Y cómo matar el tiempo
...Esa preguntadera por cosas tan diferentes, puso en alerta al ya sudoroso empleado que no estaba dispuesto a armar una pista de carros tan grande para mostrarle cómo funcionaba a un cliente “lolo” o a un “Clavo”, como le dicen en Cali, porque ya sospechaba, con razón, que venía sin un peso en el bolsillo y con ganas de programarse con él…

Un “Lolo” en acción:
Su señora, Etelvina, se había levantado hacía cuatro horas para hacer las empanadas que vendería en la tienda de Tomás, cuando Pacho, apenas comenzaba a desperezarse, estirándose en la cama como un gato.
Poco amigo del baño, pero sí de las lociones baratas o Pachulí, se puso su blue jean, los zapatos Grulla, y una camisa manga corta; besó el escapulario y se dispuso a salir de su casa a hacer lo de siempre: vagar, con mucho tiempo y poco dinero.
Desparchado, oliendo a cigarrillo barato, pero con la cajetilla de unos Royal algo finos en el bolsillo de la camisa desabotonada, salió a la acera del barrio y se dirigió a la caseta de Apuestas Argemiro Salazar.
Hacedor compulsivo de chance, toda placa de carro le mostraba un hermoso número que tenía que hacer, porque, de seguro, según él, ganaría esa noche por la Lotería de Medellín.
Eran las 11 de la mañana y decidió salir a dar un vueltón por los almacenes de Guayaquil en el centro de Medellín.
Le puso la mano al bus y se subió por la puerta de atrás porque el chofer lo conocía y era más barato el pasaje.
En la Avenida Oriental cerca a la Catedral Metropolitana, se bajó del vehículo, al que se había montado en Aranjuez y bajó raudo por las carreras Junín, Palacé y Bolívar, rumbo a Guayaquil.
Conocedor de que algunas fábricas de alimentos daban pruebas gratuitas de sus productos, entró a comer las degustaciones de los almacenes Ley, Tía y Caravana.
Hojeó los periódicos, las revistas de Selecciones y miró en las carátulas de la revista Vanidades a flacas modelos con lo último de la moda de entonces.
En las calles se escuchaba el Carrataplán, mezclado con Antón tiruriruriru y el Tutaina tuturumaina, junto con los gritos de los venteros del periódico El Colombiano y de los cigarrillos: Marlboro, Kent y Lucky”.
Entró a San Andresito en pleno diciembre con su locura, masticándose un Supercoco y mirando los triciclos Amo, colgados para antojar a los niños, y las luces de navidad que esperaban ser vendidas rápidamente para que no se quedaran para el año siguiente.
Siguió por el corredor y vio cómo en el Almacén La Isla, Carlos, un empleado, ensayaba en un Atari el juego de Mario Bross metiéndose por unos tubos que lo transportaban a mundos cada vez más difíciles y hostiles.
–Póngame más bien a PAC-MAN. –Dijo emocionado, Germancito a su papá.
Pacho, nuestro personaje, vio un helicóptero grande, Black Hawk. Preguntó por él; cómo funcionaba y le hizo poner pilas para ver la maravilla del momento que hasta película tenía en los mejores cines de la ciudad.
Luego preguntó por un avión Jumbo grande con sonido de turbina.
El dependiente le quitó las pilas o baterías al helicóptero y se las colocó, ya calientes, al famoso avión que comenzó a rodar por todo el pasillo entre los pies, chanclas y zapatos que corrían de afán en busca de los regalos que comprarían para la Navidad.
Cuando el dependiente del almacén pudo, al fin, recuperar el aparato del suelo, Pacho le preguntó:
–¿Esa es la Barbie que está embarazada? ¡Justo lo que le está pidiendo mi niñita al Niño Dios!
-¿Cómo funciona esa muñeca?
Estaba el empleado apenas sacándole el bebecito a la muñeca y Pacho ya estaba mirando otra cosa muy distinta a su lado. Le preguntó interesado al vecino que en ese preciso momento armaba un árbol verde de plástico:
-¿Y los árboles de navidad llegaron más caros este año?
Luego, volvió a preguntar a Pacho:
–Y ¿tiene la pista grande de carritos de carreras que trabaja con pilas y cuatro controles?
Esa preguntadera por cosas tan diferentes, puso en alerta al ya sudoroso empleado que no estaba dispuesto a armar una pista de carros tan grande para mostrarle cómo funcionaba a un “cliente lolo” o a un “Clavo”, como les dicen en Cali; porque ya sospechaba, con razón, que venía sin un peso en el bolsillo.
-¿Y ustedes reciben cheques? Es que no me alcanza el efectivo. –
Preguntó Pacho sin mostrar signos de cansancio.
¿Cómo salir de este Lolo tan cansón, por Dios? –Pensaba el dependiente, mientras se secaba el sudor de la frente con la manga de su camisa.
-Ah, ya sé: le voy a pedir el triple del valor, para que se vaya!
Y, esa fue la solución, porque Pacho salió renegando y diciendo que eran unos ladrones y que se sentía estafado, aún sin comprar nada.
Ese momento lo aprovechó el vendedor para desaparecer en la bodega, para hablar con el dueño que, por una hendija se había enterado de lo que pasaba afuera de su establecimiento con clientes que tienen como profesión la de ser unos “lolos o Clavos.”
Entre tanto, nuestro desparchado y aburrido Lolo, entró al Pasaje Carabobo, el de los zapatos y le dijo a Orfa, la vendedora:
¿Cuánto valen esos zapatos encharolados de la vitrina? ¡Quiero probármelos!
-Váyame bajando esos de cuero voltiado que también me parecen bonitos.
-¿Y no tiene los de color solferino con hebilla?
-¡Esas chanclas tres puntadas me gustan!
-¿Tiene las número 42?
-¡Es que soy muy pati ancho!
Y comenzó de nuevo el ciclo interminable de medirse todos los zapatos, que de seguro, no compraría ese día… ni nunca.
Glosario:
Lolo: Persona preguntona por artículos que no piensa comprar.
-Desparchado: Desprogramado; sin nada qué hacer.

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.