
La casa estaba casi silenciosa; sólo se escuchaba a un pajarito cucarachero con sus armoniosas notas, cuando de pronto, de la cocina comenzó a salir un ruido nunca antes escuchado en esa calleja llena de gente del (hoy diríamos) estrato uno.
Salió muy orgulloso el dueño de la casa y gritó:
-Tranquilos que no es nada; ¡es que me compré una olla atómica!
El sonido fue aumentando hasta volverse aturdidor; la gente comenzó a correr con recelo, porque en su mente todavía retumbaban las noticias de los estragos que, en la Segunda Guerra Mundial, la explosión de la bomba atómica había causado en el Japón. ¡Harto tuvo que explicar el dueño, que esta “atómica” no era lo mismo y que con esa olla ahora sí iba a economizar leña, porque las comidas estarían en una tercera parte del tiempo, o menos!
En Granada ya medio se conocía entre los más platuditos del marco de la plaza; pero a la casa, arriba, en El Zacatín había llegado desde Medellín, traída por Congo; pues había sido encargada, por el ahora dichoso hombre.
Era plateada marca Universal y de segunda mano y fue ensayada primero con agua, para estar seguros que no filtraba.
Tenía los bordes de la tapa con un cauchito alrededor, llamado empaque y un trompito (válvula) por donde salía el vapor calientísimo, que bailaba en toda la mitad de ella.
Debajo de la palanquita que iba al mango había un huequito tapado con una tapita de caucho sacada de un frasquito de inyecciones, como “válvula de seguridad” y para que la tapa ajustara, había qué ponerle un palito o una tusa atravesada en el brazo que aseguraba la tapa a la olla.
Ahí estaba la pomposa olla a presión o “atómica”, como se le conoce generalmente en Granada.
Un día que la señora dejó al hijo de 7 años poniéndole cuidado, comenzó ese aparato a pitar de la manera más miedosa y botó todo el caldo, mientras el niño salía corriendo y la mamá tranquilamente charlaba con las vecinas, sin siquiera darse cuenta.
Fue tanto lo que regó, que mojó toda la leña, por lo que la mujer tuvo que volver a ajuntar candela.
Con el calor, el famoso empaque se anchó por lo que, al volverla a usar, botaba aire por un lado. La señora, paisa, al fin y al cabo, cogió una arepa y del centro sacó masa que puso por donde se escapaba el vapor: ¡y santo remedio! Lo malo era que cada que la lavaban, pues había que dañar una arepa.
Así funcionó hasta que al fin le compraron empaque nuevo; pero de poco sirvió, porque en otro descuido de la señora que desde el solar charlaba sobre gallinas con una vecina, se escuchó ya no un “pitido” sino una explosión en la cocina.
Al bajar la intensidad del vapor, el panorama era chistosamente desolador: el fogón mojado y apagado, la olla cucharetiada y la comida que antes reposaba en ella, ahora colgaba del techo, estrellada por la fuerza de la violenta explosión.-“Gracias a mi Dios no había nadie en la cocina-”, fue la expresión de la señora, quien con el palo de una escoba comenzó a descolgar los malogrados alimentos de las vigas, chuscos y tejas para dárselos a las gallinas asustadas aún en el corral.
Y sí, afortunadamente no había nadie en la cocina, pues si bien lo que estalló no fue la bomba atómica que libera protones y neutrones, sino una olla que lanzó sopa, coles y frisoles, las quemaduras hubieran sido de suma gravedad.
Pero, pese a las iniciales prevenciones, la olla pitadora, atómica o a presión se posicionó de la cocina, sin desplazar a la tradicional olla Imusa de tapa, en la que desde tiempos inmemoriales se cocinan los sancochos, caldos y mazamorras, que aún no se quieren ir de las mesas paisas.
Ñapa:
Dicho espontáneo de un amigo, cuando escribía este artículo:
“No es lo mismo tener olla a presión que la presión en la olla”.
Glosario:
– Imusa, Universal: Marcas de ollas muy finas.
-Platuditos: Acomodados económicamente, riquitos, aunque no mucho.
-Caldo: Sopa.
-Ajuntar: Encender candela en una fogata o fogón normalmente de leña o carbón.
-Se anchó: Se puso amplio.
-Pitido: Sonido que produce un pito o silbato.
-Cucharetiada: Torcida; semejante a una cuchara.
-Sancochos: Una sopa elaborada con carnes, tubérculos, verduras y condimentos, típicos de la región. En nuestro caso, plátano, papa, yuca, zanahoria y carne algo gorda como morrillo y tres telas.
Medellín, junio 10 de 2008.

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.