…Cuando asomo la cabecita, lo primero que veo es un ser lo más de raro con un trapo en la cara para que no lo conozca, con guantes para no dejar huella de lo que va a hacer y que me agarra; me cuelga de los piecitos y me enciende a golpes..”

Estoy visitando una casa, donde un niño de quince meses comienza a contarme una cantidad de experiencias, pese a su temprana edad. Sin preámbulos, como de afán, arrancó a relatar su historia, que es la de casi todos:
“Voy a empezar desde que me acuerdo y no me interrumpa, no sea maleducado; ¡ojo pues!” – dice-
“Estoy cómodamente durmiendo con la cabeza para abajo como un murciélago; no necesito respirar, comer, ni trasladarme, porque todo lo está haciendo por mí, una señora de treinta y tres años. Ya ella lleva en ese camellito, nueve meses y lo va a seguir haciendo durante toda mi vida. No le tengo que pagar sueldo, cesantías, nocturnos, dominicales ni nada por el estilo y no obstante, no hace sino hablar maravillas de mí.
De pronto comienzo a sentirme como incómodo y pateando comienzo a salir a una luz lo más de rara. Algo me tira hacia allá y como estoy todo encurrujadito, no puedo hacer nada. ¡Es que voy a nacer ahora!
Cuando asomo la cabecita, lo primero que veo es un ser lo más de raro con un trapo en la cara para que no lo conozca, con guantes para no dejar huella de lo que va a hacer y que me agarra; me cuelga de los piecitos y me enciende a golpes, el muy miserable; de sobremesa me pone en una batea toda fría y grita: “3250 gramos” y otra mujer enmascarada me mide con una tira con rayitas, comenzando en la cabeza y terminando en los pies, y dice: “52 centímetros”. (Yo ni sé qué, ni pa´qué es eso).
Ahí mismito me ponen al lado de una señora a quien ni conozco, pero por lo que oigo hablar, ¡es MI MAMA: la que desde hace tiempo me está queriendo sin conocerme!
¡Qué bien me siento, porque ella sí me va a defender de gente como esa que me recibió y que me agarró a golpes!
Esa primera impresión (la de la nalgada) sí me dio como rabiecita, pero, que esperen y verán cuando crezca…, porque hombre sí que soy. Y eso que todavía la maldad no ha empezado en mí, aunque ya vengo con el hijuemadre pecado original; por eso hago constar que la puntería que tengo para bañar a quien esté cerca, cuando orino, es por maldad, puntería y presión. ¡Es que sí estoy muy nuevecito!
En medio de cuchicheos de los vecinos y amigos de mis papás, (porque ya sé que un señor parecido a mi mamá, pero más feíto y con bozo, es mi papá), comienzo a dormirme, porque esa berraca luz sobre mis ojos hinchados me los está irritando más y además el olor a alcohol me está como mareando.
Cuando despierto horas más tarde, ya estoy todo vestidito, y con la cara aruñada con mis propios deditos, que no puedo controlar y por eso me los enchusparon en unas manoplitas.
Me pusieron al sereno que para que cogiera “defensas” y por eso las primeras veces comencé a defecar todo verde; me dan agüita que mi pobre mamá cree que es que me encanta mucho, pero más me encantaría que le echaran alguito de dulce a esa agua tan insípida.
¡Y es que, qué verraquito para tomar leche soy yo! Eso no hago sino tomar dizque onzas y onzas y me tienen que dar golpecitos en la espalda (¡otra vez los golpes!), que para sacarme los gases; y hasta que no eructo y babeo, no me recuestan otra vez. Claro que a veces los gases los tiro por todas partes.
Empiezo también a irme acostumbrando a esta tierra que me tocó y que parece va a ser vivible; aunque sí me descresta el ver a la gente caminando, hablando y cantando, cosas que yo no tengo ni idea de cómo voy a aprenderlas; pero mi mamá le reza mucho a un señor llamado Ángel, para que le ayude a protegerme de todos los peligros, porque estoy muy inválido para hacer cualquier cosa que no sea berriar y berriar.
Pasa el tiempo y ya tengo unos meses de edad.
Ya puedo con la cabecita y no se me bambolea de un lado para el otro, como si estuviera como uno de los amigos de papá: ¡borracho!; además, todo mundo dice: “mire cómo se ríe, bosteza y hace pucheros”. “¡Es idéntico al papá!”. Qué pecao.
