Misía Vejez y La Parca

(Lectura: 5 minutos).

Hola, soy Vejez y vengo a contarles algunas cosas que le pasa a la gente que no me acepta ni por los verracos.

Hace muchos, muchísimos años, aún antes que Matusalén, el viejo más famoso existiera, yo ya existía y estaba trabajando en todo: en las cosas, animales, plantas y en los humanos, hasta en el universo.

Desde que me crearon hice un pacto con una vecina mía llamada Parca o Muerte. Todo iba lo más de bien, pues yo le llevaba víctimas a las que yo les había ya pasado por encima y ella se las llevaba para la otra vida. Así transcurría mi tranquila vida, pues andaba sin afán y la gente hasta me ignoraba.

Pero una vez, me agarraron los celos al ver que Muerte había roto el pacto que teníamos de llevarse sólo las personas que yo le permitiera. Y tenía razón al embejucarme, porque me di cuenta de que a mi vecina le ayudaban una cantidad de situaciones tales como las enfermedades, el sida, el cáncer, los accidentes, los vicios y desastres naturales.

Pero lo que más me ensoberbeció fue saber que hay seres humanos que le ayudan mucho a Muerte y decidida la enfrenté y le recordé la historia desde que Caín mató a Abel y todas las matazones en el mundo que le proporcionó una cantidad grandísima de víctimas de todas las edades, que esperaban morir, pero de viejitos.

-Le dijo, además, que ella, Vejez, llega poco a poco y sólo acaba con los viejos y en cambio, Muerte llega a la hora menos pensada y a cualquiera se lleva; y le dijo que respetara a los niños y jóvenes; que los dejara enfrentarse tranquilos a la vida y siguieran el curso natural de su destino, para que, al menos algunos llegaran a donde ella.

Muerte miró a Vejez con ojos profundos y esbozando una gran sonrisa se alejó haciendo chasquear las rodillas que se le trataban de juntar en cada paso. Desde ese día no se pueden ni ver; aunque siguen siendo vecinas.

Vejez se la tiene montada a una mujer madura porque la cucha no acepta, como muchas, que  se la está ganando minuto a minuto. Desde que nació esa mujer estaba predestinada ya, porque le pusieron el horrendo nombre de Senectud.

Doña Senec, como la llaman sus amigas, comenzó a odiarme aún desde que estaba muy joven. No sé qué le dirían de mí, pero me ha tratado de evitar cada que se acuerda de mí. Ha ido a gimnasios, tomado omegas, se ha hecho dizque botox, estiramientos, lipos, se ha quitado el estómago y algunas costillas y otra cantidad de cosas que para que ni me le acerque, pero yo me le escondo por dentro, en los órganos, huesos, glándulas y músculos, de manera que queda como una muñeca de loza con el cuerpo de aserrín, como cantaba Pepe Aguirre.

Una vez sí me hizo carcajiar o tirar caja la pobre, cuando comenzó a humillar a sus amigas al negarles la edad que tenía pues se quitó la bobadita de 15 años, por lo cual, ellas, que le llevaban la cuenta, le dijeron que de esa edad debería estar en la escuela jugando a golosa y a las mamacitas. La pobre, aunque ni fea,  cambiaba de colores como un camaleón, pero se aguantó el achante.

Pero las amigas, como por dulce venganza y hacerla rabiar, cierta vez en el velorio de una conocida, decían por allá tomando tinto en la sala de velación: “A esa Senec, la llaman película de estreno… porque próximamente estará aquí, en esta sala”. Soltaron la carcajada y la vieja se dio cuenta, porque oído sí que tienen estas ancianas que me odian.

-Pero, aunque no lo crean, su esposo Chepe, vive también  todo triste porque está viendo a su mujer muy Sardina y a él le están pasando cosas que lo hacen pensar que yo estoy cerca.

