(Lectura: 4 minutos)

Carranchil y la uña cosquillera: Dos amiguis
(Lectura: 4 minutos)
“Hola; soy la uña de un señor llamado Chepe y les quiero comentar, aquí entre nosotros como los chismosos, que me pusieron el apodo de “la cosquillera” porque rascar ha sido mi oficio toda la vida.
Y mi historia comienza desde que nació este señor Chepe. Con decirles que cuando cumplió los siete meses de edad le cogió una rasquiña tan fuerte en las encías, que le dio por rascarse en las barandas de la cama donde su mamá lo dejaba mientras le hacía el teterito. Ese fue pues su rascaencías improvisado.
Y como no se le ha olvidado el vicio, cada que se levanta lo primero que le da es rasquiña; cuando está perdiendo en el juego (porque “rabón” sí que es), lo que hace es rascarse la cabeza, para después mandarse la mano aquí, allí…a todas partes.
Porque es que, qué inoportunas son las verracas rasquiñas: eso atacan cuando y donde menos lo piensa el pobre paciente: cantando los himnos, rezando, visitando a la novia, en reuniones importantes y cuando le van a tomar una foto o lo van a televisar.
Recuerdo mucho la rasquiña que las niguas le producían al pobre, y en la cual yo, no tenía mucho que intervenir, pues el hombre se rascaba era en la estera de dominico donde dormía. También utilizaba mucho las esquinas de las paredes o puertas para rascarse la parte de la espalda a donde no alcanzábamos nosotras sus uñas, lo que en algo aliviaba mi trabajo de roedora.
Cuando una vez se intoxicó y se llenó de ronchas por todo el cuerpo, pues ahí estaba yo rasque que rasque; pero lo más maluco para mí fue cuando le dio un ataque de amibas, porque tenía que empezar a rascarle primero los ojos, y de la punta de la nariz pasaba inmediatamente a la parte donde la espalda cambia su nombre. (¡gasss, carajo!).
Aunque no soy muy paseadora, lo cierto del caso es que en mi oficio me ha tocado estar en muchas partes. Recuerdo especialmente cuando cierta vez lo agarró una rasquiñita que en la Costa llaman “La Sabrosita” lo que hizo que me entrara a rascar en las “partes nobles” de mi dueño. ¡Qué pena, pero por algo la llamarán así!
Todo eso era hasta pasable; pero lo que sí me dejó marcada desde mi juventud córnea (con cutícula, mugre y todo), se remonta a los años 70`s cuando apareció en Colombia, y por supuesto, en Granada, el famoso Siete Luchas o Carranchil, como un residuo tóxico de la guerra de Vietnam (eso se pensaba y decía en esos tiempos).
Eso no hubo ni que buscar fórmulas como el famoso A(H1 N1) de ahora; simplemente se le llamó “Carranchil”.
La gente empezaba medio rascándose en escuelas, iglesias, colegios, calles y plazas y cuando menos pensaba, estaba pegada de diferentes partes, de manera que nosotras, las uñas, tuvimos un trabajo muy grande y sucio en esa época.
¡La gente prácticamente se destrozaba las manos y genitales, rascándose, porque no podían parar; ¡pero además se les veía contentas! Con razón dicen que “en el comer y el rascar, el trabajo es empezar”, porque no sabe uno cuándo puede dejar de hacerlo, pues, de la manera más rara, la rasquiñita se va corriendo (como de huida), a diferentes puntos de la anatomía del pobre sujeto.
Y, por categoría social, fue ubicada en el estrato cero, porque creían que eso daba por el desaseo; lo que no es cierto, porque a uno de los que eso aseguraba, cuando menos lo pensó lo vimos en una esquina rascando y mordiéndose la lengua a un lado del cachete. Además, soy testigo que Chepe sí se bañaba a diario.
Lo cierto del caso es que, para degradarla, se escuchaba decir que la rasquiñita, “En los ricos es alergia y en los pobres carranchil”.
Para acabar con esa deliciosa plaga, la gente se untaba un tal Benzoato de Bencilo o también Azufre, lo que hacía que todo el cuerpo oliera a “bostezo de marrano o tufo del infierno”.
Y, lógicamente, eso no detenía las ganas de conquista, pues, aun así, los jóvenes varones se atrevían a arrimarse a las muchachas.
Claro, que ellas también estaban oliendo a lo mismo y sus uñas, como nosotras, tenían aún residuos de la última rascada que se pegó antes de salir a “atender” a su pretendiente. Aunque, les cuento que los hombres son menos recatados que las mujeres, que sí se aguantan la rasquiñita hasta llegar a la casa o al “cuartico”. (¿Cómo harán?).
Como ven, actualmente mi profesión ha disminuido mucho debido a tanto medicamento que han inventado para suavizar la piel y aliviar la soriasis; pero la gente siempre recordará que nosotras, las uñas, tuvimos mucho que ver en el disfrute del “carranchil” y no sólo servimos para que nos pinten y exhiban en los cócteles y fiestas.
Ahí les dejo al autor de este artículo rascándose con una tusa, porque desde que pensó en el tema para esta ocasión, varias veces tuvo que dejarlo empezado, debido a la rasquiña que, con el mero nombre, le comenzó a dar por todo el cuerpo.
Y añade, que le faltó escribir sobre esa “rasquiñita interna” que se siente cuando uno está enamorado, contento, asustado o “intenso” y para la cual no hay todavía ninguna uña que sirva para calmarla.”
¿Y usted, leyó el artículo sin sentir ganas de rascarse?
Glosario:
-Rabón: Mal perdedor especialmente en el juego
-Niguas: Son organismos (larvas) diminutos, de 6 patas y sin alas, que maduran para convertirse en un tipo de ácaro. Producen mucho escozor o rasquiña.
-Estera de dominico: Petate o especie de colchón vegetal hecho de hojas secas de una variedad de hoja de plátano.
-Tusa: Parte de la mazorca de maíz donde están pegados los granos.
-Partes nobles: Genitales.
-Cuartico: Llamado también sanitario o simplemente baño, es una habitación generalmente utilizada para el aseo personal, el baño y la evacuación.
-Carranchil: La sarna humana o escabiosis es una condición de la piel que produce picazón.
Medellín, 2 de junio de 2009


José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.