Me toca aguantarme los besos mojados y picos de vecinas (bonitas unas, muecas, narizonas y greñudas otras), de amigos de papá, primas y tíos que ya comienzan a rasparme esa chuzuda barba en mi carita rechoncha y me hacen pegar unos chillidos que hasta a mí me aturden.
Les da por empelotarme, limpiarme y bañarme delante de todo el mundo y yo apenas les “pelo las encías”, como sonriéndoles, para que me miren la cara y no otras cosas, porque ¡qué pena!
Como ven, a mí no me ha ido tan mal, si me comparo con las historias que cuentan mi papás de que a veces les daban aceite de hígado de bacalao, los purgaban con aceite de ricino, los dejaban ensuciar y entierrar, tenían lombrices como cordones de tenis y les daban una mezcla de pajarilla e hígado crudo licuado, que para coger vitaminas. También se tenían que quedar en la pieza oscura, donde no dejaban entrar el sol ni por una rendijita durante cuarenta días con la mamá, que para que a ella no le diera entuertos. Fuera de eso, los envolvían en pañales como haciendo un “pucho” de marihuana, quedando sólo la cabecita afuera, como lombrices enyesadas y sólo los soltaban cuando el “popó” y los miaítos se les habían subido por la espalda hasta la base de la cabeza.
Aunque en algunas cosas sí me parezco mucho. Por ejemplo yo también estoy encariñado con la chupa y para toda parte llevo una cobijita toda deshilachada (un culero, dice papá), a la que quiero muy mucho. (Perdonen pero es que todavía no domino el español)
Ya estoy comenzado, como buen paisa, a comer tinta de frisoles y huevito tibio que me tienen que dar durante jueguito que inventamos mi hermana y yo:
Ella me dice:
“¡Una por mi mamá!” Y yo, abro la boca y ella me zampa la cucharada.
“¡Otra por la abuelita!”: y ahí mismo abro otra vez la jeta para comerme la porción.
“¡Una por el papá!“, “¡otra por la tía!”, “¡una!”, “¡otra!” y “¡otra!”…
Ya como que me estoy cansando, no tanto del huevo, sino de la cantaletica esa y un día de estos no recibo una u otra ni por Juan Pablo II, ni por la hermana Teresa, ni por nadie. Además, ya el estómago se me ha estado entamborando y presiento que una noche de estas van a tener que trasnochar conmigo, debido a algún cólico que me dará, aposta cuando no tengan ni medicina ni donde comprarla a esas horas.
Un día mi mamá fue al baño y me dejó en la camita. Como estaba cansándome boca arriba, me intenté voltear y caí de ñatas al suelo: esa fue mi primera caída y supongo, vendrán muchas más, ¡porque tampoco todo ha de ser dicha!
Aunque escucho de adelantos en telecomunicaciones, medicina, inventos y otras cosas, también oigo por ahí hablar de TLC, ALCA, Sida, narcotráfico, terrorismo, Irak, masacres y tomas a pueblitos (entre ellos el mío); pero voy a esperar a que esté más grandecito (si me dejan crecer), para ver cómo es este hervidero llamado mundo en el que nací.
He estado observando que todos dicen palabras como: Robinson, Daniel, José, Carlos, Luis, Camilo, Esteban, Germán, Wilson, Andrés, Wilmer, Santiago y otros más y deduzco, por lo tan raros, que están buscando el nombre para un perrito o gatico de los que tienen en la casa, como mascotas.
¡Pero, qué va de mascotas! ¡Están buscándolo es para mí!
Aquí estoy rogándole a Dios (porque viendo a la naturaleza, ya creo en Él), que para bautizarme, encuentren un nombre que al menos vaya con mi ya recia personalidad, por ejemplo podrían llamarme Guyebaldo Andrés, José Rómulo, Félix Everardo, Ananías de Jesús o Sarcey Emeterio!
Septiembre 21-04
Glosario:
-Camellito: Trabajo arduo y difícil.
-Encurrujadito: Acurrucadito en posición fetal.
-Enchusparon: Cubrieron con una bolsa, normalmente de tejido.
-Defensas: Microbios que van a defendernos de las enfermedades.
-Puedo con la cabecita: Puedo permanecer erguido sin que baile la cabeza.
-Pajarilla: Bazo, Víscera de la res.
-Entuertos: Enfermedades consecuencia de una dieta mal cuidada.
-Pucho: Envuelto ordinario.
-Chupa: Chupón del biberón o entretenedor.
-Jeta: Boca.
-Entamborando: Inflando, dilatando.
-De ñatas: De bruces, de narices.

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.