“NO ESPERO SINO UNA JUETERA DE ESAS, PA IRME PA ARRIBA”

Imagen de referencia IA BING

“No espero sino una juetera de esas pa irme pa’ arriba”

Juan Muñeco

(Lectura: 9 minutos)

Fue costumbre de muchos de los granadinos, que cuando llegaban a la pubertad se volaban de la casa después de recibir la última cueriza de su vida. Esa era el percutor que hacía que los aún niños se dieran cuenta de que el nido les había quedado pequeño y salían a buscar vida, se iban “pa’ arriba”, más concretamente al norte del Valle del Cauca.

Juan Muñeco* escuchó en la pieza cómo su papá castigaba a uno de sus hermanos y se dijo bajito.

“No espero sino una juetera de esas pa irme pa arriba.”

Su papá alcanzó a escucharlo y le dijo:

-“Venga pues yo se la doy, para que se vaya bien juetiao.”

Inmediatamente Juan Muñeco se remontó de la casa, pero se quedó un tiempo en el pueblo, donde algunos vecinos, pero con la consigna de irse a coger café al Valle.

La mamá le pasaba comidita y lo invitaba a volver a casa. Después de varios días retornó y su mamá llamó al papá para que charlaran. 

Si se quiere ir mijo, váyase; pero me perdona lo que le hice que es que yo soy muy rabioso”,  le dijo el papá.

 “Está perdonao”, le contestó Juan.

Pero Juan Muñeco, víctima del cambio hormonal a sus doce añitos se mantenía aburrido en la casa… ¿el por qué?

Era que su tío había hablado maravillas de “arriba”  y lo invitó;  “pero ¡Ah, hijueparriba!  el tío no me quiso llevar.”

La mamá estaba casi segura de que no se iría porque, como dice él:

-Yo flaquito, enfermizo que no serví ni para estudiar… además mi mamá decía que del retén del Ramal lo devuelven por ser menor de edad.

SIN PASAJE NI PARA LLEGAR A SANTUARIO.

Cierto día lo mandaron para Medellín a llevar unos chócolos; el tío le empacó plata para la mamá y “le capé (robé) un poquito; de una plata que le prestaron en la cooperativa a mi mamá pa unos pollitos, también le capé;  pero con buena intención, porque pensaba que cuando volviera, le repondría el doble.”

Cuando llegó el día de salir, le comenzaron los nervios, pero para animarse, se decía, como lo hacía su mamá:

-¡Adelante, muñeco!-

La mamá le empacó la ropita, con la esperanza de que desistiera. Se echó la bendición, hizo una oración a la Virgen del Carmen porque “Soy muy devoto de La Carmelita.”

Cogió la camioneta de don Arturo Quintero y le pidió que si lo paraba la Policía en el retén del Ramal, dijera que era un recomendao de los papás.

Fuera de su patria chica:

Solito, acompañado únicamente por La Carmelita colgada del escapulario en el pecho está este niño de 12 años fuera del departamento. Llegó a Cartago, y deambulando pasó al Zarzal hasta llegar al Dovio, todos en el Valle.

Allá, en el parque se ofreció a trabajar gratis:

“lléveme por la comida y si no sirvo, pues me echan otra vez, porque vengo “volao” de la casa.

Ello acrecentaba la desconfianza de la gente que pensaba que podría ser algún gamín, un ladroncito o un paisa muy vivo; y que además venía de una zona donde dominaban los bandoleros Sinsonte, Pollo y Pájaro Azul.

Se fue para una finca donde lo acogieron veinte días. Allí cultivaban tabaco, maíz, fríjol, marihuana. “Allá ensayé la marihuana y gracias a Dios me hizo daño…¡veía que venían a cogerme, me dio la pálida!”

“Ya desempacado “arriba” (en el Valle) y viéndome tan caserito, juicioso, y acomedido con las señoras a quienes me les ofrecía para cargar la leñita, y además, brindarles compañía, comenzaron de las fincas vecinas a ofrecerme trabajo.”

“Un vecino me sonsacó y me pagaba un peso; a los otros un peso con cincuenta.

Por un radiecito que colgaba en el cafetal oía “El Hijo Ausente” del Dueto de Antaño y el “Hijo Desobediente”, de Antonio Aguilar y los ojos se le encharcaban.

La vida lejos de casa:

Se empezaba bien temprano la jornada. El trabajo de esas señoras era muy duro porque en cosecha había fincas de 12, 15 y hasta 20 trabajadores. “Ya la señora tenía a las 5:30 el tinto en la mesa; a las 6:30 íbamos saliendo con el desayuno, pero yo ya iba bien tanquiaíto. -es que el acomedido, come de lo que está escondido.”

