
Un pelo paisa en su desierto
(Lectura: 5 minutos y un pelito)
Hola, soy un pelo de Chepe al cual se le han caído muchos, muchísimos de mis hermanos y soy, podría decirse, un sobreviviente que se aferra a su cabeza, pese al maltrato que recibo de parte de él. También leí desde la cabeza cuando este estaba leyendo “el Tesoro de la Juventud”, que tengo unos hermanos menores a los que les dicen vellos; pero a mí no me parecen tan bellos, porque algunos son unas meras lanas y otros están muy escondidos, como con pena de dejarse ver.
Les cuento que nací, hace ya mucho tiempo, en medio de un pelero o frondoso bosque capilar en el cual no faltaron las plagas que nos agobiaban, tales como la caspa y los piojos que hacían que mi dueño se rascara y me enjabonara con cuanta cosa le decían en el pueblo que era bueno.
Aunque de alguna manera, de tanto ensayar no supo qué fue lo que le sirvió, una vez no quedó ni un solo piojo, pero sí los huevitos o “liendras”, como les dicen en Granada, los que después repoblarían su cabeza, como venganza de los descendientes directos de sus arrasados papás.
A mis hermanos y a mí también nos dio una enfermedad llamada horquilla, que dividió mi puntica en dos, quedando todos como un desfile de domingo de ramos en la plaza, pero que restauró con aceite de pata de res, o al menos eso dice él.
Menos mal que no nací en cabeza femenina o de hombre vanidoso o metrosexual, porque me hubieran tinturado, decolorado, aplanchado, rizado, recortado, ultrajado, alisado y humillado mucho más.
Bueno, pero como no vine a contarles sólo mis desvelos, paso a decirles algo de mi dueño:
Como les decía, nació con un pelero y copete que casi le tapaba los ojos (como un joven Emo de hoy en día); con unas melenas que le colgaban como cortinas por toda la cara; pero producto de la herencia, el descuido y muchas otras cosas, nos ha ido perdiendo uno a uno, por lo que está muy triste, lo mismo que yo, porque esta soledad me está matando acá arriba, esto ya parece un desplazamiento forzado.
Les cuenta preocupado a sus amigos sobre su calvicie en marcha y estos le aconsejan un montón de ideas descabelladas que dizque son muy buenas para la caída del pelo; por ejemplo, le dicen que la gelatina es bendita de lo puro buena. (Claro que debe ser buena, pero para recogernos del suelo, porque quedamos pegados a ella).
Que se haga unas unturas con aguacate, áloe vera (que no es más que la sencilla sábila) y aceite de mano de cursienta, que hacen levantar a la señora creyendo que está durmiendo es con una ensalada en la almohada; le dicen que eso deben ser por las preocupaciones, que tire tranquilidad; pero la pierde cada que se baña, pues en la peineta salen enredados muchos pelos; y le da miedo que quede tan pelón que hasta se le vean las ideas o que quede parecido a un dedo pulgar gigante.
Claro que los mismos amigos bregan a levantarle el ánimo diciéndole que los calvos son muy buenos pa eso del catre y que, además, debiera sentirse orgulloso, que porque Dios a muy pocas personas les dio inteligencia y que a las demás les dio simplemente “pelo”; que si no cree, diga cuándo ha visto a un burro calvo.
Y es que hasta razón debe tener el hombre para preocuparse porque parece que somos muy importantes, pues desde su cabeza escucho a la gente hablar mucho de pelos o cabellos:
Que si no le pasó nada a alguien en un peligro, se salvó por un pelito; aunque no creo que haya salido colgado de él. Que cuando una persona es muy franca o frentera pa’ decir las cosas, no tiene pelos en la lengua. Si jugando billar logró tocar una bola muy suavemente, dicen que la cogió “de pelito”; que las mujeres cuando pelean siempre se agarran de las mechas o de las greñas, como también nos dicen a los pelos, pero femeninos.
Que quizque Dalila le cortó el pelo a Sansón y quedó sin fuerzas y la muy traidora lo entregó a los enemigos así, todo desgonzado y maluco como estaba. Que a las mujeres les gusta un hombre de pelo en pecho, aunque viéndolo bien, el pecho de mi dueño parece una peluquería mal barrida y el bigote una exhibición o mostrario de puntillas.
