Corría el año 2016 y en el barrio Santa Lucía; detrás del colegio,  va muy rápido, nuestro amigo Chepe con su maletín de cuero cuadrado, pero a su vez, pensando cómo pasa el tiempo de rápido y lo estaba comprobando porque en el centro de Medellín ya no le entregaban papelitos invitando a sesiones de masajes, donde:  “lindas damitas te atenderán como lo mereces”, puesto que   ahora,  los que recibía eran sobre la pensión de jubilación, el remedio para la caída del pelo o el multivitamínico.  Suspiraba con nostalgia, cuando de pronto se encontró con un transeúnte que le dijo: …

El Pícaro

(De la vida real)

Corría el año 2016 y en el barrio Santa Lucia; detrás del colegio,  por un sendero que llevaba la estación del Metro de Medellín, va muy rápido, nuestro amigo Chepe con su maletín de cuero cuadrado,  escuchando música con sus audífonos; pero a su vez, pensando cómo pasa el tiempo de rápido y lo estaba comprobando porque en el centro de Medellín ya no le entregaban papelitos invitando a sesiones de masajes, donde:  “lindas damitas te atenderán como lo mereces” ; o del Bar Saratoga con sus licores excitantes;  o los del indio Chambacú que le ofrecía traer y atar de nuevo a su amor;   mientras que  ahora,  los que recibía eran sobre la pensión de jubilación, el remedio para la caída del pelo o el multivitamínico.  Suspiraba con nostalgia, cuando de pronto se encontró con un transeúnte que le dijo:

-Caballero;, buenas tardes.  ¿Es usted Carlos López el contador?

-Buenas tardes. No, señor. Yo soy Chepe Toro.

 -Somos un equipo que vamos tras la pista de ese contador que vive en esa casa blanca de donde usted salió. Somos cuatro y quiero, caballero, que toque en mi pecho para que vea que estoy armado.

Chepe había salido era de una unidad de apartamentos tipo ladrillo; pero, miró y a pesar de que había muchas casas blancas, vio solo una:  la que él le mostraba, con disimulo.

-Si hubiera sido por hacerle daño, lo hubiéramos atacado a usted en esta calle tan sola. –Anotó el desconocido.

Muchas gracias, y qué bueno que averigüen y no cometan injusticias. Yo lo felicito, amigo. -Dijo calmadamente Chepe.

– Amén. -Respondió el nuevo mejor amigo.

Obediente, Chepe tocó arriba y efectivamente sintió bajo el chaleco, algo que parecía la cacha de un revólver, o de cualquier cosa.

Al ver que Chepe estaba convencido, siguieron ambos el camino y al llegar a una calle más concurrida, el extraño le dijo que lo requisaría;  pero sólo para que los otros tres vieran que en el procedimiento no había nada raro.

Chepe miró y, a pesar de haber por lo menos 10 transeúntes, vio a tres sospechosos entre la multitud.

Al momento, el extraño a quien llamaremos Toño, le dijo:

-Esto es algo de rutina; pero si le requisara los bolsillos, ¿cuántos millones de López tendría?

– ¿Millones? Sólo unos 74 mil pesos, –respondió Chepe. 

Siguieron caminando despacio, Chepe al lado de Toño, como si fueran conocidos de tiempo atrás y, al cabo de media cuadra caminada, Toño le dijo:

-Quisiera ver ese bolso que tiene, donde lleva el computador con la contabilidad de ese pillo López que es contador de la mafia.

-Si quiere, lo mira; pero ahí no tengo ningún computador. Lo que tengo es un libro de Granada Paisa y tres blusitas que mi señora cosió y las llevo a entregar al centro, por allá en Guayaquil.

Chepe intentó subir un pie en el antejardín, para abrir sobre su pierna el bolso, pero Toño le dijo, fuerte, pero con cautela:

– ¡Tranquilo, tranquilo, yo le creo! ; pero voy a volverlo a requisar a usted; sigamos caminando para que mis amigos vean que el procedimiento sigue.

Volvió a revisarlo por la correa y la cintura simulando buscar alguna arma y mirando para un sitio indeterminado y levantando uno de sus dedos pulgares.

Siguieron caminando como si fueran conocidos y, de pronto, Toño notó que Chepe seguía con los audífonos en sus oídos y le dijo:

-Necesitamos mirar el celular para ver los archivos que tiene referentes al señor López.

-No es un celular. – Dijo Chepe, quien se quitó los audífonos y sacó de su bolsillo, no el tan deseado celular con cámara, memoria y gran capacidad, sino un pequeño y barato MP3 TITÁN de color anaranjado y negro.

Siguieron su camino, mientras se aproximaban al ascensor de la Estación San Javier del Metro y, Toño, no dispuesto ya a irse sin nada, tras el prolongado diálogo, le dijo:

-Me interesa ese anillo que lleva; porque puede ser de las joyas que ese señor López debe de tener como testaferro de la mafia.

Dado que el citado anillo era la argolla de su matrimonio y, seguro ya de que lo que estaba sucediendo era un atraco a cuentagotas, Chepe se detuvo un momento y le dijo:

-Ah, no; este es mi anillo del matrimonio y no tiene nada que ver con ese señor López.

Notó que se agotaban las esperanzas y también,  el tiempo de seguir “charlando” con Toño quien, de seguro, ya habría hecho cuentas: 

“Chepe tiene $74.000 pesos;  lleva tres blusas que valen 150.000; el maletín de cuero puede valer 150.000 pesos, más el anillo que venderé fácilmente en 650.000; ¡todo eso es un botín de no menos de un millón de pesos!

¡Y sucedió lo inesperado!:

Estaban ya llegando al ascensor que da a la calle, cuando este se abrió de improviso y dentro venía, haciendo su ronda, un vigilante armado del Metro, al cual Chepe saludó muy cordialmente (sin conocerlo) y le dio la mano.

– ¿Qué más, mi guardia Giraldo? – (Que ni ese apellido tenía)

– ¿Cómo ha estado el día hoy?

– ¿Mucha congestión de usuarios?

De inmediato, y sin esperar respuesta del desconcertado guarda, Chepe entró al ascensor y por el vidrio que da al exterior, vio a Toño desilusionado llevando a patadas una piedrilla, mientras volvía, según él, a reencontrarse con sus compinches por el sitio donde se inició la odisea.

Chepe entendería que esa juventud que la vida le había estado quitando poco a poco, la estaba ganando en astucia y tranquilidad para reaccionar en los momentos insospechados, en los cuales no aparecen las lindas damitas con sus masajes, ni los riegos para la buena suerte que anuncian los papelitos del centro de la ciudad.

Postdata: Una semana después, Chepe supo que, con este mismo método y, a lo mejor, a este mismo grupo, un paisano tuvo que entregarles para revisarlos, dos computadores, un celular y el de su esposa, los que, hasta ahora, siete años después no han sido devueltos por los supuestos representantes que tampoco habrán encontrado al contador de la mafia, el ficticio doctor López.

Rionegro, 6 de enero de 202

José Carlos

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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.