¡SI LOS CIGARROS HABLARAN!

(Lectura: 5 minutos) 

“Hola; soy Cigarrito, pero como en Granada casi todos tenemos apodo, me llaman Tabaco y Chorro de Humo. Mido casi 8 centímetros y soy esbelto y, generalmente, envuelto en papel blanco, como una momia egipcia. Jesusita Duque, Culequita, nos fumaba en rama, pero con la candela dentro de su boca. ¡Qué dragón!

Me tiene, pero echando candela, el hecho de que el que escribe esto lo está haciendo con una sonrisita y un orgullito, que porque el 3 de marzo de 2012, cumplió catorce años de no fumar.

¡Y hasta gracia le parece al Chepe ese!  Yo no sé por qué nos odia tanto si estuvo como 23 años dándonos besos… y ahora no nos quiere ni oler.

Y es que es lo más  charro es cómo lo fuimos agarrando: Eso por allá en los años 70’s éramos hasta de categoría: por todas partes se veían artistas como Sandro, fumando; en las películas se consumía una cantidad grandísima de cigarrillos y las muchachas hacían carrizo fumándose a uno de nosotros hasta sin filtro y Sir Winston Churchill y Fidel Castro aparecían fumándose enormes tabacos.

Éramos tan populares que hasta corríamos en las mejores carreras de autos del mundo y los vaqueros nos mantenían en su chaqueta. Claro que no eran ganaderos de la feria de Granada, porque nos les hubiera alcanzado el jornal ni para comprar un paquetico.

Pues eso como que influyó para que, con algunos amigos, Chepe le pegara las primeras fumadas o pipiadas a un cigarrillo Imperial.

Teníamos unos nombres muy bonitos y sonoros que eran coreados en todos los semáforos de Medellín. El grito más conocido era: “Marlboro, Kent y Lucky”.

Se me salen las lágrimas (y no por el humo), cuando ahora paso por las mismas esquinas que nos hicieron famosos y el grito se cambió por el de “Simcard de Tigo, Comcel y Movistaaaar”… aunque el cambio de vicio no sea mucho: únicamente que llegó otro, el de chismosear que es deporte nacional.

Me contaron los abuelos Hidalgos, antes de ser consumidos por un vicioso, que este tal Chepe había bregado a dejarlos, pero ellos tenían un arma química secreta llamada Nicotina. Esa se le fue yendo a los pulmones y aunque le daba tos y se ponía todo blanco las primeras veces, el arma lo agarró y era más fácil quitarle la tabla a un náufrago que él soltarla.

Probó chicles que le llenaban de espuma la boca, como a un perro con rabia (y harta que le daba cuando no nos probaba); fumaba espaciando las horas y ensayó hasta bicarbonato para después de la fumada. La boca le quedaba sabiendo a letrina vieja, pero ni así.

Cuando le contó a un hermano que estaba fumándose un cigarrillo cada hora,  éste le dijo que:  “No sea bobito; eso que está haciendo es como tener un perrito al que le van a cortar la colita y que, como les daba tanto pesar del animalito, le cortaban una rebanadita de colita cada hora”. Así se sintió el pobre fumador… ¡pero sin colita rebanada!

Bueno, la piedra o rabia que tengo es que me le he arrimado a que me coja otra vez a picos en los momentos de tensión, cuando madruga a misa de seis, cuando se está tomando los guaritos, después del tinto y ese tipo como que ya no piensa ni mirarnos. Y menos ahora que la mujer le dice que “qué sabrosos los besitos; que qué bueno que el pelo (poco) y la ropa no le huelen a cusca  apagada; que hasta bonitas se le ven las manos sin ese  ambil  amarillo en los dedos. Además, le dice: “Yo no sé qué gusto le sacan pegarse de un pucho; parecen zombis voltiando esos ojos para arriba; no se dan ni cuenta que el cigarrillo es el impuesto de los bobos”. Claro que eso piensa ella que no ha fumado nunca, pero que espere que la agarremos pa´ que vea lo verraco que es dejarnos.

Bueno, pues…

Ya el  tal Chepe hasta habla mal de nosotros y anda diciendo que somos unos asesinos y que no hacemos sino matar gente; dice que en nuestro esbelto y pequeño cuerpecito tenemos como cuatro mil elementos muy dañinos (será que cuentan también nuestras células y moléculas) y que es mejor no estar cerquita del que nos está fumando, que, porque más ligero lo llevamos a la tumba, por pasivo.

Estaba yo anoche charlando y jugando a los dados, con un cigarrillo Victoria, de estrato 1/2, un Dandy de estrato 1, un President estrato 2 y otro Mapleton de estrato cinco, y nos preguntábamos cómo hizo ese tipejo para salir de nosotros, si  somos tan adictivos.