Por ejemplo, una vez se montó al Metro de Medellín y no llevaba paquetes en las manos ni estaba impedido ni con bordón o muletas. Un muchacho, con aretes en las orejas y las ñatas, al verlo, muy decentemente, se paró de su puesto y le dijo:

-¡Uuuuy, “cucho”, venga siéntese!-

Y Chepe se sentó pero muy afligido, porque comenzó a verse viejo, tanto que ahí sí cayó en cuenta que se estaba arrugando, que el cabello se le estaba cayendo hacía ya mucho tiempo, que tenía pelos en las orejas y que ya, los que tanto lo enorgullecían, se le estaban convirtiendo en Espermatosaurios.

Por allá en Cartagena también descubrió otra manifestación de que me le estoy acercando. Una vez, cuando iba en grupo, los más jóvenes buscaban las licoreras para comprar aguardiente y cigarrillo, y él, en cambio, estaba desesperado, por la misma ruta, preguntando por una farmacia para comprar Mejorales y un inhalador. Mejor dicho, ya tiene orden de captura de dos funerarias. Qué diferencia.

Por eso y por mucho más, a mis amigos los viejos les tengo mucha compasión; y por ejemplo los pongo a caminar despacio, para que no se caigan; les quito un poquito la vista, para que no se vean tantas arrugas; les tumbo algunos dientes para que coman despacio y no consuman mucha energía, los pongo algo sordos para que sólo oigan lo que les conviene; inclusive a algunos jubilados por las empresas o el gobierno, yo también los jubilo…pero de la cintura para abajo.

Pero como todo no ha de ser tristeza para los que van llegando a donde mí, a cambio del deterioro que les produzco, les doy tiempo para que se arrepientan, para que den buenos consejos y les acumulo una cantidad de experiencias. Prueba de ello es este cuento de un viejo que tenía un lago en su enorme finca. Al aproximarse a este, escuchó voces femeninas, animadas, divirtiéndose y bañándose de la manera más deliciosa. Cuando lo vieron, todas se fueron a la parte más honda del lago, manteniendo solamente las cabezas fuera del agua.

Una de las mujeres le gritó:

-Oiga, viejo verde. Ni crea que vamos a salir, mientras no se aleje de aquí.

Levantando la mano y arrojando algunos frutos al lago, el viejo respondió:

-Yo no vengo hasta aquí para verlas nadar o salir desnudas. ¡Estoy aquí nada más para alimentar a los cocodrilos que tengo en el lago!

Sobra decir que con este inteligente truco a todas se les olvidó el pudor y la valentía que da la juventud y salieron del lago  como estaban,   y ni cayeron en cuenta de que los cocodrilos no comen frutas, como les dijo el viejo ese.

Les cuento, ya concentrándome en la tierra del autor de este relato, que ando aterrada con algunos granadinos que, pese a que ya han llegado a donde mí, se empeñan en seguir aferrados a la vida. Por ejemplo, miren que al doctor Francisco Luis Jiménez, el Padre del Cooperativismo me tocó acompañarlo casi ciento siete años.

Pero como mi virtud es la paciencia, al fin van llegándome, como espero que vayan acercándose los que ahora son jóvenes y creen que nunca envejecerán.

Que esperen y verán que, si se cuidan y no se dejan matar por ahí de cualquier bandolero o aparato moderno, los recibiré aunque sea dentro de ochenta o noventa años, porque ¡Qué afán, pues!”

Glosario:

-Misía: Mi señora; doña. 

-Embejucarme: Darme tanta rabia que me vuelvo hasta valiente o temerario.

-Ensoberbeció: le dio mucha rabia.

-Cucha: Vieja, especialmente la mamá de los jovencitos que se dedican a cosas non sanctas.

-Botox, lipos: Métodos de belleza.

-Tirar caja: Reír a las carcajadas, hasta que se les caiga las cajas de dientes, o al menos las muestre.

-Ñatas: Narices. 

– Achante: Pena muy grande al quedar en ridículo.

-Golosa y a las mamacitas: Juegos infantiles especialmente entre niñas.

-Sardina: Jovencita que está llegando a la pubertad

-Cucho: Vieja, pero en masculino.

-Espermatozaurios: Espermatozoides pero muy viejitos y enclenques.

-Mejorales: Analgésicos muy populares en los años 70.

Medellín, Diciembre 23 de 2010

José Carlos

¡Opina!
Te puede interesar...

Navegando por Granada

Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.