UN DIVERTIDO CENTRO COMERCIAL
…Sube otro vendedor y comienza a recitar las virtudes del purgante, llamado Quinopodio, y da una conferencia de biología tan completa, que a lo último uno se siente es pero invadido de todos los virus, microbios y demás animales dañinos que habitan el planeta!

EL VIAJE EN BUS:
UN DIVERTIDO CENTRO COMERCIAL
Un sábado de principios del año 1998 en la Terminal del Transporte de Medellín. El bus ya está cuadrado en las primeras horas de la tarde esperando la llegada de los pasajeros.
Hay calor y empiezan a subir los vendedores ambulantes:
Un moreno ofrece pedazos de sandía a dos señoras, quienes compran y conversan.
Dos niñas (una de ellas monita, caricoloradíta, de trenzas y de siete años más o menos), están sobre las piernas de ellas, porque apenas compraron tiquetes para las grandes y… “¡ustedes hágasen las dormidas cuando pase el ayudante pidiendo el pasaje!” –les dicen-.
Charla va y charla viene:
-Esta fruta es como familiar de la vitoria-.
– Es muy llenadora-
-¡Y no engorda!-
-¡Oíste vos! ¿Y qué vamos a hacer con las frutas y la cáscara de la sandía?-
Se trepa otro joven pidiendo “¡Mil disculpas por interrumpir y quitarles unos minutos de su agradable tiempo!”… y reparte un “¡delicioso caramelo masticable llamado Yungli, porque es mejor trabajar que robar y quiero ser una persona de bien! ¡Uno en cien, tres en doscientos!” -Dice
Una señora, que no paró muchas bolas a lo que decía el vendedor, y, creyendo que los caramelos eran un regalo del conductor, le dice al muchacho:
-¡Oiga joven!- -¿A los niños, por qué no les dio? –
El vendedor les entregó, pero, la pobre señora los tuvo que comprar, porque los inocentes niños también creyeron que eran regalados y no los quisieron devolver al consabido vendedor.
Sube otro vendedor ambulante:
-“El agua en bolsa y la limonada (de 200 .c) a quinientos pesitos.”
Una señora algo entrada en años, pero muy entrada ya en el bus, entrega: “Paquetes de 18 galleticas por mil. Mírelas sin compromiso.” –Dice.
Por las ventanillas del bus, aparece otro vendedor, ofreciendo rosquillas a quinientos, chicles y agua.
Arranca el bus…
En el puente de La Terminal sube un señor, quien empieza a ofrecer y repartir unos paqueticos de polvo con olor a odontología, que son dizque para hacer la “profilaxis” de los dientes; además, encimará a quien compre, un cepillo de dientes (Royal Flex), hasta lo más de bien presentado.
Sube otro vendedor y comienza a recitar las virtudes del purgante, llamado Quinopodio, y da una conferencia de biología tan completa, que a lo último uno se siente es pero invadido de todos los virus, microbios y demás animales dañinos que habitan el planeta. Y ahí es donde admiro a ese tipo; porque el que sea capaz de vender eso, puede ofrecer en venta un parque o un río, y encontrar quién se los compre. La bolsita la vende a setecientos.
Las señoras de la sandía compra un paquetico cada una:
-“¡Porque hace como cinco años que no me purgo, mija y cómo estaré de vinagre!” – dice una-.
Entra luego el de las pomadas de limón y de Uña de Gato que, argumenta, sirven para casi todo:
-“Por solo mil las dos cajitas-”. (¡Ya ni dicen la palabra pesos!)
Una niña, sin previo aviso, se marea sobre el pasillo del bus e inmediatamente, detrás de mí, una señora hace dueto, vomitando también.
En El Peaje, suben dos muchachos con: “Agua a quinientos; paquetes de obleas a quinientos; pandebonitos a mil…” mientras detrás del bus, el de las arepas de chócolo ofrece “el paquete de tres por mil.”
Otro empieza a ponernos en las rodillas una “…deliciosa chocolatina llamada Goleador, a doscientos, tres en quinientos”.
