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Caperucita a lo paisa, vos.

(Lectura: 5 minutos)

En una casa de campo, de una vereda de clima frío, habita una señora quien en esos momentos está secando sus lágrimas con una punta del delantal, pues el humero del fogón ha irritado sus ojos, ya que la madera que quema está aún verdosa.

Llama a una niñita de 8 años que juega en el patio y le dice que se acuerde de ponerse la ruanita con capuchita (que le compraron donde Pastorcito Zora y Teresita), para cuidarse del sereno y evitar que se le infecte el oído, que le ha “rumbado” todas las noches.

Llega la niña con una canastica que le hicieron donde un señor Urrea y la mamá le echó, además de alimentos, un jarabe, gafas arregladas, un espejito, una camándula y una peineta; y en paquetico aparte, bolas de “matapolilla” para la ropa y un frasquito de “Matarratas Guayaquil”.

De afán, la mamá le da instrucciones de “no pararle bolas” a nadie y que vaya donde la abuelita que está como malucona y que además: “…dígale que me mande unas colecitas y frisoles cachetones que hace días que tengo unos antojos lo más de raros, como si usted fuera a tener hermanito.”

Sale a las carreras la muchachita y va por el monte recogiendo flores de sietecueros, moras y “serenitas”, evitando comer unas fruticas azules que llaman “alimento de culebras”.

En esas estaba cuando apareció un lobo. Era feo y tenía una mirada de deseo.

“¿Qué quiere perrito? -Le preguntó Caperucita-.

¡Perrito no! ¡Soy el Loooobo Ferooooz y deseo saber qué lleva en la canastica, nena! -Dijo mascando las palabras por un lado de su boca-

-¿Y usted me cree “tan pendeja y atembada”-dijo Caperucita-,  que voy a decirle que llevo arepas de mote, bollos, tortas de chócolo y un radiecito Sutatenza, jarabes y veneno para ratas?”

Y además tampoco le voy a contar que voy para la casa esa de color anaranjado que queda allá arribita en donde vive mi abuelita que tiene más de 50 años y, entonces…”

“Uh! cómo me gustan las “jechas” que si saben lo que hacen y en cambio con estas sardinas lo que resulta uno es metiéndose en puros problemas!” -Pensó el lobo-

Salió el animal a todo volar y caperucita siguió tranquila su camino silbando *Ojitos Verdes”; mirando los cultivos de café variedad Caturro ,  “semillita prodigiosa, semilla de la esperanza, que le da vida a mi vida y le da vida a mi patria… como cantan hermosamente Garzón y Collazos.

Saltó charcos y canalones que olían a puro cagajón, orines y sudor de caballo. Y vio pasar una filita de gente armada y se dijo: – “¡Qué raro.!....

Dejemos aquí a caperucita, oliendo el aroma de la montaña y sigamos al ya en este momento, odioso animal:

Llegó el lobo a la casa anaranjada y tocó de afán la puerta. La abuelita preguntó desde adentro:

¿Otra vez vienen por agua? Bien pueda y saquen la que quieran; pero hoy no tengo almuerzo porque estoy como de “mala vuelta” o enfermosa” -Hubo un momento de silencio-

Volvió a tocar el lobo y ella, con la escoba en la mano abrió. El animal la miró bien y le pareció tan buena, que se la comió enterita sin dejarla decir ni pío, porque no era una pollita y mascando todavía se decía: “¡A mí no me importa si era joven o no; de todas maneras mi instinto me lleva”

Se puso una peluca que traía y se acostó en la cama de la “abue”. Cuando Caperucita tocó la puerta le dijo:

-Bien pueda, empuje pues, mijita; y tráigame las gafas, el Pectoral Galia, el fiambre, el radio y las arepas que me mandó su mamá”.

Caperucita pensaba que su abuela sí era muy “tesa” porque adivinó lo que traía y ni modo de creer que su mamá le había avisado, porque no tenía celular, pues se demoraría todavía más de 30 años para aparecer ese mágico aparato.

“-¡Qué raro!”- “-Y qué rara está la abuelita, con esa voz tan gruesa; me pareció la de Pavarotti.

 -“Y hasta físicamente se ha desmejorado mucho, mi abuelita”-. -“¡Es que la vejez sí es muy brava-!”

Y dirigiéndose a la cama donde reposaba le dijo:

“-Abuelita; ¡pero, qué ojos tan grandes tienes!”

-“Parece que hubiera estado mirando televisión todo el día, o que me fueran a echar gotas, pero son para verte mejor. –dijo la supuesta abuelita.

“¡Qué Orejas tan grandes tienes!”

-“No es porque haya oído mucha música ni  sea chismosa; son para oírte mejor” Contestó-.

