
EN LA DENTISTERÍA, DIENTE POR DIENTE
(Lectura: 5 minutos)
El lugar: una pieza estrecha y empolvada, situada en La Variante, aún sin pavimentar. La época: años 70’s en Granada.
Don Chepe ha llegado a la DENTISTERIA, acosado por un insoportable dolor de muela, contra el que no han valido los emplastos de hierbas, ni las juagaduras de petróleo y de aguasal durante toda la santa noche.
No puede ni saludar al dentista, quien, viéndolo, se da inmediata cuenta de que no vino propiamente a chupar gaucho, a mascar caramelos, ni a comer merengues o suspiros.
Lo hace sentar en una silla abollonada en la que sus pies quedan colgando como desmadejados; encima de él hay un bombillo que es apagado y prendido desde el sóquete, con una cadenita y a su lado, una bacinilla lociada, para poder escupir. El dentista acerca una escalerita donde don Chepe pueda poner sus pies y así estar más cómodo, (si a ello se le puede llamar comodidad).
Le interroga sobre si ha sentido antes algo raro en la boca; y le contesta que: “hace días tuve boqueras, pero que ya no; y que la semana anterior, “tuve unos corrimientos.
En medio del dolor, también siente miedo: Ahí cerquita, hay una lámpara prendida con alcohol azul (impotable) y algodón e hirviendo dentro de un sartencito alargadito, ve los siguientes instrumentos, distorsionados por su miedo e imaginación: Una jeringa de vidrio y metal (grandotota), unas pinzas, unas tenazas, destornilladores, alicates, y otras herramientas, que le hacen sentir como en una sala medieval. No obstante, es tan fuerte el dolor, que vence su creciente miedo.
Con un frasco plástico atomizador de Kleer Lac para el pelo, reutilizado en ese momento como rociador, le echa agua en la boca. Coge la inmensa jeringa y le pregunta:
¿Cuál le duele?
Después de encontrar la primera muela que le había comenzado a doler, (porque a esas alturas, ya le dolía todo el lado de la encía); le aplica esa jeringada, no precisamente dentro de la muela adolorida, sino donde se junta el delicado cuero de la parte interna de la cara, con la encía.
Se va un rato, esperando que el anestésico le obre.
Mirando el techo, ya se empieza a sentir jetón y a recordar historias surgidas de las dentisterías, entre las cuales, le hacen reír, aún en medio del escenario canino, las siguientes:
-La del paciente muy nervioso, que, en un arranque de dolor, agarró al dentista de la parte impronunciable en este escrito y con voz temblorosa le dice:
¿No cierto doctor, que NOS VAMOS a hacer despaciesito?
Recuerda el cuento de un tipo todo fornido al que le daban mucho miedo las dentisterías, pero llegó doblegado por un gran dolor a una de ellas.
El dentista, viendo sus nervios le dio una botella de aguardiente para que se tomara uno o dos tragos. El paciente se tomó más de media botella de un solo sorbo.
Al ratico, el dentista le preguntó si ya le había pasado el miedo y el paciente, en posición de boxeador retándolo, le dijo decidido:
–“Usted que me toca esa “&#$ta muela y el que le vuela sus dientes soy yo, porque lo enciendo a goles; mejor páseme ese guaro que quedó en la botella.”
Aquí se metió el autor para contar lo que le pasó en El Santuario a un amigo suyo, pero archienemigo de las dentisterías, quien cierta vez se tuvo que tomar varios aguardientes, antes de entrar a una de ellas. Ya todo prendido accedió a abrir la boca y le aplicaron la anestesia.
El dentista se volteó para preparar los instrumentos y ese fue el momento que logró su amigo para volarse, muerto de miedo, del consultorio y volverse para la cantina.
Como el efecto del anestésico ya comenzaba, éste tenía que pedir aguardiente DOBLE, porque, como se sentía tan boqui grande, el trago sencillo no lo notaba.
Tampoco se aguantó para contar que un dentista ambulante llegaba al pueblo y le sacaba todos los dientes a los jóvenes que se iban a presentar al cuartel, para que se salvaran de él, ya que se creía que no se llevaban a los muecos a prestar servicio.
Vuelve don Chepe al relato y dentro de una vitrina del local, una vieja caja de dientes con paladar y otra de la quijada y que nunca fueron reclamadas, se ríen de las pendejadas que recuerda.
Llega el dentista y se pone a su lado. Con un destornillador mochito empieza a hacerle palanca a su “propiedad raíz”; la empuja de un lado para otro; siente la enorme presión, pero no dolor.
En un abrir y cerrar de ojos, la muela causante de sus desvelos sale, la muy inocente, agarrada por el gatillo. Aunque siempre le da como verraquerita, ¡porque hasta al dolor, se le coge cariño!
Hace poco tiempo, el autor entró a una odontología.
Ya hay luces indirectas y bandeja de instrumental, dirigidas con un cuello de jirafa; rayos equis (X), escupidera de acero inoxidable con agüita corriente; una tripita que chupa la saliva que le sobra a uno; pistolita de luz que pita cada cierto tiempo; taladritos que destilan agua, para que no se recaliente el diente; un odontólogo titulado, que tiene guantes y tapabocas.
¿Será para no dejar huellas ni ser reconocido o, porque la empanada con ajo y cebolla que me comí hace rato, todavía está jediendo? -Se preguntó intrigado.
También tiene secretaria, que da las citas, que casi siempre olvida. (¿no cierto Doctor Rodrigo García?); y que entiende todo eso de caninos, premolares, molares y demás términos que tenemos en la boca, donde solo creíamos tener unas hachas de dientes, lengua, caries y un gallito. Y hasta un delicioso sabor a canela queda en la boca, después de abandonar las odontologías de hoy en día.
Glosario
-Dentista: Se le dice al odontólogo que no cursó estudios, pero lo graduó la experiencia. Peyorativamente se le llama Tegua, sacamuelas.
-Emplastos: Una cataplasma, también llamada emplasto de varias cosas o drogas, muy bien molidas, que después se aplica sobre la piel para curar o aliviar distintos tipos de dolores.
-Juagaduras: buches que se hacen con la boca especialmente de agua con sal.
-Gaucho: Especie de caramelo o dulce estirado duro y quebradizo.
-Sóquete: Parte metálica fijada en la bombilla de una lámpara eléctrica, que permite conectar esta con el circuito. En algunos casos tienen una cadenita para encender y apagar el bombillo
-Lociada: Vasija pintada con una capa gruesa que da aspecto de loza. También se les llama peltre.
-Boqueras: Inflamación que aparece en la comisura de los labios.
-Le obre: que haga efecto.
-Corrimiento: inflamación gingival (también llamado absceso periodontal) que suele ser causada por una infección en el espacio entre el diente y la encía.
-Prendido: Casi ebrio.
-Jediendo: Oliendo muy maluco.
-Jetón: Trompón, con la boca grande.
-Muecos: que carecen de los dientes frontales.
-Merengue o Suspiro. Crema de clara de huevo batida con mucho azúcar que es luego horneada hasta adquirir una consistencia quebradiza y porosa.
-Prestar servicio: Ir al servicio militar.
-Mochito: Pedacito corto de algo.
-Gatillo: Especie de alicate o tenaza para extraer piezas dentales.
-Dientón: Que tiene los dientes delanteros muy sobresalientes.
Granada, 20 de febrero de 2001


José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.