadrándose el pelo recién peinado y fijado con laca Yip.
En escena, desde los balcones, Caifás, Anás y Herodes miraban a Jesús como un loco y como tal lo trataban; Alonso Giraldo, el Pilatos por muchos años, presionado por la turba, le incumplió la palabra empeñada a Claudia su esposa; soltaron a Barrabás, en un intercambio dizque humanitario; Judas se colgó de un balcón y Jesús fue condenado a muerte en la Cruz (qué horror y error judicial). Se escuchó un sermón de dolor, hecho por José de Arimatea, personificado por Jaime Gómez Yepes (Palacio); anunciando desgracias para quienes intervinieron en ese crimen de lesa humanidad.
Salió la procesión con el condenado y por la estrecha Calle de la Amargura (que es carrera), mientras cantaban “Por mí, señor inclinas…”; subió por la calle de las cooperativas , siguió su lento caminar de dos horas por la calle (o carrera) de Benjamín Castaño y se siguió cantando lenta y dolorosamente el Viacrucis.
Hace varios años hasta a usted, José Carlos lo vi caminando la procesión con uno de sus hijos sobre la nuca, montado a tuntún. Yo lo vi.
Claro, Chepe. Hay gente que tiene esas devociones y las ofrece al Señor, como prueba de arrepentimiento. Siga pues y no me desvíe la conversa.
Al llegar a la iglesia “de arriba” aún no habían terminado las 14 estaciones del Viacrucis y se esperó para la función de las siete palabras, que eran más tarde.
José Carlos: ¿y por qué tiene esa cara toda rayada, hombre Chepe?
-Una señora abrió su paraguas y casi me deja tuerto. Pero sigamos:
En la noche, el Viacrucis continuó, predicado por los sacerdotes, algunos de ellos oradores profesionales invitados.
Sigo pues y deje esa preguntadera. Qué le parece, pues, que un viejito rezandero, muy vivito, se acercó al escaño lleno de gente sentada. En él estaban sentaditos dos niños de entre 7 y 9 años. En un momento dado, estos niños se arrodillaron y cuando se iban a sentar, ¡ya su puesto está ocupado por el viejo ese!”
“A mí me dio como rabiecita. Ellos, desconcertados apenas se miraban, cuchicheaban me miraban y miraban al intruso, quien se hizo el bobo. Ahí se quedaron sentaditos en la tabla donde se arrodilla la gente, hasta que empezó el Evangelio. Como en éste, el viejorro se tuvo que poner de pie, ¡los chiquillos lograron recuperar su puesto! Yo les levanté el dedo pulgar, animándolos por verraquitos.
¡Muy bueno, porque los niños también tienen derechos y se cansan!
“Sigo pues. El hombre se quedó parado, pero alerta; porque al ratico se pararon dos niñitas e inmediatamente, este ocupó su puesto, para ponerse muy seriamente… ¡a dormir!
Finalmente, en medio de truenos, temblores y sonidos de tambor y trompetas, llegó el momento de la muerte de Jesucristo y Ahí sí despertó el viejito del cuento.
Jesús fue bajado de la cruz con todos los honores, se desfiló con el Santo Sepulcro al templo de abajo (o iglesia filial) y fue depositado en una tumba, previamente diseñada y elaborada por mano artística de Víctor Suárez “Lira”.
José Carlos: Y el sábado Santo, ¿Qué vio?
“El sábado fue de adoración al Santo Sepulcro: los niños, como polillas, hicieron ronda en torno a los candelabros que contenían infinidades de cirios y velones encendidos.
En grupitos, las familias hicieron “La Pasión” como un recuento triste de todo lo pasado hace ya casi dos mil años, por allá en Jerusalén, pero que tan cerca de Granada sentimos.
En la noche de ese sábado se hizo la Misa de Resurrección, una ceremonia que ni por larga asustó a la gente: porque una pareja campesina joven arrimó con seis hijos, el mayor de los cuales escasamente llegaría a los nueve añitos.
Y sucedió lo previsible: de entre ellos, sentados en el suelo y jalándose las greñas, aruñándose los inconos, colgándose del papá para que los entregara a la mamá y los cargara, comenzó a elevarse un olor producido por la mala digestión; y ahí era donde uno quedaba loco, porque no se atrevía a taparse las narices, ya que decían que “el que primero lo siente, debajo lo tiene”, ¡y en ese caso sí podía asegurar que no había sido yo!
Un taburetico que yo había llevado para aguantar la predicación, de puro pesar se lo tuve que prestar a la pobre señora que ya tenía a dos de los seis hijos con sueño; entre tanto, su marido (con chaqueta y todo) apenas sonreía sin ayudar, mientras el sacerdote hablaba en el sermón sobre justicia social”.
José Carlos: ¡Qué tipo tan descarado con la pobre mujer; ¡mejor dicho, me está dando como rabiecita!
“A mí también me daba rabia. Como me tuve que quedar parado oyendo el sermón, una de las niñas sentada en el piso cogió como recostadero mis piernas, y no me pude mover, porque si lo hubiera hecho, de seguro la niña, que se durmió plácidamente, para atrás cuan corta era, hubiese caído.
José Carlos: Esa noche, después del sermón, Cristo resucitó, venciendo a la muerte.
Era ya el Domingo de Resurrección, por la mañana; con música alegre salieron los apóstoles, cargados de la misma manera que el Jueves Santo, pero más veloces y contentos; detrás venía la banda marcial, por la que tanto se esmeró Eva Tamayo (q.e.p.d) y, cerrando el desfile, apareció el elegantísimo Resucitado, seguido por la Virgen María, vestida ya no de negro como el Viernes Santo, sino de blanco y muy alegre. Bajó el desfile a la plaza… y comenzó a normalizarse el día.
…
Los más atrasados, apenas fueron a comprar el tiquete a la Flota Granada; pero ya se habían acabado. “tocará esperar un bus adicional”– me dijo allá el hijo de don Arcesio Suárez. Comimos alguna cosita, nos dimos los respectivos abrazos, despidiéndonos de la Semana Santa y de Granada.
Gracias hombre, Chepe, por contarme la parte menuda de lo que pasa en una Semana Santa granadina, aunque por lo que veo, usted, por “sopero y metiche” no logró ni una indulgencia, aunque se haya mojado todo.
Glosario:
-Procesión del Prendimiento: Los hombres en fila van en busca de Jesús para apresarlo.
-La Variante: Avenida principal de Granada.
-Los cargadores: Hombres que tienen como devoción cargar las andas donde van las imágenes de los apóstoles y demás estatuas.
-Bolis: Helado con saborizante que viene congelado en una bolsa plástica, listo para consumir helado.
-De ñatas: De bruces, de narices.
-Zalamero: Con ademanes exagerados de conquistador.
-Encandelilla’os: Encandilados
-La Sentencia: En la plaza se celebra el juicio dramatizado del que se le siguió a Jesús.
-Percha, encapillado: La mejor ropa.
-Calle de la Amargura: Carrera Salazar y Herrera en Granada.
A Tuntún: Montar a alguien, normalmente a un niño sobre la nuca, con las piernas sobre los hombros. A horcajadas u horquetiao, como decimos los paisas.
-Los Inconos: Pequeñas heridas infectadas que crean una capa encima, denominada caracha la cual poco a poco es quitada o removida con las uñas por los niños.
Medellín, 20 de abril de 2006

Navegando por Granada
Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.