
¡Qué gallina tan arisca; eso no me dejaba ni arrimar a ver nada y mandaba picotazos a diestra y siniestra! ¿Sería que le daba pena que la viera despelucada o creería que me estaban gustando las “jechas” aunque estuvieran de dieta y no se hubieran hecho la lipo? …Me subí al granero donde guardaban el bastimento; estuve luego debajo de la cama donde casi derramo la bacinilla; me monté al poyo (y no piensen mal, que era el de la cocina), donde casi quiebro todos los trastes de Pedernal Corona; en fin, me di un paseo inolvidable….
Un gallo paisa muy “arrecho”
Mis recuerdos de pollo comienzan desde cuando perdí la lanita blanca y estaban saliéndome unos plumones lo más de feos; pero que después se volvieron rojizos y negros brillantes, los que con las barbas y la cresta que coronaba mi cabeza, me dieron un aspecto de mandón en el vecindario de mi vereda.
Pero, un día, colgando de las patas amarradas a un palo que traía Luis en el hombro y que hacía equilibrio con otras aves también colgando al otro lado, resulté en Granada, traído desde la vereda Quebradona Arriba.
Ahí me pusieron en un gallinero lleno de una gran cantidad de pollitas coloradas unas, tabaquitas y guachipeladas otras, y con un hermoso caminado que me hizo rastrillar las alas contra el piso, loco de amor. Mejor dicho, el enamorado zorrillo Pepe le Peu, es un dormido comparado conmigo. En menos de lo que canta un gallo, ya todas eran gallinas, gracias a mis buenos oficios de padrón o reproductor.
Pero no crea que todas eran jovencitas; porque en un rincón escuché cacarear a una gallina algo vieja y toda erizada: era que estaba culeca y en ese momento empollaba unos huevitos.
Algunos estaban marcados con carbón; si reventaba el que tenía la A, era para las “Animas del purgatorio”. Los demás, serían levantados para luego venderlos un domingo, temprano en la plaza.
¡Qué gallina tan arisca; eso no me dejaba ni arrimar y mandaba picotazos a diestra y siniestra! ¿Sería que le daba pena que la viera despelucada o creería que me estaban gustando las “jechas” aunque estuvieran de dieta y no se hubieran hecho la lipo? ¡Quién sabes, hombre!
La mayoría del tiempo me tocaba estar en el gallinero, pero cierto día, que Graciela se fue para la procesión con el Santísimo, logré cruzar la cerca y me pasé a los arados vecinos: Ahí fue el paraíso: comencé a escarbar como cuando un niño está “imperativo” y me rebusqué más que un gallo tuerto en un basurero: encontré fruticas, gusanitos y hasta grillos saltones que me eché al buche, pues ya estaba como cansándome de las cáscaras cocinadas con alguito de salvao y del maíz candelillo que no me alimentaban para nada. De ahí logré meterme en los corredores de la casa.
Como ya la dueña había llegado, en una pieza estaba entonando el rosario con Imelda, Margarita y Florelisa, quienes me miraban de laditos.
Anduve por los corredores llenos de flores de Novio; me subí al granero donde guardaban el bastimento; estuve luego debajo de la cama, donde casi derramo el contenido de la bacinilla; me monté al poyo (el de la cocina), donde casi quiebro todos los “trastes” de Pedernal Corona; en fin, me di un paseo inolvidable. Y hasta tuve tiempo de pensar que la gente pasa más mal que yo; porque al fin de cuentas, a mí “no me agallinan” los problemas fronterizos, la subida del dólar, ni el estado del tiempo, porque Dios me mandó para este mundo muy bien preparado (siempre y cuando no anden por ahí los dueños de Kokorico o Pollo Coa).
Terminado el Rosario, salieron las mujeres con escobas y traperas para sacarme de la casa y me espantaron tanto con esa agresividad del que no tiene la razón, que casi no encuentro el portillo por donde entré; pero logré al fin salir a mi corral, dejando un plumero en el alambrado, mientras en dos tusas, Flora llevaba las rilas que había dejado en mi paseo por la casa.
