Y la fiesta del niño

EL TESTAMENTO DEL MARRANO
Y la fiesta del niño
(lectura: 4 minutos y medio)
Como ya estoy comprendiendo que en toda esa fiesta el más marrano seré yo, y como no sé ni tan siquiera cómo se coge un lápiz para escribir, llamé a uno de los más juiciosos de los muchachos de quinto para dictarle mi testamento: “Escriba pues, José Carlitos lo que yo le vaya diciendo y no se me asuste si de pronto se me sale un suspiro y algunas lágrimas se derraman por mi papada.
Ese es mi testamento:
“Ya sé que voy a morir/ y de esta nadie me salva/ mi corazón le regalo/ a la señorita Rosalba.
Porque es grande y respingada/ de mi trompa ríen, lo sé/ por eso con mucho gusto/se la dejo a don Noé.
Porque tomo el aguamasa/ tengo la barriga llena, / a Francisco Chocolito/ yo le dejo mi rellena.
Ya de tanto caminar/ me está doliendo hasta el anca, / la argolla dejo tranquilo/ a la señorita Blanca.
Con esta bulla tan grande/ siento que ya me desmayo/ los riñones y pezuñas/a Margarita Tamayo.
El campesino a la tierra/ diario la trabaja y labra/ mis muelas y dientes son/ pa’ la señorita Blancaura.
Mis pulmones y vejiga/ quiero no produzcan asco/ yo se las voy a dejar/ al maestro don Nolasco.
La maestra practicante/ creo que se llama Lola/ por eso con mucho gusto/ yo le regalo mi cola.
Yo camino muy despacio/ mi virtud es la paciencia/ por eso el tocino dejo/ a la señorita Clarencia.
–Ya me entraron a la escuela/ dizque para que me eduque/ toda mi papada va/ para don Gilberto Duque.
–Cuando comen el sancocho/ solamente queda el caldo/ yo le dejo mi barriga/ a don Alonso Giraldo.
–Yo ya estaba muy contento/ cuando salí del chiquero/ denle un kilo de espinazo/ a don Gerardo Quintero.
Anoche estuve soñando/ jugando a pares y nones/ mis cejas y obispo dejo/ al maestro Orlando Gómez.
Y ya para terminar/ aunque me llegue ceguera/ mis ojitos los regalo/ a don José Claudio Herrera”.
Pero ese fue el final del artículo, porque este autor se atarantó mucho; mejor, me les presento desde el principio:
“Soy el marrano Romualdo, el que da buen caldo, subastado o rematado en el altar de san Isidro por don José Claudio Herrera, quien con su potente voz dijo: “Si no hay quién puje y diga más, el marranito se va a rematar en la suma de veinte pesos” y claro, resulté en el chiquero o cochera de Carmen Patecas quien fue la que sí creyó y pagó más por mí.
Varios meses después, vino el mismo don José Claudio a volverme a comprar, ya más crecido y gordito, dizque para celebrarles la fiesta a los niños.
Hoy es 30 de octubre y me pusieron bien bonito para salir a desfile mañana: me pintaron las pezuñitas y me echaron grasita para que quedara bien brillantico.
Desde la escuela escucho las canciones de los artistas nuevos del momento tales como Raphael, Leo Dan, Claudia de Colombia y la música “Caliente” de Los Corraleros del Majagual, cantando “Caballo Viejo”. También oigo a las maestras recordarles a los muchachos, traer mañana el pedazo de leña, “revuelto”, plato y cuchara.
Mañana 31 de octubre es el día esperado y los niños van a madrugar a las cinco a una tal alborada, que mejor es decirle “alborotada”, porque veo que están buscando tapas de ollas, dulzainas, acordeones, cucharas, panderetas, maracas y cosas que hagan harta bulla, pa’ que sepan que están contentos.
Muy de mañana de ese 31 voy en procesión y siento un escándalo miedoso y hasta un instrumento lo más de bien tocado. Es que, al no poder dormir, Chucho Duque Polonio se levantó y se unió al jolgorio con su trompeta, la que amenizaba los desfiles en el pueblo.
Don José Claudio gritó varias veces: “¡Que viva la fiesta del marrano!”¡Que viva! respondieron los madrugadores niños y yo me sentí hasta importante y animado.
Como ven, el ánimo también es contagioso. Me vuelven a subir a la escuela, lo más de bonita y también llena de pelaítos por todas partes, quienes me hacen ronda, pero bajo mucho la cabecita, porque siempre me da como penita. Es que son más de 500 alumnos mirándome por todas partes, como si fuera una reina de belleza, o un modelo de pasarela.
Ese día, como premio, no les revisaron los pies a los estudiantes, quienes cuando llegaban sucios o con “carroña” eran enviados al tanque para que los lavaran, junto con las uñas de las manos llenas de tierra. Es que muchísimos estudiantes no tienen zapatos y los más acomodaos llegan, esos sí, calzados, aunque con zapatos Dino.
En los bolsillos de un niño vi una cauchera o resortera para tirarle pedazos de cáscara de naranja un compañero, quien se queda con el ardor, pero inocente de quién fue su victimario.
Estaba yo ahí en medio de todo ese gentío, cuando de pronto todos se abrieron del parche y cogieron para el barranco a mirar para abajo. Era que llegaba un montón de helecho seco que subía las escalas, tapando totalmente a quien lo traía: Jaime Ramírez Maqueco.
Yo no tengo ni idea para qué servirá esa hierba toda seca, porque ni verde la puedo comer por amarga. Pero no todos los niños se asomaron a ver el espectáculo.
Para la parte de atrás de la escuela salieron cinco compañeritos a aprender a fumar cigarrillo y otros cuatro se hicieron los disimulados intentando topar mal sentada a la maestra más bonita”.
El autor: Como ya, después de su testamento entregó vida y corazón, me toca decir que así, inocentemente cojas se armaron las coplas que componían el Testamento del Marrano, que fue leído mientras en la parte de atrás sacrificaron y luego descuartizaron al animal para repartirlo entre el alumnado.
La fiesta continuó con concursos de la vara de premios a la que muchos intentaron subir limpiándola centímetro a centímetro con un pedacito de zuncho metálico y echándole ceniza. Y como suele suceder, el luchador niño estaba tan cansado que ya no podía volver a subir, lo que aprovechó otro, que ni siquiera lo había intentado, para trepar por la ya previamente limpia vara de guadua y coger el ansiado premio. Cualquier parecido con la realidad, no es mera coincidencia.
La fiesta terminó en la tarde y de Romualdo solo quedó la frase que hizo famosa: ¡Romualdo el que dio buen caldo!
Glosario
-Chiquero o cochera: Corral destinado a los cerdos.
-Revuelto: Verduras y hortalizas para hacer el sancocho.
-Alborada: Fiesta en la madrugada para dar la bienvenida al nuevo día.
-Pelaítos: Niños
-Carroña: Soriasis, a veces mal cuidada
-Cojas: Coplas o trovas que no riman o lo hacen descuadrando la métrica.
Medellín, 23 de abril de 2010

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.