MÁS FACIL “PINCHE” QUE ZONOTRICIA CAPENSIS

Buenos días. Los saludo desde la vereda Minitas y muy temprano porque me gusta mucho madrugar a cantar y a buscar granitos para llevarle a mi pichoncita que me espera con las alas abiertas cada vez que me ausento de su lado.

Me llaman Pinche, aunque no soy muy pinchado, porque mi plumaje no es tan lindo como el de los loritos australianos o los canarios, pero sí soy “pasable” como dicen en Granada cuando se refieren a algo que no es ni muy feo ni muy bonito. En Argentina soy muy admirado y me llaman Chingolo, tanto que hasta un tango tengo muy famoso en el folclor del Río de la Plata y que se llama “Ya no cantas Chingolo”.

De todas maneras, estoy orgulloso de mi plumaje de un color entre café y rojizo, mezclado con negrito; mejor dicho, es más fácil verme que definirme. Tengo, además, un copete lo más de bien peinadito que me hace ver más grande cuando voy en plan de conquistar a la pincha que me desvela.

Las  que sí tengo muy flaquitas son las paticas; tanto, que cuando una muchacha no tiene piernas sino dos palillos de helados en qué pararse, le dicen que es una Patepinche; pero eso no me incomoda, porque al fin y al cabo no necesito más para sostener mi cuerpecito liviano y elegante.

Vivo desde hace tiempo en El Cabezón, frío sector campesino de Granada y como les conté, me gusta medio silbar para atraer a la pincha, mi esposa, que también está trabajando haciendo el segundo nido para la familia que pensamos tener. Aunque, a veces, tengo que pasarme sin cantar, o gorjear bajito, porque por ahí veo a Pacho Cholito con una cauchera de doce ramales y a Ignacio Chita, dispuestos a bajarme de una pedrada.

Estuve hace unos días en un arado de don Crisólogo, el papá del susodicho Pacho, dándome un banquete con unos chócolos tiernos; aunque piensan que yo les daño el sembrado, yo no sé a qué se refieren, porque lo cierto es que la cosecha está muy sabrosa y creo que la sembraron para mí solito. Aunque en esto también me ayudan las bullosas guacharacas.

Nuestra vida pasaba tranquila, en el nido anterior, hasta que comenzaron a llegar unos pájaros grandes y pardos, parecidos a sinsontes, pero con un cantico como afeminado, imitando a nuestros hijitos.

Una vez, vi que uno de esos invasores llegó a mi nido y se echó a dormir como si fuera de él. Cuando fui a ver, había tres huevos, cuando yo estaba seguro de que mi pincha  había puesto sólo dos. Lo malo fue  que eran idénticos, por lo que mi esposa y yo  los empollamos a todos.

Cuando nacieron fue nuestra tragedia, porque ahí sí comenzamos a ver que uno de los pichones era mucho más grande y crecía, crecía y crecía, hasta que botó a uno de los nuestros del nido.

Y empezamos como unos esclavos a darle comida, a la lata, como dicen en Granada, pero ese animal no se llenaba, es que era un gigante en medio de enanitos.

Hasta sin cola me quedé de tanto cargarle comida, pero logré que ese pajarraco tuviera fuerza y lo echamos del nido, por descarado; tanto, que ni las gracias nos dio cuando salió de la rama en la que se estaba entrenando para su primer vuelo.

Cualquier parecido en la realidad con algunos  humanos  que llegan, viven, destruyen y se van, es mera casualidad, porque esos pajaritos, aunque invasores y esclavizantes  se sentirían muy ofendidos.

Bueno, aparte  de ese problema, se me presenta también mucha competencia en la comida,  especialmente con las palomas y las  tórtolas torcazas, que se reproducen de una manera tan alarmante, hasta convertirse en una plaga.

Por eso tengo que dar saltitos  por ahí rebuscándome y comiendo sobrados  de arroz y afrecho que queda después de moler el maíz. Eso hace que también  nos llamen afrecheros.

Nos dicen indistintamente Copetones, Afrecheros y Pinches, pero parece que a los seres humanos les gusta más el último nombre, aunque  significo pequeño, despreciable. Miremos este diálogo, para que nos entendamos:

-Eduviges, ¿Bertulfo no te dio nada el día de amor y amistad?- 

-Ahí me trajo un pinche regalo-

Pero en Granada ya hago parte de la historia: imagínese que hay familias a las que llaman Los Pinches y eso es muy vacano, porque veo entre ellos a muchos comerciantes prósperos, lo que me reivindica como un pájaro de mucho renombre o mucho vuelo hasta internacional, porque mi nombre científico es muy raro. Y es mucho más fácil decir: “vaya a donde Orlando o Diego Pinche, que decir:  “Vaya donde Orlando o Diego Zonotricia capensis, porque parece que los están insultando. 

Ahí los dejo pues, porque me voy para la plaza, donde están zarandeando unos bultos para sacarles el maíz quebrado, las tusas y demás cositas ricas que van cayendo por los huecos, lo que me embarga de satisfacción porque tengo suficiente para llenar el buche para llevarle a la pincha de mis desvelos que me espera con emoción en el nido, allá en medio de unas maticas de sietecueros florecido en esa linda vereda donde tengo mi nidito de amor. 

Glosario:

-Cauchera: Resortera antiecológica que al estirarla es utilizada para dar en el blanco con una piedrecilla.

-A la lata: Sin descanso; a toda velocidad. Con el acelerador hasta el fondo; que toque la lata (del piso del carro).

-Afrecho: Cáscara de los cereales.

-Zarandeando: Sacudiendo rítmicamente para ir decantando el maíz, de manera que pase por unas ranuras, solo el que tenga su capacidad o menos, quedando dentro de la zaranda, el producto más grueso y muchas veces mezclado con ramas, tusas, etc.

Medellín, 7 de noviembre de 2011

José Carlos

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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.