“¡Qué aliento tan maluco tienes, mamita!”:

-“Perdona mijita pero es que una cosita que me jarté, tenía mucho cebolla y ajo”-.

-Abuelita, qué garras tan largas y feas tienes”-:

-“Es que no ha venido la manicurista, pero las tengo para matarte los piojos mejor, reinita”-.

Ya el lobo estaba torciendo los ojos como Kico en El Chavo y estaba que le decía, como el Rey de España a Chávez: “¿Por qué no te callas?”; pero se aguantó porque si saltaba antes de tiempo, pues dañaba todo el cuento.

Al fin, llegó la pregunta esperada:

“-Abue”… “¿Para qué tienes una boca tan grandota?”

“¡Es para comerte mejor!” y, mostrando sus dientes recién calzados en la dentistería de Carlos Senón, le pegó tamaño mordisco y, aunque ya la abuelita estaba en su panza, tuvo que “hacerle campito” a su nieta que fue tragada con ropita y todo. Ahí sí, ni se acordó el lobo que las jovencitas no le gustaban.

Y no contento con esto, el lobo feroz se recostó en la cama a tomarse tranquilamente una Malta que había llevado; encendió la radio en Las Escuelas Radiofónicas y después de eructar, se dispuso a dormir la siesta.  

¿Hablábamos de gente armada que pasaba por un filito? Pues decían que era cazadores que andaban tras sus presas; pero, como por esas tierras apenas se vela uno que otro gurre y algunos pinches y golondrinas, decidieron devolverse pa’l campamento; pero antes les dio por ir a visitar a la gente que vivía en la casa anaranjada. Llamaron y nadie contestaba. Buscaron por toda la casa a la viejita y a la niña que ellos habían visto que iba para allá y nada que las encontraron.

Sintieron un ruido en la pieza y encontraron al lobo revolcándose en la cama con un dolor de barriga, la cual estaba toda hinchada.

Ni por la cabeza les pasó que ese sinvergüenza se las hubiera engullido, pues creían que ese animal era de los mismos descendientes del lobo de Gubbio al que San Francisco de Asís había convertido en “mansito”.

Al fin, aullando de dolor, el lobo contó la verdad y con un golpe en la nuca le hicieron perder el sentido. Entonces le abrieron la barriga y sacaron primero a la “abue” que ya se estaba ahogando con los jugos gástricos tan “jediondos”.

Después sacaron a Caperucita. Y cuentan las malas lenguas que ella era la causa de los dolores, porque el lobo se la había comido sin madurar: estaba todavía verde.

Cuando la viejita fue rescatada, miró a sus salvadores y les agradeció; pero quedó muy intrigada porque estaban uniformados y eran muchos como para salir a cazar a un lobo solitario, erizado y feo; pero se calló la jeta.

Después de la cesárea se llevaron al lobo todo arrepentido al zoológico, donde se comprometió a comer sólo lo que se ganara con el sudor de su lengua (que es por donde sudan) y juró que no volvería con bajos y pervertidos instintos a mirar mujeres, porque viejitas o jovencitas también se saben defender o resulta quién las defienda.

Glosario:

-Rumbado: Haberle sonado fastidiosamente el oído por alguna inflamación interna.

-Sereno: Fenómeno físico-meteorológico en donde la humedad del aire se condensa en forma de gotas. Tradicionalmente se le culpa de muchas enfermedades, sin asidero científico. 

-No pararle bolas: No hablar con nadie ni responder a sus requiebros.

-Matapolilla: Veneno contra las polillas que se comen la ropa.

-Matarratas: Veneno letal.  

– Canalones: Caminos que se van ahondando por el paso continuado de los caballos y mulas.

-Gurre: Armadillo. 

-Malucona: Enferma, pero no tanto como para incapacitarse.

-Pendeja y atembada: Boba.

-Jechas: Mujeres que ya no son tan jóvenes, ni tan viejas.

-Cagajón: Estiércol del caballo.

-Pectoral Galia: Famoso jarabe para la tos.

– Arepas: tortas de maíz asadas.  

-Jarté: Comí con muchas ganas. 

-Tesa: Inteligente, valiente.

-Hacerle campito: Correrse para abrir espacio para alguien más.

-Malta: Bebida reconfortante de extracto de malta.

-Mansito: Amansado después de haber sido salvaje

-Jediondos: Hediondos: con olor a podrido.

-La jeta: La boca.

 *Charles Perrault. Autor francés original de Caperucita Roja hace casi 300 años; retomado luego por los alemanes Hermanos Grimm)

Medellín, 10 de mayo de 2008.

José Carlos

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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.