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MIS ZAPATOS

Y SU ARRASTRADA VIDA

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 Hola. Soy el zapato izquierdo de Chepe que nos acaba de comprar en Medellín a donde hizo viaje para traernos a Granada.

Después de medirse unos Cauchosol, Grulla, mocasines encharoladas, plataformas, tenis y hasta botas pantaneras La Macha de Croydon, al fin se decidió a comprarnos, porque con la platica que llevaba, apenas alcanzaba para nosotros, que no es que fuéramos los más malos, pero sí los más resignados y vacanos, por lo que veremos:

Ahí mismo que salió del Pasaje Carabobo donde nos compró, al muy bobito le dio por seguir vitrineando y, como siempre suele suceder, vio otros más bonitos y baratos, ¿pero ya pa’ qué?

Desde la bolsa plástica donde me metieron, pese al sofoco, yo podía ver algunos zapatos ya viejos, colgados de los alambres del alumbrado público; otros tirados en los solares de las casas y otros en el río Medellín entregando su último aliento (fo, carajo). Cuando se subió al bus, lo primero que vi fue un zapatico blanco colgando al lado del conductor quien se lo había encontrado adentro del aparato cuando estaba aseándolo.

Mi dueño llegó al pueblo y creía que dentro de mí podía meter el pie con uñas como garfios (como si no hubieran inventado el corta uñas), con tulundrones o juanetes al lado de los dedos gordo y chiquito; y de sobremesa, con callos y una ampolla llamada Ojo de Pesca’o, más dolorosa que un verraco.

Pues ahí se enchuspó y comenzó a caminar por toda La Variante, aunque cojiando un poquito.

Yo, sintiendo que me reventaba por los lados y rogando porque Chepe no se metiera a un pantanero o se parara en una colilla prendida de cigarrillo, comencé a resignarme y a recordar lo buena que era la vida dentro del almacén, al lado de sandalias con florecitas y piedritas brillantes, chanclitas de diferentes edades y razas, y zapatos de tacón alto y puntudo para mujeres bien elegantes y bonitas que entraban a medírselos, quienes dejaban olores deliciosos a perfume fino.

También escuchaba muchas historias del dueño, quien decía que los primeros zapatos que él tuvo fueron unas quimbas de cabuya y que en cambio vieran cómo cambiaban los tiempos y ahora hay de todo. Que eso sí, le dio mucho pesar cuando un señor le preguntó que, si vendía un solo zapato número 28, que era que, a su niño, en el Oriente Antioqueño una mina quiebrapatas lo había dejado mochito. Pero ya, más en chiste, contaba el hombre, que, en el segundo piso del Arca de Noé, cuando lo del Diluvio, todas las noches se escuchaba un ruido, como cayendo granizo; mandó el patriarca a ver qué ocurría y era que el gusano ciempiés, ¡se estaba descalzando para acostarse!  –Dicho esto, soltaba una carcajada, esperando la risa de sus oyentes, quienes pensaban “¡Qué chiste tan perverso, (pero jajajajaja)!”.

También le daba mucha risa cuando contaba que hace días la gente les ponía carramplones de metal a los zapatos, por el lado de la suela que más se gastaban y que se escuchaban venir desde tres cuadras a la redonda. Que eso lo usaba mucho la gente mostrona o pantallera, cuando llevaba algún regalo a la novia, para que todo el mundo se enterara.

Bueno. Ya que me tocó sufrir a este dueño, pues sigamos aguantándolo. Ese día que nos estrenó me puse además de cansado, muy triste, porque de una de las cantinas salía la voz de Antonio Aguilar, cantándole a una mujer y diciéndole:

“Tú eres la chancla que yo dejé tirada, en la basura a ver quién te recoge, será muy buey el que por ti se enoje…” y me dolió, porque yo creía que, en mundo de los humanos, las chanclitas eran vistas lindas como en el nuestro; y resulta que sirven es para insultar a las mujeres.

¡Y eso no es todo! Cuando bajábamos para la plaza, un amigo de Chepe, le dijo, riéndose: “Quihubo bluyín” entonces le preguntó que por qué le decía así y el amigo le dijo: “porque “sale” con cualquier zapato”. Yo me puse triste porque entendí, que así le decían a un tipo que se relacionaba con cualquier vieja fea, vieja, arrugada y desasiada. Ahí se me comenzó a bajar la moral, porque ya veía que mi vida iba a ser muy arrastrada.