De todas maneras, mi vida en el corral no era del todo mala: veía en la televisión al Gallo Claudio, programa en el cual ofrecían unas cremas dizque para las “patas de gallina”, sabiendo que, sin crema, las tengo hasta pispas, con mis buenas espuelas, aunque no sea gallina.
A veces el piojo llamado “zumbambico” o el reloj de cuerda con una gallinita no me dejaban dormir, pero de todas maneras, me mantenía contento con “mis nenas” pues, aún hoy, no “ha llegado otro gallo a cantar al gallinero”, por lo que tengo a todas las gallinas pa´ mí solito. Una noche escuché unos lamentos la cosa más miedosa y era que “la chucha” o zarigüeya se había llevado a Resfa, la gallina más gordita (que hasta acomplejada se mantenía, porque le decían “La Botero”).
Lo malo era que una semana antes, la comadreja había estado por ahí rondando la culecada para alzarse con unos pollitos, pero la mamá, que de “gallina” no tenía nada, la sacó a picotazos del corral en medio del cacareo de todas las demás.
Una vez, sólo una vez vi en peligro mi vida, porque como es costumbre, desde las 4 de la mañana, comenzaba a batir las alas y a cantar, como un despertador. Esa madrugada, apareció en calzoncillos todavía, un señor todo ofendido que porque no lo había dejado dormir y me agarró y me comenzó a torcer el pescuezo de la manera más odiosa, hasta que milagrosamente apareció mi dueña y le gritó:
“- ¿Usted qué está haciéndole a mi gallito?-”
-Y como el hombre se asustó todo, le contestó-:
“-No, pues… ¡aquí dándole cuerda al despertador! –”
Aún tengo adolorida la yugular y el gañote, pero al menos estoy vivo contándoles estas cosas (¡soperitos!)
Pero es que realmente, la mala fama que tienen mis señoras emplumadas es hasta bien ganada:
Imagínense que para que pongan huevos, las emboban colocándoles en el nido un huevo falso de loza llamado “nidador”; después de poner el huevo hacen un escándalo de mil demonios; cuando están en la calle, corren detrás de las golondrinas que vuelan bajito, -creyendo que son mariposas grandes-, y si están comiendo tranquilamente en una cuneta, les da por pasarse a la otra cuando ven un carro o moto, por lo cual muchas quedan “estripadas” en la carretera.
Con mis plumíferas gallinas, los humanos hacen chistes. Por ejemplo, cuando una persona es muy cobarde le dicen “gallina”; cuando ven a una mujer recién levantada, dicen “que se parece a una gallina matada a los escobazos.”
Todo eso y mucho más lo soporto, pero lo que sí me emberraca es que Gerardo, el primo de la dueña, cogió el vicio de agarrar todas las tardes a cada una de “mis esposas” y el muy depravado “las tienta”, dizque para ver si tienen huevo para mañana.
¡Pero que espere el muy miserable a que salga de aquí, para encenderlo a aletazos, aruñazos y picotazos por corruptor de gallinas porque el que “tiene huevo” o mucha rabia con él soy yo!
Glosario:
-Arrecho: Valiente; caliente. Echao pa´lante.
-Culeca: Gallina clueca, que está lista para empollar huevos.
-Jechas: Muy adultas, sin llegar a viejas, pero que van para allá.
-La lipo: Operación de lipoescultura.
-Imperativo: Hiperactivo.
-Candelillo: Variedad de maíz colorado.
-Bastimento: Mercado.
-Trastes: La vajilla.
-Las rilas: Popó, excretas de gallina
-La chucha: La zarigüeya.
-Patas de gallina: Arrugas que desde la sien desembocan a un lado del ojo de cada lado.
-Zumbambico: Minúsculo ácaro; piojo de las aves.
-Culecada: Cantidad de pollitos que empolla una sola gallina
-Estripadas: Destripadas; despaturradas, descuidadas.
-Me emberraca: Me da rabia.
-Aruñazo: Arañetazo que se causa con una uña.
-Mean: Orinan

José Carlos
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