Esta semana he estado con la berraquera alborotada viendo a tanto humilladito por ahí en las tiendas y en los parques y me di la pela de descifrar en ellos qué les pasa ahora, cuando en su lejana juventud eran como tan aberracaos y echa´os pa´lante. Lo que no sabía era que, sin quererlo  yo también era modelo para la historia…

Chepe* ya está despierto desde las 4:30 de la mañana para escuchar las primeras noticias de la radio y a las 6 ya se hizo y sorbió su primer tinto del día.


-¿Pa qué te levantás tan temprano? ¡Acordáte que hoy no tenés que trabajar! –Le dice, entre sueños su esposa.-
-No puedo dormir más y hoy vamos a salir; no se olvide, mijita. –Responde su marido, aún en pantaloneta.


Así empieza una rutina que se volvió paisaje en la vida de esa pareja:
En el mercado, Chepe es especialista en cazar ofertas 2×1 y frutas a punto de madurar y con el 35% de descuento; lee las revistas y periódicos gratis mientras su señora busca, otra vez, los brasieres que vio ocho días antes cuando estaba sin plata; le encantan las degustaciones gratuitas especialmente de tinto o salchichitas hervidas; va a la sección de herramientas y compra un juego de brocas, algunas de las que usará una sola vez en la vida; hace fila en la caja y tiene que dejar pasar uno a uno los clientes, mientras espera a su señora que hace 5 eternos minutos se salió de ella y volvió a las góndolas de ofertas a ver “otras cositas” para ajustar al mercado.

En la capilla no le gusta sentarse en los escaños, pero a su señora sí y ahí lo vemos juicioso sentado al lado de su mujer; se vuelve un arquitecto que ve una viga torcida y un capitel que, si cayera, lo haría exactamente sobre la cabeza de San Judas Tadeo.

También hace de decorador y piensa que ese color de cortina no juega con el decorado; que él hubiera colgado una de color fucsia. Piensa que el sacerdote debió haberse vestido de blanco, porque ignora que se está celebrando la festividad de un mártir y debe vestirse de rojo. Se entretiene mirando una arañita que se descuelga del techo y vuelve a subir cuando la gente canta aplaudiendo. De pronto, sale del éxtasis cuando siente dos codazos de su mujer en las costillas para que dé la ofrenda; cuando sale de la misa y mira atrás, su señora está aún rezando las oraciones de la comunión.


En el comedor es como si estuviera marcando territorio; su taza de chocolate queda vacía en un instante y las tostadas y galletas, literalmente se le desmoronan sobre el blanco mantel, ante la mirada reprensora y ya resignada de su esposa que no atina a decir nada, porque  – ¿Para qué? ¡Ya no aprendió!


En la cocina se le sube la leche mientras contesta el teléfono, los fogones se le quedan encendidos, los huevos le quedan blanditos porque cree que dos minutos hirviendo son mucho tiempo; mantiene los saleros llenos y se frita los gorditos de la carne. Se le quema el arroz unas veces y otras le queda “masatudo” y salado. Se tiene que comer la arepa quemada y el único de los ocho huevos que se reventó en la fritada, cuando llegó visita.
En el clóset o escaparate, no encuentra la ropa.
-¡Mija, no encuentro la camisa gris!
-¡Búsquela, que yo estoy segura de que está ahí, enseguida de la verdecita!


Vuelve a buscarla, las corre una por una, no ve ni la verdecita ni la gris. No la encuentra y menos ahora que son dos.
La señora, que está preparando el tetero para su nieto  llorón, llega y va directamente a una camisa gris, a la única camisa gris del clóset y que está al frente del marido:


-¡Mirá, mirála que te está picando!


Y es que el marido, aunque ella no lo entienda, realmente no veía la camisa.
¡Su esposa, con un suspiro salido del alma, aterriza en la realidad y ve con tristeza en lo que se ha convertido su tan buscado y añorado príncipe azul!


Pero, a pesar de todo eso y mucho más, Chepe, su marido, es el que encuentra los nidos de hormigas arrieras, destaquea el sanitario y las canoas, engrasa las bisagras, va por los resultados de los exámenes clínicos, hace fila en la EPS, coge las coles y las guasquilas del arado y acomoda las tejas corridas; mata cucarachas, persigue ratas, hace los mandados, cuida la ropa en los paseos al río, arregla relojes parados, cambia bombillos fundidos, saca al perrito a miar, cuida a la suegra por raticos, les da trabajo a los cuñados, le cambia el tapón al sanitario, compra algarrobas a las 2 de la mañana para su esposa embarazada y antojada; se levanta a comprar chupas para el niño, porque se quedaron donde la suegra, se toma los jarabes dulcecitos de sus hijos y mete las patas cada que habla, porque su mujer mantiene unas respuestas totalmente contrarias a las que él daría en caso de ser preguntado.


-No somos perfectos, mija. No somos perfectos! –Dice tranquilamente el muy descarado y se acuesta temprano como todos los días, para mañana empezar de nuevo a cazar las ofertas del día y a meter “las de caminar”.


*Nombre ficticio

Glosario:

-Berraquera: Rabia, incomodidad por algo. 

-Echaos pa´lante: Emprendedores, aberracados, atrevidos.

-Masatudo: Espeso, compacto e indigerible. 

-Escaparate: Armario para guardar ropa. 

-Miar: Orinar. (Mear).

-Destaquea: Quita tacos, especialmente de tuberías o cañerías obstruidas. 

-Las de caminar: Las patas. 

 

José Carlos

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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.