 El trabajo era cogiendo café y voliando azadón. Era un trabajo muy duro, para un niñito de 12 años.

Yo no me devolví pa Granada a los ocho días, porque no tenía el pasaje, pero yo lloraba lidiando con hormigas chispas, calentonas, avispas; sufrí la falta de la casa y me tocaba llorar de noche.”

Pero el orgullo le pudo más:

“Me iba para donde no hubieran granadinos, para que no dijeran que ese fulano está gozando, está sufriendo, o está llorando.”

Primera visita a Granada.

Aunque Juan Muñeco no desapareció súbitamente sin dejar rastro por años y años como sí lo hicieron algunos de los granadinos que ni avisaron para volarse, sí estuvo tres años con 15 días fuera de Granada  sin dar ni recibir noticias sobre su paradero.

Un viernes apareció por Granada, sin que nadie lo supiera. Averiguó por su casa que ya era otra y apareció en ella de repente.

En su maleta de tres aros traía ropa bonita, como guayos encarramplonaos, dos pantalones de terlenka, unos pantalones de mediopaño que llamaban en ese tiempo (era más que dril) y tres pares de zapatillitas.

En su casa ya había hermanita nueva de dos años y medio, quien al ver a un desconocido en su casa gritó con angustia “Llamen a papá que ese hombre se va a robar a mamá”.

En los 20 días que estuvo en casa, volvió donde la novia que había dejado, pero no encontró eco y como él mismo lo dice: “Con una malacara me pierden y con un tinto vinagre me compran”,  no volvió a autorizarle el saludo.

Luego echó para Manizales (Caldas) y después a Génova, pero con peligro porque allá mataban mucho. Se dijo entonces, como la primera vez, “Adelante muñeco, pa’ las que sea.”

 “Ver, oír y callar era el lema y una vez, cogiendo café me encontré con un granadino que había salido emproblemao de Granada.”

“Yo había oído el comentario de por qué se había volao de Granada. Esta compáñia no me gusta. Estos no son amigos pa uno”, se dijo y no lo volvió a ver.-

Allá comprobó en carne propia lo que son los falsos amigos y la papaya que uno le da a gente aprovechada:

“Usted que es andariego, lléveme a coger cafecito”, le dijo cierta vez un recién conocido. “Se me pegó y al poquito me robó la ropita, el anillito, el relojito… por eso, cuando alguien me decía lo mismo, yo le contestaba: “es que ni yo sé pa ónde voy.”

De Génova volvió a Manizales a coger otra cosecha: se movía de acuerdo con el ciclo de estas: a Pijao, Génova, Córdoba, Salento. “Me gustaba mucho el cafecito; no me rendía, pero le buscaba: primero en lo caliente, después en lo cálido y después a lo frío… Uno aletea; se rebusca.”

La niña novia

El comentario en la vereda era que habían llegado unos granadinos a los que les habían matado el papá. “Cuando subí, me hice conocido de ellos, que vivían en una casita, cerca.”

Vio en el corredor a una jovencita, una niña, pues tenía apenas por ahí 11 años. “La miré, pasaba; la miraba, me le declaré.”

“Es que estoy muy chiquita y mamá no me deja; pero déjeme pensar”. -Le contestó-

Ya Iba más de seguido a charlar con todos y una vez se fueron y los dejaron charlar.

“¡Yo le llevaba 10 años de edad a ella!”

Cuando salió la suegra le dijo: “Con el tiempo y un palito, hasta a las vichecitas las cogen”. Lo que significaba que hay que darles tiempo a que maduren para poderlas coger.

“Me dio moral”,  dijo.

¡Me caso porque me caso!

Con la posibilidad de casarse, pese a la diferencia marcada de edad entre él y la niña, se empeñó en luchar de finca en finca, bien juicioso;

De pronto por ahí me tomaba los aguardienticos; pero, primeramente los ahorritos”. “Fui tan metódico que estuve hasta tres años sin tomarme una sola cerveza.”

Me cuenta de las dificultades para casarse debido a la edad de la novia (14 años) y a la apariencia de él pese a sus 25 años, puesto que “Yo tenía edad, pero no tenía cuerpo”,  y en ninguna parroquia querían casarlos. Tanto que hasta mentiras se inventó para conseguir las dispensas: Que él la iba a educar porque era muy explotada por la familia, le dijo al consejero.

Al fin, encontró un cura al que, en medio de unos aguardientes, le contó sus planes y antes de cada pregunta, Juan Muñeco tomaba y le brindaba un aguardiente Blanco del Valle.

El padre lo aconsejaba y preguntaba que si había estado con muchas, que, si no le daba miedo, con ella tan muchacha. Él le respondióConfiando en Dios y María Santísima, yo sé que me va a resultar buena.”