El equipo de sonido lanza vallenato a lo que da el tejo: eso se escuchan canciones como Mi Presidio, Anhelos, El Santo Cachón, y otra más de la Costa Atlántica.
A ratos cree uno ver y casi oler, el mar mezclado con vallenatos en las llanuras, a lo lejos del Hipódromo Los Comuneros. Es como si La Costa, se hubiera puesto fría como Guarne.
En Belén, partidas hacia Rionegro, suben muchas personas, entre ellas, un pasajero, quien agarra su bolso sobre los dos brazos; de manera que arranca el bus y como no dejó ni una sola mano libre para agarrarse, sale disparado corriendo hacia la parte trasera del carro, dando golpes con los codos a los que estamos en el lado del pasillo del bus.
¡Todo ello por culpa de la ley de la inercia! (que es de las únicas que se respetan).
El joven ayudante de bus sigue mandando gente para atrás: “¡Córranse pa’ atrás, que allá hay puesto…¡Colabore pues calidoso!”
Y ahí es donde empiezan Cristo y uno a padecer: La señora más gorda y no muy fea se hace a mi lado, me recuesta tamaña barriga sobre el hombro y coloca a un peladíto donde yo, supuestamente, pondría mi brazo.
Con disimulo me comienzo a acomodar, para quitarme todo ese volumen de carne y vísceras puesto en mi hombro y me revuelco para recostar la cabeza en la parte de atrás del asiento; pero ¿donde? Pues de esa parte está agarrado todo el mundo; de tal forma, que uno sí se puede recostar, pero sobre las manos, codos, dedos y uñeros de los demás.
Y eso sin contar la cantidad de personas que están sufriendo del mal de las alas, el cual produce un olor que los científicos no han podido clasificar en ninguno de los gases raros, y al que nosotros simplemente llamamos chucha o sobaquera.
Estamos ya en territorio granadino.
Desde La Subestación de energía, Un señor, empieza a organizarse para bajar en Granada:
Coge una maleta, que más parece un parlante o alta voz de equipo de sonido de costeño; empuja a la gente para bregar a salir y comienza a tumbar moños, sombreros, gafas, aretes y balacas de las personas que estamos en la orilla del pasillo.
Con un alambre que ayudaba a cerrar la maleta, me agarra la pobre camisita y casi me tuve que empelotar para poderla desenredar.
La muchacha que en la terminal del norte había subido lo más de bien peinadita, es ahora la más desgreñada víctima de los codazos del muchacho del bolso y, ahora, del de la enorme maleta.
Lo cierto es, que el señor que se tenía que bajar cerca de la Casa de Oración, no pudo salir sino en La Variante, al frente de la Heladería El Triángulo.
Llego a la casa y ya estoy todo desganado, porque las lombrices y la solitaria se me alborotaron, por todo el dulce que jarté en el bus; donde ni largo se hizo el camino, por las gozadas que se pega uno en estos viajes tan bacanos en un bus de Granada, a fines del siglo XX.
Granada, 9 de marzo de 2001
Glosario:
-Pasaje: Valor en pesos del trayecto en un transporte público.
-Vitoria: La vitoria es un voluminoso fruto parecido a una calabaza, pertenece a la familia del melón, zapallo, sandía, cidra, -guasquilla y pepino.
-Rosquillas: Pandeyuca en forma de aros pequeños.
-Peladíto: Niño aún pequeño.
-Ayudante: Auxiliar que cobra los pasajes. Antes se les denominaba fogoneros.
-Pandebonitos: Especie de pan de origen en el Valle del Cauca, hecho con harina de yuca.
-La Variante: Avenida principal de Granada, Antioquia.
Jarté: Comí en exceso.

José Carlos
¡Opina!
Te puede interesar...
“Burro de Guadalito”: Ambulancia humana
(Lectura 2 minutos y medio) Caricatura: Rafael Álvarez Tobón...
Entradas recientes
Navegando por Granada
Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.