Se arrimó Royal a hacer quinto y nos dijo que a uno de sus antepasados fue al último que se fumó y que se prometió que, a partir del otro día, no se fumaría ni uno más; ¡además se lo dijo a todo el mundo!

Ellos soltaron la carcajada, tosiendo, porque eso lo había dicho ya varias veces y que vieran pues, que no había podido.

Y continuó Royal: –Vieron que sacó un papelito, hizo dos columnas con un lápiz y en la izquierda puso un título Por qué fumo y en la otra, por qué no voy a fumar.

Eso estuvo echándole cabeza a la primera pregunta y no encontró sino una respuesta: Por sentirme como los que no fuman, mejor dicho, por adicto. En cambio, en la segunda, casi no le caben en la hoja los motivos: “que porque no me voy a enfermar; porque no me van a discriminar; porque no voy a seguir hueliendo maluco; que porque no voy a enfermar a los demás; que porque algún día tengo que dejarlo en una clínica o muerto; ¡que entonces cuándo voy a dejarlo pues… que por ahorrar!”

Cuando comenzó a dejarnos y lo atacábamos con el arma más grande que tenemos y que se llama Síndrome de Abstinencia, él sacaba ese papel ya plastificado, lo leía y nos atacaba con un arma secreta que tenía y que se llama Voluntad. Pero lo que más rabia nos daba era que cada día, sumaba, con una sonrisita, donde se le veía el colmillo que le habíamos ahumado: “treinta cigarrillos”, “sesenta cigarrillos”,” noventa”… ya nos tenía locos con esa contadera y lo agarramos fue a tos.

Lo atacamos como pudimos y una vez casi se muere por esa sobredosis de síndrome que le dimos; tanto que hasta la mujer le dijo: “Pa’ verlo sufrir tanto, es mejor que siga fumando, mijo”. Ahí fue donde más se emberracó con nosotros y le dijo lleno de valentía: “es que no le estoy pidiendo permiso a usted, que no sabe la lucha interna que estoy librando en estos momentos”. ¡Hasta grosero lo estábamos volviendo al pobre Chepe!

Una vez, en El Carmelo, a pesar de ser víctima de un ataque de nuestro amigo Síndrome, sacó fuerzas para escuchar a un tipo que decía que: “a un señor muy fumador le contaron que los cigarrillos producían cáncer; él, muerto de miedo, cada que encendía uno lo tiraba al suelo y con el pie, lo apagaba. Pero que de nada le sirvió eso, porque siempre le dio cáncer… en el pie.” (jajaja; qué chiste tan perverso)

Hoy, catorce años después, nos mira con respeto y respeta también a quienes nos agarran a besos; pero, lo que no puede gustarme es esa frente tan grande toda arrugada cuando alza las cejas y comienza a hacer una suma lo más de rara: Dice que hace 5114 días que no fuma y que como volvía cenizas 30 cigarrillos diarios, se había evitado de chuparse nada menos que ciento cincuenta y tres mil cuatrocientos veinte (153.420) cigarrillos.

Que, si los colocara uno detrás de otro, la fila llegaría casi hasta el Carmelo. Y lo que más lo asustó fue saber que si fumara todavía al ritmo que lo hacía (cosa improbable, porque nosotros bregamos a que fume mucho más), y le costara cada uno de nosotros a sólo cien ($100), (porque el pobre tiene que fumar barato o “leña”), hasta hoy, catorce años después, se hubiera gastado QUINCE MILLONES TRESCIENTOS CUARENTA Y DOS MIL PESOS.

Esto es bueno no decírselo a los amigos varados y pedigüeños ni a la mujer, porque la pregunta fija es ¿Y esa plata dónde está, pues? Y, como ninguno tiene la respuesta, lo más seguro es que, lleno de nervios, volvería a fumarse un Pielroja, porque “Su fama vuela de boca en boca.”

Glosario:

-Pipiadas: Fumada esporádica y de afán.

-Charro: Muy divertido. 

-Letrina: Sanitario sencillo.

-Guaritos: Tragos de aguardiente.

-Cusca: Pedazo de cigarrillo encendido y, posteriormente apagado. Huele muy mal. 

-Ambil: Manca olorosa que deja el humo del cigarrillo en los dedos y el bozo.

-Verraco: En este caso se refiere a algo muy difícil.

-Hueliendo: Oliendo.

-El Carmelo: Cancha cercana al pueblo de Granada donde hay una imagen de la Virgen del Carmen; de ahí su nombre.

Medellín, 29 de febrero de 2012.

José Carlos

¡Opina!
Te puede interesar...

Navegando por Granada

Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.