Al fin, el padre accedió y le dijo: “Vení el jueves a las 9 de la mañana, pues”.

 Y compró la ropita interior para ella, al gusto de ella. La suegra hizo el vestido a punta de mano.

“Y mandé a hacer el pantalón;  la camisa también.”

“Era un juicio de marido: a las 6 y 30 o 7:00  de la noche ya estaba embolsao en la casa; no fui trasnochador-.

Pero, la desgracia llegó:

“A los díitas de casao, -“solté la gata por ahí”… (Se desjuició, como decimos en Granada).

La historia es que, a la par de su señora, visitaba también a una novia en Génova.

“¡Pero tenía la preferida, que es mi señora!”  Se disculpa-

-Charlé veinte días con ella; era muy contentica y atrevida  con otros trabajadores… –

-Una vez me fui pa la fonda a oír a los Cuyos; y cuando me volví ligerito, en el lavadero, ella fue y abrazó a otro trabajador, toda confianzuda. Y el papá era uno de los macheteros por allá en Génova. Qué miedo que lo señalen (hieran la cara) a uno, pensaba. -Y decidí que ella no era para mí.-

Pero un día fue a pagarles a unos trabajadores y en la plaza de Génova no estaban y un paisano le dijo que estaban en la zona (de tolerancia) bebiendo trago.

“Arranqué pa allá a pagarles;  dejé la carne y la legumbre guardada en un toldito de un amigo.”

-Me senté en la cantina, pedí una cervecita…-

Cuando entró al bar, una muchacha en un rincón se paró rápido y se fue de ahí para adentro.

Llegó otra muchacha y le preguntó que si él se llamaba Juan Muñeco y que había una muchacha que lo conocía.

“¿Pero cuándo? Si yo nunca he venido por aquí. Pero dígale que venga pues.” Aceptó Juan-.

Al momento apareció muy elegante taconiando la muchacha y lo abrazó y lo encendió a besos.

“Fue la desgracia mía: era la novia que había dejado por loca y que estaba en la prostitución.”

“La saqué de ahí; le pagué arriendo, luego le compré una casita. Y así me volví irresponsable;  demás que en el hogar también… porque estaba casado y mi señora tenía la hija mayor y estaba en embarazo de la otra.”

-Con ella me gasté 90 cargas de café (cerca de 300 millones de pesos al precio de 2025).  Hubiera podido comprar una finquita muy buena; pero todo se fue, porque “el diablo es puerco y principio tienen las cosas”,  como dicen por ahí.

Entre tanto, su mujer, su muy joven mujer oraba día y noche por su Juan, porque estaba segura de que su Juan estaba enyerbao por esa mujer.

Hoy por hoy, tiene seis hijos vivos, de ocho que tuvieron en 39 años de casado con su fiel esposa con quien vive “Peliando todos los días”, dice mientras suelta una discreta risa.

Y ya lejos de “arriba”, con la experiencia que le han dado los años y la vida, muy cautelosamente sigue trabajando en Medellín en compáña con uno de sus hijos.

 Y cada que recuerda el episodio de su fracaso, para animarse, como en otros tiempos, se dice para sí mismo: -“¡Adelante, muñeco!”-.

Este es un sencillo reconocimiento a los paisanos que, pese las dificultades y debilidades humanas, buscaron nuevos horizontes y forjaron esta raza granadina que por todas partes es reconocida como emprendedora y trabajadora.

 

Glosario:

Juetera, cueriza: Castigo con una correa o fuete.

Se volaban: Se iban de la casa, normalmente resentidos. Está volao.

Pa’ arriba:  Volarse pa arriba era irse para el eje cafetero y el Valle del Cauca.

Se remontó: Se escapó por un tiempo de la casa.  

Retén del Ramal. En la época, había un retén de control de la Policía en ese sitio.

Chócolo: maíz tierno.

Acomedido: Atento, servicial.

Tanquiaíto: Llenito de la panza, abastecido.

Me le declaré: Le manifesté que quería ser su novio.

Encarramplonaos: Los carramplones eran cascos metálicos pequeños para colocar al lado desgastado de la suela del zapato. Hacían mucha bulla al caminar.

Emproblemao: Con problemas, especialmente judiciales pendientes.

Vichecitas : En proceso de maduración. Muy niñas aún.

Embolsao: Sin salir de la casa; recogido y juicioso.

Taconiando: Haciendo bulla con los tacones del zapato.  

Enyerbao: Persona que ha sido trabajada con brebajes y embrujos.  

Compáña: Trato en el cual una persona tiene una parte de los bienes de otro. Compañía

*Juan Muñeco: Nombre cambiado.

 

 

 

José Carlos

¡Opina!
Te puede interesar...

Navegando por Granada

Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.