Y eso más lo agravia, pues oye decir que los calvos sólo sirven como un punto de referencia; porque si alguien pregunta por una dirección, lo más fijo es que le dicen:
“¿Ve dónde va ese señor calvo? Pues allá al frente es la casa que usted busca”. Y a propósito de “frente”, esta fue la primera que le comenzó a crecer al sentirse despoblada y lo molestaban diciéndole que su cabeza parecía una guardería que porque estaba llena de “pelaítos” por todas partes; también le decían “mafioso” que porque ya se le notaba la “coca”. El se defendía diciendo que “tengo mucho pelo, lo que pasa es que está mal repartido; como sabemos que está la riqueza en este mundo”. (Ya hasta sociólogo se está volviendo el pobre).
Se entristece al pensar que su futuro capilar va a ser como Homero Simpson o míster Magoo, pero, a la vez, se conforma pensando que no todos los famosos y platudos son greñudos como Einstein y que en algunos, estar “pelón” refuerza su imagen de tipos duros como Bruce Willis, Zinedine Zidane o Sean Connery que a sus casi 80 años sigue siendo el Agente 007 por excelencia. Y comenzó, con cierta sonrisita, a recordar calvos como el famoso detective Kojac, a San Nicolás de Tolentino con su copetico, a Carlos Lleras Restrepo y al famosísimo “San Pedro que como era calvo y San Juan tan comelón, se le comió la cabeza, creyendo que era un bombón” como aún hoy cantan los niños.
También le pareció que ser calvo se ha vuelto una moda pues hasta la cantante Britney Spears una vez se hizo calviar. Esto estaba pensando el pobre, cuando en medio de sus pensamientos llegó a la peluquería de Humberto (el hermano de Memo) Zuluaga y de sobremesa, charlando le dijo a su peluquero:
-Ahora que tengo menos pelo, me va a cobrar más barato, ¿cierto?-
A lo que, con el buen humor que lo caracterizó, contestó éste a las carcajadas:
-Y cómo cuando lo tenía abundante no le cobraba más, ¿Ah?-
Y aquí, víctima de un tirón que me pegó con la tijera y porque estaba medio pegado al cuero (ya no cabelludo) del dueño, creo voy también para el suelo, porque antes es gracia que me haya sostenido tanto tiempo en ese desierto cubierto sólo de cicatrices y de caspa, como arena en el Sahara.
No quiero, antes de caer al piso, dejar de contarles lo que le pasó a mi dueño Chepe cuando tenía bastantico pelo: Pues le “puso la cabeza” a una hija que estaba aprendiendo a motilar. Ella lo “emparejó” con la cuchilla número 4, para que no quedara muy pelón, si lo hacía con la número uno. Entonces, para arreglarle las patillas le quitó la famosa cuchilla.
Así estaba concentrada puliéndolo, cuando de reojo vio que un montoncito de pelo se había parado en la mitad de la cabeza. Creyendo que aún tenía la número 4, pasó la máquina para quitar ese “cachito” y le dejó un trasquilón tan grande que parecía la peladura que deja un derrumbe en una montaña, pero en toda la parte de atrás de la cabeza. Por ahí estuvo andando como 15 días el pobre con una cachucha de las que usa El Chavo, para taparse tamaño mordisco, el que su “victimaria” Nora Luna aún sigue recordando a las carcajadas.
El autor: Ya para terminar, sólo me resta esperar que este artículo me haya quedado “al pelo con Veterina”, como decíamos hace ya algún tiempo en Granada.
Glosario:
-Cursienta: Vaca flaca.
-Catre: Especie de cama no muy lujosa ni cómoda.
-Desgonzado: Sin fuerzas, desmadejado.
-Pelaítos: Niños pequeños, ya no bebés.
-Bombón: Dulce normalmente redondeado y puesto en la punta de un palillo para ser saboreado, lamido y mordido.
Granada, 3 de diciembre de 2009.

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.