De todas maneras, el pobre Chepe siempre como que sufrió con nosotros ayer, porque hoy nos llevó donde don Tiberio Zapatero que pa que nos ancharan. Él nos echó alcohol, y nos metió unos tarugos que nos forzaron a sacar barriga para que le cupiera el pie, pues ese día iba a andar la procesión del Viernes Santo; porque había ido a Granada era a lograr todas las funciones de Semana Santa y de esa procesión todos salen molidos y asoleados. Lo bonito es que antes de pisarnos nos piden perdón y un “qué pena” y luego vienen los  pisotones que a nosotros los zapatos, nos dejan como si hubiéramos pasado por un campo minado de explosivos. 

Y hay muchas anécdotas de nosotros; por ejemplo, el que escribe esto, una vez fue a comprar un par de zapatos. Le dieron sólo el izquierdo para medírselo y realizó la compra. Cuando llegó a la casa, Oh, sorpresa: La distraída empleada le entregó uno Nº.  38 y otro, número 40.

¡Y está bien, que un pie sea más grandecito que el otro, pero no tanto! Mejor dicho, a propósito de zapatos, pensó que lo había atendido una Mujer suela.

Y ya que me metí de chismoso, una vez comencé a sentir un olor, la cosa más fétida que se puedan imaginar. Era la famosa pecueca que estaban expeliendo los pies de Chepe y que me emborrachaban porque no había por dónde salir ese raro gas. No obstante, es tan descarado el tipo, que muy tranquilamente se sentó en el Danubio Azul y llamó a uno de los dos hermanos “Huesito” para que lo embetunaran.

Claro que el muy vivo, llamó fue al cieguito, experto en cepillos y betunes de muchas tonalidades y quien, pese a su limitación embolada muy bien. Además, porque no lo seguiría conociendo sino por el olor. ¡Pero pendejo sí no es!

Bueno, ya sé que debo tomar la vida con calma y sacarle jugo. Por eso, a pesar de las circunstancias, gocé mucho cuando me contaron que si a uno le sudaban mucho las manos, eso era manueca y que si el sudor era en los pies, se le llamaba pecueca… de manera que ahora sí entiendo cuando dicen que una gallina está “culeca”.

Glosario:

-Encharolados: Tipo de zapato hecho de piel de res a la que se le ha aplicado un barniz que la hace brillante como espejo.

-Vacanos, bacanos: Bonitos, bellos, sobresalientes.

– Pasaje: Centro comercial especializado en ciertos productos y con salida que también es entrada, al otro extremo e incluso en los laterales.

-Vitriniando: Mirando la mercancía exhibida en las vitrinas de los almacenes.

-Garfios: Instrumento de hierro, curvo y puntiagudo, que sirve para aferrar algún objeto.

-Tulundrones: Carnosidades generalmente dolorosas. 

-Enchuspó: Metió, introdujo. Hizo caber.

– Andar la procesión: Caminar toda la, a veces, muy larga procesión en señal de penitencia.

-Cojiando; Cojeando.

-Quimbas:  En Colombia son las alpargatas o chanclas de fibra vegetal, fique o cabuya.

-Mina Quiebrapatas: Instrumento de guerra no convencional que explota al pisarlo, lo que deja lisiados especialmente de los pies y piernas. En el peor de los casos, la víctima fallece.

-Mochito: Que le falta una parte de alguna extremidad.

-Carramplones: Pequeños cascos o medialunas metálicas que se colocan en la parte desgastada del tacón del zapato, para nivelarlo. Normalmente hacen mucha bulla al caminar. 

-Chancla: Calzado sin talón que se sujeta al pie con una o dos tiras en el empeine o entre los dedos y que suele usarse dentro de casa.

Bluyín: Pantalón Blue Jean.

Sale con algo: Entona, acopla con el resto de la ropa.

Desasiada: Falta de aseo.

Ancharan: Ampliaran.

Lograr: Asistir, especialmente a procesiones y funciones religiosas, en especial a la Semana Santa.

Ligeritico: Rapidito.

 

Medellín, 29 de marzo de 2009

José Carlos

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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.